¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

martes, 13 de diciembre de 2011

UN RELATO PARA NAVIDAD

Besitos de Navidad a todos,
por lindos,
por guindos,
por preciosones...
y porque sí.
Holita a todos, queridísimos míos.  Hoy, para desearos feliz Navidad y eso, he decido colgar un relato de los que estoy escribiendo últimamente, y esto es  novedad porque no suelo compartirlos fuera del "círculo de confianza", vamos que le enseños mis poemas a todo el mundo (llamadme desvergonzado), pero mis  relatos sólo a unos pocos (por ahora).  Digamos que siento que  estoy "aprendiendo el oficio" de narrador.  Pero llega la hora de un poco de "exhibicionismo" y qué mejor que bajo la luna de agosto, jajaja.  Pues eso, para estas Navidades os dejo con mi relato titulado "CONFESIONES DESDE LA OTRA VIDA", el que por ahora es el sexto de mi proyecto de recopilación de relatos bajo el título "Sus ojos eran el fuego" que espero haber terminado para las Navidades que vienen.
Espero que os guste, no es muy largo pero siempre podéis parar de leer si no os interesa, que lo suyo es aprovechar el tiempo haciendo las cosas que nos gustan, ¿verdad?

Nos vemos después de las fiestas.


CONFESIONES DESDE LA OTRA VIDA
por Francisco José Francisco Carrera
para Raquel, 
mi "chica índigo que vino de las estrellas", 
ella sabe muy bien por qué
           
            Hay días en los que sueño y te me apareces.  Te me apareces como si nunca te hubieras ido a esa orilla ruidosa de la vida.  Porque los muertos soñamos, no paramos de soñar.  Y recordamos.  Y a veces jugamos a las cartas.  Y a veces hacemos el amor.  Pero yo, la verdad, nunca he acabado de encajar aquí, en esta tierra tan lenta y tan clara y silenciosa. Con todo, acabé tan harto de estar vivo que tuve claro desde el principio que, lo que es yo, no me movía de aquí aunque el panorama no fuera para tirar petardos de alegría por haber alcanzado al fin la esfera espiritual.

            Lo cierto es que tú has sido la muerta más viva de todo este plano, te lo digo desde ya.  Y mira que yo no acabo de encajar, pero es que tú llegaste y lo desencajaste todo desde el primer día.  Abrimos la puerta, nos vamos hacia la luz y en un momento estamos allí y tú, desde ya mismo (aunque el tiempo había dejado de existir) empiezas a descojonarte como loca.  Pedazo de carcajadas, oye.  Y yo, pensando para mí, tierra trágame, sólo que la tierra, por así decirlo, ya se me había tragado.  Todo el mundo (todas las almas, quiero decir) allí, con cara de “qué cojones le viene pasando a la tipa esta que entra aquí y se parte el pecho” (pecho que ya no tiene, el cuerpo se deja, es cierto, que hay que hacer sitio y eso y en espíritu se está bien, oye).

            Allí, ante el “mostrador de bienvenida”, estamos los dos en pura “seidad” o algo, una cosa tremebunda, para fliparlo.  Y tú lo único que podías hacer era reírte como si estuvieses viendo un monólogo del club de la comedia de esos que tanto te gustaban.  Yo pensé “si llegas a tener cuerpo, te meas seguro” y fue ahí, en ese momento (que no es momento, que es eternidad, os lo acabo de decir), justo ahí, cuando reparé en que no tenía ni manos, ni pies, que por no tener ya no tenía ni culo…, y que, por lo tanto, había dejado de ser calvo.  Luego tuve la impresión de que había comenzado a ser todo yo una “calvidad supina y perfecta”.  Hete aquí que me había convertido en un ente.  O algo así como un ente.  Y no era yo, claro.  No era quien había sido en la vida que acababa de dejar de la manera más tonta.  Digo tonta porque palmarla por haber ingerido un bocadillo de sardinas en mal estado es, estarás de acuerdo conmigo, la manera más gilipollas de espicharla.  Maldita sea la gracia, yo “que mira que la lata está caducada, pero muy caducada, como que varios años” y tú “que tampoco pasa nada, que es como lo de los yogures, que les cambian la fecha de caducidad para venderlos igual y a nadie le pasa nada”, yo “pero escucha, que es mejor pasar hambre que tener una cagalera de cagarte” y tú, erre que erre, “que nos la comemos y ya está, que lo que no mata, engorda".  Y mira por donde, nos mató.  Pero a lo que iba, que ya no era quien había sido en la vida, aunque en no siendo recordaba muchas cosas y hasta detalles, vamos que todavía tenía todo como muy cerquita.

            Pues eso, que allí estábamos: etéreos, ligeros y un poco a ver qué pasaba ahora (que ya no había ahora, ni antes, ni después, molaba porque nunca me habían gustado ni los relojes ni los calendarios).  Parecíamos unos guiris a los que se les había perdido la maleta en un aeropuerto lejano y puñetero.  Y así estuvimos hasta que en esa eternidad recalcitrante y llena de vacío y vacía de sentimientos de cabreo o ansiedad se nos apareció de la nada (con un PLOP de lo más bonito y saleroso) nuestro espíritu guía.  Flipante, chicos, flipante.  A lo que tú, que ibas a tu rollo hasta después de muerta, seguías con tu “descojonus maximus”, así, a toda risa.  Y, sin palabras, el otro ente (ente superior a todas luces, uno de los importantes aquí, que tampoco es aquí, que es un no lugar, algo como muy místico pero con cierto olor a tortilla de patata), nos hizo saber que éramos bienvenidos a la que siempre había sido nuestra casa.  Joder, y sin hipoteca ni notario ni nada, así, tan fácil, sin juegos de llaves ni fontaneros ni reuniones de vecinos.  ¿Pero qué leches habíamos estado haciendo entonces en la otra vida, en la que nos creíamos que era de verdad?  Puto engaño la vida, pensé, vaya suerte la muerte.  Y me acordé de mi hermano Jonás, profesor de Latín en la Universidad de León. 

            Ah…, mi hermano Jonás, un friqui de lo más friqui que si le dejabas era capaz de venderte sus calzoncillos usados y te los acababas llevando en mano y con cara de haber encontrado el chollo de tu vida.  Pedazo de labia que tenía mi hermano.  El Jonás, el Predicador, como lo llamaba Elvira, su mujer, vaya par de dos.  Elvira era fotógrafa para un periódico aunque su verdadera pasión era el Tarot.  Pero a lo que iba, me acordé entonces de Jonás, que era un jodido iluminado del Advaita Vedanta; menudas chapas nos soltaba a toda la familia en Navidad: que si la nada es el todo, que si lo que es, es, y no hay más, que si esto y que si aquello.  Y el  muy brasas (que era muy brasas) siempre me dejaba unos tochos de libros que no se los fumaba ni el Bob Marley en una fiesta jamaicana en la que se hubiera acabado la marihuana.  A mí me daba la risa tonta cada vez que veía los títulos “Esto es Ello”, “Lo que es”, “Llamando a tu propia puerta”, o el que más me gustaba: “Bienvenido a casa”.  Y claro, fue oír a la entidad esta dándonos la bienvenida y a poco se me escapa la risa a mí también, y lo que tiene estar en espíritu es que lo que eres, lo eres a cascoporro, y si te da la risa te conviertes en la risa y si no te lo crees, mira lo que le había pasado a mi mujer, que seguía, como es normal, a lo suyo, riéndose sin parar y como para toda la eternidad…

            Y entonces empezó lo bueno, por decirlo de alguna manera.  Nos dieron, para que me entiendas, “pase abierto” a todo el rollito de la “esfera celestial” o “el mundo del espíritu”, que tampoco tengo muy claro cómo llamarlo ahora que ya he dejado claro a los jefes de por aquí que yo no me vuelvo a encarnar, “que no tengo cuerpo” (se ríen cuando les digo eso) “para tener cuerpo de nuevo”.  Y mira que me gusta irme de cañas, hartarme de comer hamburguesas, rascarme el culo cuando me pica y otras cosas molonas de la vida corporal, pero yo he tenido ya bastante con la última, a mí lo que me priva en este momento de mi…, ¿debo decir muerte? es estar así hasta la eternidad, en compañía de esta gente tan maja que es la gente espiritual. 

            Aquí, lo  primero que pierdes es el nombre, vamos que dejas de llamarte, a la mierda carné de identidad.  Y poco a poco vas dejando lo demás: los recuerdos, las filias y las fobias, los deseos, vamos que te quedas sin na, y vas en pelota a todas partes y no te preocupa el qué decir o el qué dirán.  Tan ricamente, oye, o más.  Y así durante.., qué se yo, ¿os he dicho ya que aquí no existe el tiempo?  Pues eso, que durante algo de tiempo, una miaja, casi na, recorrí todo lo recorrible y luego ya, habiendo olvidado hasta mi identidad, me baje de nuevo a esta explanada tan bonica y aseada.  Y allí seguías tú, y ya no te reías, estabas, de hecho, más bien seria y yo diría que cabreada.

            Vienes hacia mí (lo poco de “mí” que quedaba) y me espetas, indignada, que tú aquí no pintas nada, que este rollo tan de anuncio de papel  higiénico, dices, o, aún  peor, de compresas, no te mola y que tú te vuelves para algún cuerpo, el que sea, y a la voz de ya que no aguantas aquí ni un minuto más (¡pero no ves que aquí-que-no-es-aquí no existe el tiempo, ¡coño, a ver si nos centramos y estamos a lo que hay que estar!).  ¡Joder, que a mí esto me pilla por sorpresa! Y es que yo nos veía juntitos por los tiempos de los tiempos, ya sin prisas, ni sms, sin volver a cambiar la foto del Facebook ni hacer cuentas con hacienda, olvidarme por fin de volver a pasar la ITV y ya para siempre dejar de hacer caso al puñetero despertador. Yo es que lo flipaba, la verdad.  Poco me podía imaginar que tú quisieras largarte cuando apenas hacía unas horas (que no eran horas, claro) que habíamos llegado.  Pero claro, cada uno es cada uno, así que resignado te dije que vale, que te fueras, que yo, ya que habíamos venido, me iba a quedar y que pasaba de otra experiencia corporal, que con la suerte que había tenido en la última no tenía yo ganas de repetir.

            Y así me encuentro ahora, soñando sueño tras sueño, porque los muertos no paramos de soñar, nos pasamos la vida (la muerte quiero decir) soñando y entretenidos con cualquier pijada hasta que nos volvemos a encarnar.  Y me dicen por aquí los más sabios que tú te has reencarnado ya en la hija de una psiquiatra holandesa y de un dentista de Arizona que viven en Seattle en una casa cojonuda y con jardín, o sea que te lo vas a pasar de miedo esta vez, porque cuando te acuerdes del infecto cuchitril que era nuestra casa de Gijón, oscura y húmeda y canija, te va a volver a dar el descojone y lo mismo te estás así hasta que te internen en el puto psiquiátrico de la pija babosa de tu madre… ¡Osplis, tú, qué  mala sangre me está entrando y justo ahora que empezaba a llevar bien esto de la pura espiritualidad! De esta me degradan seguro, ya te digo, y me mandan para la tierra sin preguntar y me toca repetir mi última vida sólo que  esta vez todavía nazco más feo y más estúpido y más capullo, si es posible, claro. 

            Y yo, en este ahora sin ahora, que no es nunca y no es siempre, me pregunto si en algún punto de tu nueva identidad te acordarás de mí, de cómo nos acariciábamos cada noche antes dormir, de cuántas veces habíamos soñado con mandarlo todo al carajo y empezar una vida nueva en Bali o de montar una franquicia de jabones en Dublín, de tantas ideas locas que se nos venían a la cabeza cuando estábamos agotados de realidad…, ay, quién sabe si te acordarás, pero me gusta pensar que sí, que lo harás. 

            Yo, si cierro estos ojos que no son ojos y me concentro como mucho y to pa dentro, puedo verte ahora en tu cuna, sonriendo, feliz por tu nuevo cuerpo, sabiendo todo lo que hay que saber del mundo: que es un gran juego, una enorme pantomima y que, pase lo que pase, la otra, esta que ahora disfruto yo aunque te eche de menos, la otra, digo, la verdad, puede ser mejor, pero es un huevo de aburrida. Porque lo que es yo, qué quieres que te diga, te echo de menos, amor mío, echo tanto de menos tus labios, tus palabras y hasta tus ataques de risa que he llegado a plantearme pedirme un cuerpo nuevo para estas Navidades y bajar a buscarte por el mundo de los vivos hasta que, por arte de birlibirloque, tú y yo nos encontremos y , como si no quiere la cosa, nos volvamos a enamorar. 

            Te prometo que si al final me animo y lo hago, esta vez seremos felices porque con todo lo que hemos aprendido seguro que ahora funciona.  Esta vez sabremos ser felices y sabremos amar de verdad. 




jueves, 8 de diciembre de 2011

alkane city radio DE MIGUEL LAGE



Qué grande es oír trozos de cielo en la tierra. 

Me encanta celebrar la dedicación de tipos tan maravillosos como Miguel Lage, músico, dibujante, persona siempre grata en todo lugar y en todo tiempo, artista postmoderno y moderno visionario de lo que es.  Además amigo, no lo oculto, cómo no enorgullecerme de ser amigo suyo, qué digo amigo, hermano, hermano de alma y de corazón y de sangre, pero ante todo, al menos en esta entrada de hoy, yo soy su fan, su seguidor, su devoto admirador.

Ya hablé de su primer trabajo con su grupo de siempre, The Wildborns (véase entrada del sábado 25 de septiembre de 2010 en este mismo blog, también puedes pinchar AQUÍ) y ahora me toca la grata labor de diseccionar su primer trabajo en solitario, alkane city radio.

Ya desde la tipografía del título (es Miguel quien usa las minúsculas) se nos adelanta lo que vendrá: rock intimista y desprovisto de artificio, o digamos que presenta el artificio justo…, o yo qué se.  He dicho rock, pero casi por decir algo.  Me cuesta definir “genéricamente” lo que Miguel nos presenta.  Es, esto lo tengo claro, música, y música de la buena, de la que se te incrusta en el cerebro y te acompaña cuando el mundo te clava sus espinas en las manos, es de esa que te acaricia el alma a base de susurros y vocecitas lindas aunque sean desesperadas, de la que hace que salga el sol cuando llueve y que caigan chuzos de punta cuando hace un calor que te sudan hasta las pestañas.

Son siete temas, siete, siete joyas de luz y de sombra que nos enseñan un poco más de lo que habita al otro lado del espejo.

Vamos a ellos:

1. You’re my acid: Empecemos por aquí, que para eso es la primera canción.  El viaje empieza con un ritmo que te va introduciendo casi sin darte cuenta en un torbellino sombrío que se torna luminoso en el estribillo.  La canción muestra un trayecto de lo inquietante a lo dulce. 

2. When she wakes up: Una de mis favoritas, vaya esto desde el principio.  Y es que estamos ante un pedazo de canción para empezar bien la mañana, pero con un aire melancólico típicamente inglés, el mismísimo Steven Wilson de los Porcupine Tree podría haberla compuesto, tan inglesa me suena, tan deliciosamente melancólica.  Me hace volver a mi año en Oxford, donde noche tras noche buscaba en calles y pubs la luz que me sacara de la oscuridad que me devoraba el alma, pero esa es otra historia, y hoy no he venido hasta aquí para hablar de mí.  La letra de esta canción, por cierto, narra de manera increíble lo que es estar enamorado, es, así, una canción de amor que no se hace pastelosa para nada.

3.  Boy: Toma trallazo minimalista.  En to la jeta.  Me encanta.  Una vuelta a los orígenes, a la América profunda de donde saldría el Blues más oscuro y sucio, que es al fin y al cabo el que más limpia.  Para mí, oír este tema es como leer a Faulkner, igual de transcendente, oye.

4. Methane: Es esta una canción extraña, y lo es desde que las guitarras empiezan como sin ganas, es como si te arrastrases por un bar medio colocado (o colocado entero) y te sintieras lleno de alcohol y de humo y de mierda hasta el cuello, pero se está bien así, la verdad.  Es como un poema de Bukowski, y ya sólo por eso me gusta, el sonido guitarrero sigue sucio y “cuidadosamente descuidado”.  Me apetece tomarme un buen whiskey, la verdad, y eso que yo no bebo nada de alcohol.  Me encanta esta suciedad tan de buena mañana.

5. Tonight I’m kissing you: Siéntate bien sentado para esta, empieza tan calladamente, tan de “incógnito”, que según se van añadiendo instrumentos el cuerpo se te pone loco de vida y rock n’ roll y para cuando llega el estribillo ya estás volando hacia un mundo oscuro que te atrae y te aterra al mismo tiempo.  La instrumentación es todo un acierto, es un ejemplo claro de “tocar lo justo”, con la intensidad necesaria, dejando espacio para lo que no suena, para lo que se ha de intuir antes que oír.  Pasote de tema, colegas.

6. Untitled prayer: Esto es un poema hecho canción.  La letra es de 10 pero es que la música y la voz son lo más.  Una meditación disfrazada de canción, no os digo más.  Gracias, Miguel, por este regalo.

7. Home: El tema más largo (4 minutos) y un “real grower”, por así decirlo.  Me ha ido gustando más y más, la primera vez que escuché el ep. me pasó desapercibido, la verdad, y con el tiempo se me han ido desvelando sus muchos aciertos.  La letra es buenísima, de la mejor poesía (a ver quién supera esto “made you a necklace of solid dreams and spoons”).  Este tema es un “ver las olas”, así me gusta definirlo, un sentarme ante la ventana para “ver llover”, es de esos que te dejan como suave por dentro, no sé si me explico.  Y luego viene esa parte que me encanta sobre el minuto 2:30 con un solo desgarrador y desde ahí se va hacia la oscuridad a ritmo de “tiniebla necesaria”.

Y bien, qué más decir, esta es una obra “íntima” y todo lo que he dicho sobra, la verdad, sobra porque no es capaz de mostrar lo que le hace “alkane radio city” al oyente, cómo lo envuelve desde el principio en un “suave desasosiego” que a mí me recuerda a las madrugadas de amor adolescente. 

A mí me encanta, eso está claro.  No dejes de escucharlo.  Lo necesitas, aunque aún no te des cuenta.

Lo puedes adquirir en i-tunes:  MIGUEL LAGE - alkane radio city

¡Hasta la semana que viene mis queridos selenitas!

domingo, 4 de diciembre de 2011

¡EL TAO MOLA UN PUÑAO!



A ver por dónde empiezo…  Durante una época muy oscura de mi vida me vi perdido del todo y sin capacidad de encontrarme.  Me imagino que esta sensación, tan profundamente humana, os sonará a muchos, acaso a todos.  En ese momento de suprema oscuridad pedía que se mostrara el camino pues yo me veía incapaz de ver por dónde podía quedar, y mañana tras mañana, tras levantarme de la cama, lo único que había ante mí era un muro de hormigón de 100 metros de alto por 10 de ancho, y largo como la Muralla China, oye, y eso en Soria es una barbaridad, como que daba vueltas y vueltas en un no parar (de dar vueltas y vueltas). 

Rendido ya a la noche del alma que me frecuentaba rato sí, rato también, acabé topándome con un puesto de libros de segunda mano que se había situado cerca de la Plaza del Olivo (los que conocen Soria sabrán del lugar) y allí me encontré con un montón de textos esenciales de espiritualidad oriental.  Me pillé varios sobre Zen y dos o tres de  Krishnamurti (que pronto tendrá su entrada).  El Zen me dio una bofetada dulce y cariñosa y me llevó al Tao, que lejos de ser una bofetada es en todo momento una caricia, también dulce y cariñosa.  Y desde entonces me convertí al Taoísmo más profundo (como también convertido estoy al Cristianismo, al Budismo, al Sufismo y a muchos otros ismos y noísmos).  Y claro, no es que yo sea taoísta, que eso no se puede, es que el Tao es yo, o el no-yo, o lo que queda cuando te vas para llegar a alguna parte que al fin y al cabo no es ninguna otra parte que la parte donde siempre habías estado o no habías dejado nunca de estar.  Lo que sea.

A mí me empezó patidifusando hasta el cogollo eso de que “el verdadero Tao no puede ser definido” (léase con voz de sabio taoísta para darle más mística a algo que no tiene nada de mística ni mixtificación).  “Jopelines”, me dije yo para mí mismo (y así, todo junto, que iba yo como con prisa en aquel tiempo, y además me estaba haciendo pis y tenía que ir al baño a la voz de ya), “esto es una rayada que lo flipas, tío”.  Y me quedé así, como con ganas de que pasara algo o dejara de pasar.  Escuchando.  No sé.

El colega Lao, tan lindo él...
Pero fuera lo que fuera, funcionó.  Y a día de hoy el Tao Te Ching (el libro clásico del Taoísmo, escrito por Lao Tzu) es mi texto espiritual favorito (por llamarlo de alguna manera, el Tao es lo contrario a lo espiritual, si es que hay algún contrario en la pura realidad, que es de lo que va el Tao).. 

Mirad, el Tao es el Tao y es a la vez lo que no es el Tao.  O lo mismo no.

A mí me fascina especialmente una versión glosada (y no, el Tao no necesita glosa, pero a veces mola el juego este de la redundancia, o a los humanos nos gusta, o mejor dicho a nuestros cerebros) que tengo en inglés por el Dr. Wayne Dyer (otro de mis favoritos, ay, cuánto le agradezco a este señor que se haya manifestado en esta vida hablando uno de los pocos idiomas que manejo con soltura).  Y es que me gusta más la traducción del chino al inglés que al español, a saber por qué.  Pero también hay magníficas ediciones españolas.
Mis dos ediciones favoritas
Osho ha escrito bastante
acerca del Tao.
La primera vez que lo lees no te enteras de nada (al menos yo), durante la segunda te enteras de lo mismo (de nada), tampoco en la tercera o la cuarta. Esto mola, porque ya cuando lo has leído más de 20 veces (no es un libro muy largo) ya aceptas alegremente que no te vas a enterar y lo celebras con una ristotada que parte el universo en dos y de esta “partida de universo” va y nace un vacío absoluto que está lleno del todo y de la nada y ahí ya está  lo que está y lo que no está no está hasta que de repente está sin estar para nada.  Y es que te descojonas.  Y te enamoras.  Y gritas y saltas y callas y mueres y vives y lloras y cantas.  Y todo mola cantidad y nada mola lo más mínimo.

El Tao…, ay, amigos míos, qué podría deciros del Tao, que como el amor, nada florece sin él pero que no se necesita para florecer porque en floreciendo se aparece el Tao dando la impresión de que no estaba aunque siempre hubiese estado.  O no.

Os quiero, amigos míos, os quiero un montón de piruletas (o dos).  Hasta el domingo que viene.

domingo, 27 de noviembre de 2011

ALGO TIENE QUE CAMBIAR

Burt Lancaster en El Gatopardo

Hoy iba a hablar del Tao, que me apetecía mucho…, pero he decido cambiar de tema (o acaso no, que el Tao se manifiesta como le viene en gana).  El Tao tendrá que esperar, que tengo una entrada de mayor actualidad (mira que suena tópico esto). 

El domingo pasado votamos (digo votamos como nación, como seres jugando al rollito este de ser “españoles” o lo que nos haya tocado en suerte oye) y digo votamos porque lo que es yo volví a no votar.  Lo cierto es que apenas seguí lo que pasaba.  No me interesa la política aunque me interesen los sistemas políticos.  En otras palabras, no me interesa hablar o discutir sobre política, pero me resulta fascinante cómo la “política” ha ido rigiendo este mundo nuestro tan bello como caótico (cada vez me siento más “entrópico”).

A lo que iba, el domingo pasado hice poca cosa de provecho, lo reconozco y lo celebro.  Raquel no estaba, así que tuve un día lento y especialmente silencioso, paseé con Kibo, cambié la jaula de Gandalf, puse una lavadora, recogí un poco la casa (al llegar a los baños me dio pereza y ahí los dejé, en su jugo, tan lindos ellos), y leí.  A eso de la hora de comer (no había mucha hambre en mí, comí algo de pan, un yogur y fruta, qué rico todo) me puse la tele y me enganché a una película maravillosa (como maravilloso es el libro en el que se basa), EL GATOPARDO, dirigida por Luchino Visconti.  Y allí estaba Burt Lancaster como el Príncipe Don Fabrizio Salina soltando una de esas líneas que marcan, sobre todo si estás en jornada electoral.  Burt, que es un aristócrata de rancio abolengo, habla con un religioso, este último le quiere hacer entender que si siguen dando privilegios a la nueva burguesía las cosas van cambiar…, el aristócrata le mira a los ojos y le espeta “algo tiene que cambiar para que nada cambie”.

Qué más puedo decir.  Que casi me atraganto con el yogur ante la revelación vespertina.  Ahí está la clave de los sistemas políticos, de unos y de otros.  Y de los cambios de sistemas, claro.

Nunca cambian las cosas importantes porque nos dan “el chocolate del loro” (y a mí siempre me da pena el pobre loro que se queda sin su golosina) que son los cambios no esenciales (pero que a veces se ven bastante, suelen ser “a bulto”).  Y así andamos, obnubilados antes el juego de las formas y olvidando nuestro propio corazón.

Y con esto en mente o en alma, un poema vino a mí y lo quiero compartir con vosotros.  Creo que es claro.  Si  no lo es, el que lo ha oscurecido he sido yo al escribirlo, porque él me vino perfecto y profético, como siempre viene los poemas.

Os adoro, mis queridos, ya lo sabéis.  Un besazo enorme para todos.

ALGO TIENE QUE CAMBIAR
por Francisco José Francisco Carrera

Algo tiene que cambiar
para que todo siga como estaba,
colega,
eso es así,
ha sido así
y si nadie lo remedia
será así por los tiempos
de los tiempos,
y qué tiempos,
joder,
mierda y asco de tiempos
estos,
pero también los otros
y los de más  allá.
No te creas
que antes era mejor,
la mierda suele oler
a mierda
aquí y en el espacio sideral,
y es que es la misma breva,
la misma oscura y sucia pantomima
de la vida que te chupa
hasta la médula
y te deja con cara de absurdo mono
colgando del árbol más triste de la tierra.

Se ha sabido desde siempre,
tío,
que para que cambie por fin
este infierno
tendremos que aprender
a ser el cielo y las estrellas,
y serlo por dentro,
mira lo que te digo,
que todo cambio de lo de afuera
es fuego de artificio,
que sólo desde la raíz
se puede llegar a lo que alimenta
de verdad,
y lo que alimenta de verdad
es la Verdad.

Así que ya sabes,
ellos nos dan algún cambio
y se quedan nuestras almas en prenda,
gentuza de ojos grises y corazones que huelen a orín,
aves de presa que nos esperan sin prisa
pues saben que hemos caído siempre,
y que volveremos a caer…

hasta que estallemos de hermosura
y nos florezca el amor hasta en las orejas
y entonces les miraremos
y les robaremos su reino
(que siempre fue el de todos)
a golpe de beso y de caricia
y ellos caerán deliciosos,
arrobados, gloriosamente
enamorados de sus hermanos,
pues todos nos reconoceremos
por fin,
sin los rostros,
sin las máscaras,
sin todo ese  pimpiringallo
que es parafernalia que oculta
lo único que de verdad importa.
Y al fin no tendrá que cambiar algo
para que todo siga como estaba,
porque todo, y digo bien, todo,
cambiará de repente,
sin transición,
Big Bang jaranero y sin igual,
y volveremos a ser quienes siempre hemos sido
y jugaremos con presteza en este paraíso de silencio
que nunca dejó de iluminarnos con su luz de eternidad.


domingo, 20 de noviembre de 2011

ESTÉS O NO ESTÉS, ÉCHALE UN VISTAZO AL ECLESIASTÉS

Dos de las amigas que siempre me traen suerte,
me las traje de mi  maravilloso viaje a Creta,
donde descubrí a mi propio minotauro una noche de lluvia


La Biblia es un texto que me ha interesado desde siempre, o desde antes de siempre, acaso desde nunca.  Bien es cierto que en  mi etapa más oriental mi fascinación por los textos clásicos del Taoísmo, el Budismo, el Hinduismo y el Zen me alejaron un tanto de otros que yo creía, erróneamente, que los conocía muy bien.  Nunca se conoce del todo la realidad, nunca se conoce del todo a los amigos, a las parejas, a la familia.  Nunca se conoce del todo un libro, un disco, una película…  Y así, al volver estas semanas pasadas a ciertos libros del Antiguo Testamente buscando inspiración para algunos poemas (que no he llegado a escribir porque la Plaza del Mercado me ha requerido de nuevo), me encontré, como por casualidad, ojeando el Eclesiastés.  Lo verdaderamente curioso es que ese mismo día me había topado en tres ocasiones distintas con referencias a dicho libro (una de ellas, la más peregrina, en un programa de televisión).

Tras tantas casualidades, esa noche decidí pegarme un buen chapuzón y cogí mi antigua biblia en español (es que mi favorita y la que más consulto está en inglés, que me la regaló una buena amiga británica, Vera Holmes, que tanto me ayudó durante mi año oxoniense), la que usaba cuando estaba en 6B (you'll have to trust me on this, I did have a childhood, really, and have hairs on my now shiny and notorious bald head).

Y zaca, pedazo de viento huracanado en los ojos, pedazo de texto, la leche, que no tiene desperdicio.  Y así ando ahora, que no dejo de aconsejárselo a todo ser viviente que me encuentro, aunque no sepa leer, como es el caso de nuestro perro Kibo.

No me voy a poner aquí a glosar, que lo mejor es que el que tenga ganas y tiempo y tiempo de ganas o ganas de tiempo, pues eso, que se vaya para el librillo (que es corto) y se lo meriende con gran aprovechamiento por todas las partes implicadas.  Es bonito, es poético, es precioso y preciso, es un regalo de vida y de muerte a la vez.

Yo ahora me quedaría, escuetamente, con estas palabras:

Aleja la tristeza de tu corazón
y aparta de tu carne el sufrimiento(…)

O acaso con estas:

Lanza tu fortuna sobre las aguas, porque mucho tiempo después la volverás a encontrar.

Pues eso, amados míos, que creo que ha llegado la hora de reivindicar en Luna de Agosto algunos textos que me parecen esenciales.  La semana que viene le tocará al Tao Te Ching, sin duda mi libro de cabecera desde que me vi envuelto en la profunda belleza del Taoísmo durante dos meses de descenso en picado a los infiernos más hirientes.  Allí aprendí que el dolor a su manera también cura y que la sombra sólo es el estado anterior a la luz.

Si pudiera ahora os cogería y os achucharía todo lo achuchable, por lindos y porque sí.  Preciosones todos, criaturas hermosísimas, hermanos de mi corazón.

Hasta el domingo que viene (si viene o si venís vosotros o si acaso vengo yo).

PD.  No confundir el Eclesiastés con el Eclesiástico (gracias, Paz, por señalarme este posible motivo de confusión).

domingo, 13 de noviembre de 2011

ORFEO


Últimamente no estoy encontrando demasiado tiempo para mis poemas.  Está bien así.  Cuando hay tiempo para ellos, los escribo (si se dejan), cuando no hay tiempo son ellos a veces los que se me aparecen a los pies de la cama nada más levantarme y justo cuando me dispongo a iniciar el día con mi meditación mañanera.  En estos casos, detengo un poco el mundo, lo dejo en pausa por un ratito y escucho lo que se me tiene que decir. Y el poema nace dulcemente.  Este ha sido el caso del poemilla que quiero compartir con vosotros este precioso domingo de luz y de cielo.

Me encanta desde chiquitín el mito de Orfeo y llevaba algún tiempo queriendo escribir algo sobre ello.  Esto es lo que ha salido.  Espero que os guste.  Un besazo enorme para todos.

ORFEO
por Francisco José Francisco Carrera

Si vas al Norte, acuérdate de Orfeo.
(A. González)

Orfeo, silencioso,
tenía el romo sabor
de las espadas
en sus labios.

Era su cuerpo
un lento atardecer
y su boca
una suerte de tortura.

Descendió, valeroso,
hasta las yermas
y oscuras entrañas
del mundo.

Encontró la luz
donde la tiniebla
reina y la esperanza
no tiene allí cabida.

Pero tuvo miedo,
volvió la vista,
y la sombra devoró
su fantasía.

Quisiera esperar
que en mi descenso
el corazón no tiemble
y encuentre la salida.

No miraré atrás,
amada mía,
te lo prometo,
seré de hielo.

Lo único que
quiero pedirte
es que cuando llegue
tú ya estés lista

y preparada
para darnos prisa
en escaparnos
de la casa de tus padres.

sábado, 5 de noviembre de 2011

ALICIA RECORDADA

Siempre me ha encantado Alicia, desde chiquitín.
¿Uno de mis primeros amores?  Pues sí, la verdad.
Ahora que ando "reiniciando" vida universitaria con mi vuelta a la UVA después de dos años muy poéticos y meditativos (dos años esenciales para mi proceso de formación vital, dos años por los que le estoy profundamente agradecido a Dios - al Universo, al Silencio de las cosas, al Aliento primigenio, llámalo como quieras, aquello que es verdaderamente, como decía el Tao, no puede ser nombrado - y de los que no puedo decir nada negativo), me encuentro archivando la mayoría de mis "materiales" docentes en relación con la literatura inglesa en su rama más filológica.  Ahora inicio periplo por mares didácticos así que todo esto me va a servir de poco (aunque me haya dado tanto y tanto a lo largo de 11 años de frenética docencia e investigación crítico-literaria).

A lo que iba hoy..., resulta que mientras archivaba ejercicios, textos y fotocopias varias, me he encontrado con un poema maravilloso e increíble de Isolina Bellas Galbán.  Os lo muestro para que lo disfrutéis, es tal la bocanada de amor y ternura que desprenden estos versos que no creo que sea necesario añadir nada más:

"Alicia esta vez cayó por el árbol de mis memorias"
por Isolina Bellas Galbán


Todos nosotros hemos estado allí y aunque no desembarcaremos en ellos nunca más, todavía podemos oír el murmullo de las olas al romper sobre arena.
(James Mattew)


En las aguas de mis recuerdos aún navegan
Peter Pan, Wendy,
Alicia,
la atrevida balsa de Tom Sawyer;
Caperucita monta sobre el lomo
del lobo, que cuida esta vez
su preciosa carga mientras nada;
flota el zapatico de Cenicienta;
la Bella Durmiente viene a la deriva
soñando quizá que la bañan
las olas de los sueños;
los enanos cantan y tras ellos Blanca Nieves
para quien yo he quitado de este mar
todas las manzanas;
he ordenado que la Durmiente no despierte nunca
aunque vengan mil príncipes a llevársela;
trataré que Cenicienta no encuentre su zapato;
Caperucita será eterna amiga del lobo;
el intrépido Tom Sawyer buscará para siempre
aventuras fantásticas;
Alicia ya no saldrá más de su país
y Wendy no entrará porque he cerrado la ventana.
Me bastará una última mirada al Nunca-Jamás
para llevarme todas sus esencias.
Peter Pan... por favor,
no me eches de tu isla.

Ay, chicos, qué dulces versos..., y si os quedáis con ganas de más, aquí os dejo un enlace con otro poema maravilloso de la misma autora: LA ESTRELLA NECESARIA

Nada más, besotes enormes y luminosos, por lindos y por precisos.

domingo, 30 de octubre de 2011

INGLATERRA (VISIONS FROM THE NORTH, PART II)

La foto la sacó Raquel tras una partida épica
de Mancala que gané inesperadamente
 en un hotel cercano al Museo Británico.
Nunca he tenido tanta suerte en un juego, oye.
Para todos aquellos alumnos con los que he compartido el idioma inglés, pues siempre fueron mis maestros, en especial para los que tengo este año en la Uned y en la Aulas Europeas.

Yo sé que hubo una época en que fui inglés (y otra, esto lo descubrí el año pasado a través de enseñar historia de Estados Unidos en la Uned, americano), o digamos que lo que en mí habita lo fue, lo que ahora ocupa esta forma calva y saltarina y española de nacimiento (así dan fe mi carné de identidad y mi pasaporte).  Lo tuve claro desde niño.  Lo tuve claro desde que con apenas 8 o 10 años vi aquella película inglesa por la tele de la que ya he hablado en otra entrada para este blog (vid. Inglaterra, visions from the north part I, sábado 16 de enero de 2010).  El niño de entonces se quedó absorto ante aquella escena de un muro azotado por la lluvia y el viento de mi amada Inglaterra del Norte.  Me enamoré, eso está claro, pero lo cierto es que reconocí algo, algo en mí gimió de alegría y dolor al ver aquel muro oscuro y rojizo y que me transmitía un sabor desconocido y familiar a la vez.

A su manera, me prometí aquella tarde de invierno que cuando fuera mayor, pasara lo que pasara, me iría a vivir a Inglaterra por un tiempo.  El destino, tan dadivoso siempre, me trastocó un tanto los planes cuando interpuso entre mi deseo y su consecución una joya preciosa, precisa e inesperada.  Mi primer año fuera de este país (esta tierra accidentada y accidental en la que había nacido pero a la que nunca he acabado de pertenecer) me llevó directo a Dublín.  La bella Irlanda me ha regalado demasiadas cosas como para enumerarlas todas aquí.  Baste decir que Irlanda me regaló la poesía, me hizo poeta sin yo saberlo.  Esto lo iría descubriendo cuando por fin me pude ir a vivir a Oxford dos años después.

Siempre he estado herido de lluvia y de té y de Shakespeare, y por eso cada vez que he pisado suelo británico me he sentido como en casa.  Mi destino no podía estar separado del inglés.  Acabé haciéndome profesor de inglés, no es algo que tuviera premeditado, la verdad, pero todo se desarrolló de forma natural y casi sin transición.  Y claro, me apasiona compartir durante mi tiempo de trabajo mi pasión británica y su profundo amor por la lengua inglesa.  Este ha sido uno de mis mayores privilegios a lo largo de los años.

Llevo ya un par de clases con un grupo nuevo, un fantástico grupo de docentes en activo que han decidido aprender o mejorar su inglés dentro del programa de las Aulas Europeas.  Y me encanta, oye.  Da gusto el sentir ese deseo, ese interés, esa pasión en otras personas por algo que ha marcado mi vida (al menos esta vida corporal que ahora se manifiesta en mí formalmente) y que sin duda la seguirá marcando hasta su extinción (toda extinción es, por otra parte, temporal).  Siempre que enseño inglés tengo la sensación de estar con un grupo de amigos compartiendo un mismo hobby, el tiempo se me pasa volando y hay momentos en que simplemente me  pararía, miraría a los ojos de todos y cada uno de los alumnos y querría darles las gracias por estar allí compartiendo la “plenitud de ese momento”. 

Esta vida que dicen que es real está llena de cosas asimismo reales que nunca conoceremos: labios que nunca besaremos, ciudades que nunca llegaremos a visitar, idiomas que no podremos entender…, y con todo el mero hecho de sentir la respiración llevando la savia misma del universo a través de nuestras arterias, el ver cómo el corazón sigue su ritmo sin esfuerzo a pesar de dolores y problemas o el saber sin comprender que los ojos de los ojos son los que pueden ver más allá de las formas, todo eso hace que nada nos falte, que nada nos robe del absoluto equilibrio del aquí y ahora.

A su manera, mis varios viajes a Inglaterra a lo largo de los años me han nutrido ciertamente en diversos aspectos.  Aprendí un idioma (o lo recordé, como me gusta pensar) y renové mi forma de ver el mundo.  Lo cierto es que he sido un solitario durante todo ese tiempo, paseaba solo, iba a los sitios buscando barro, piedras y recuerdos, esperando encontrar la pieza que me faltaba para completar el puzzle.

Podría hablar y hablar sobre lo que para mí significa el inglés, el enseñar inglés en particular, pero quedan muchas entradas por aparecer en este blog.  Y mis visiones del norte seguirán llegando, no lo dudéis.  En mi alma se entrelazan el guerrero anglosajón y el árabe poeta, pero de alguna extraña manera todos los días de mi vida siento que, como dicen en Juego de Tronos, winter is coming…

Como otras semanas, os dejo con uno de mis últimos poemas.  Espero que os guste, queridos míos.  Que tengáis una semana llena de  Luz y Entendimiento. 

Gracias por estar ahí.

EL AMOR ETERNO
por Francisco José Francisco Carrera

He vivido con otros nombres,
amado cuerpos con otros cuerpos,
sentido mil emociones distintas
con este mismo corazón que sueña,
pero siempre que me preguntas
si te quiero, vida mía, no puedo
dejar de decirte que sí, cariño mío,
que te quiero desde siempre
y que siempre te voy a querer.

sábado, 22 de octubre de 2011

MI PUF DE MEDITACIÓN


Mi nuevo puf de meditación
Ayer Raquel me regaló un puf (me gusta más la grafía francesa “pouf”) de meditación. Como sabe que mis pausas meditativas son muy importantes, siempre ha estado dispuesta a encontrar lindos soportes para mis posaderas, tan sufridas ellas.  Con esto en mente (o en culo), me ha apetecido hablar un poco de mi rollito meditativo.

Decía Ernesto Sábato en La Resistencia que “ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente?  Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y quizás la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca.  Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.”

La verdad es que lo que más me gusta de meditar es lo despacio que va todo, incluso cuando todo va a una velocidad de vértigo hay un algo que ralentiza la rapidez y le da una nueva tonalidad, un nuevo sabor.  Hace años que me siento un par de ratitos al día para no hacer nada, nada más que estar sentado, quiero decir.  Con el tiempo, he ido viendo que esos ratos han sido de lo más útiles y de los mejor aprovechados.  Detener el mundo, detener el tiempo y la mente, posar el pandero a ras de suelo y dejar que todo sea, simplemente, que todo venga y se vaya, se quede o te explote justo en la piñata.  

Cuando alguien me pregunta que para qué medito, siempre digo que para nada, que simplemente medito, o algo.  Ha habido temporadas en las que no lo he hecho, como tantas cosas en la vida, pero sí que es cierto que de un tiempo a esta parte es algo natural, tan natural como comer, dormir o hacer pipí y que por tanto no requiere de ningún esfuerzo.  Y mola.  Ya está. 

También es usual que la gente pregunte si deberían meditar…, ante lo que contesto, y yo qué sé, yo medito, tú haz lo que te salga del berbiquí, eso es lo que mola, que cada uno tome sus decisiones y descubra qué cosas le hacen bien y qué otras le sientan como un bocata de callos con tortilla de panceta confitada 5 minutos antes de irse a la cama.

Ah…, la meditación, a mí me mola, poco más tengo que decir, también me encantan las videoconsolas, la música Heavy, los calcetines simpáticos, los perros que parecen gatos y los gatos que parecen perros, el té Earl Grey, las verduras de todos los colores y las pelis inglesas y americanas antiguas, entre otras muchas cosas.   Y a su manera he ido observando que todas estas cosas son una “forma de meditación” (y lo bien que suena esta frase en inglés, oye, “a sort of meditation”).  Escribir este blog también lo es...

Y quiero acabar citando unos versos de mi querida hermana, maravillosa poetisa ocasional, que viene muy al cuento.  Pues bien, dice MariPaz (como la solía llamar de niño, ahora suelo referirme a ella como Paz, simplemente):

Crecí...
Crecimos todos.
Y, de repente,
ya era tiempo de prosa.
De prosa y de prisa
(no sé si hacer la broma:
me siento presa).

Es  flipante.  Me encanta.  Es tan diáfano (la poesía de Paz suele serlo, por eso me gusta tanto, entronca en  este sentido con la filosofía de mi bienquerido Luis Alberto de Cuenca sobre la "línea clara") que huelgan interpretaciones o glosas de ningún tipo.

Nada más por hoy, cositas lindas, lectores preciosos, amigos de alma, que me marcho a otros menesteres después de esta meditación con vosotros, después de sentiros muy pero que muy cerquita del corazón.  

Besazos enormes para todos.

domingo, 16 de octubre de 2011

TODOS USTEDES PARECEN FELICES...




Hace ya más de dos años de la última clase de literatura que impartí, bien es cierto que he continuado enseñando historia del Reino Unido y de USA así como inglés para varios niveles, pero literatura, lo que se dice literatura, no he vuelta a enseñar.  Y lo cierto es que tampoco lo echo de menos aunque lo eche de menos mogollón.  A ver si me explico, lo que me gusta de enseñar (que es lo mismo que me gusta de aprender) es la variedad, tanto en los contenidos como en la metodología, por eso siempre me ha  apasionado cambiar de asignaturas.  Con todo, la asignatura que más años seguidos he dado es la de Literatura del Inglés en la Escuela Universitaria de Educación de Soria, y claro, siendo lo literario uno de mis amores más profundos, la experiencia ha sido fantástica en todo grado.  De vez en cuando echo de menos aquellas clases en las que con mis alumnos analizábamos poemas y relatos cortos (rara vez nos ocupábamos de novelas u obras de teatro, siempre primé la “intensión” sobre la  “extensión” al enseñar), pero en general me alegro de no hacerlo ahora, no descarto volverlo a hacer y sin duda me gustará ocuparme de estos temas en escritos, charlas o lo que venga.  Está bien así.  Sin embargo, a veces me encuentro en mi camino con obras que me hacen volver a sentirme, primero, alumno para, después, regresar a ser el profesor de literatura de antaño.

Ando este precioso otoño leyendo la poesía completa de Ángel González y ando enamorándome de nuevo del mundo, de los olores que anuncian el frío, de las hojas de los árboles que nos recuerdan para qué hemos venido a la vida, de los niños que corren de vuelta al cole, de los rayos de luz que se filtran por la ventana de mi estudio cuando escribo por las mañanas, del jubilado que a paso cansino se dirige, periódico en brazo, al banco de turno a ver pasar el mundo de nuevo…, de todo eso que hace de la vida una experiencia sin igual.  Y así, van cayendo las joyas de luz de Ángel González que este nos presenta en Palabra sobre palabra (animaos, que  por sólo 10 eurillos os hacéis con una bibliografía esencial, está publicado en Austral y ya en edición de bolsillo).

Y así, justo entre sesión de meditación y preparación de mi clase de historia de la Uned, el pasado jueves me encontraba con esta maravilla que quiero compartir y comentar, a modo del profesor de poesía que era.  Escuchad esta genialidad:

TODOS USTEDES PARECEN FELICES…
por Ángel González

…y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen, incluso,
palabras
de amor.  Pero
se aman
de dos en dos
para odiar de mil
en mil.  Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen – nada
más que parecen – felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo: esta
desesperante, estéril, larga,
ciega desolación por cualquier cosa
que – hacia donde no sé -, lenta, me arrastra.

Me pillaron desprevenido, los primeros versos me pillaron en pelotica picada y con cuerpo juguetón y todo el peso del mundo me destrozó hueso tras hueso, y mi espalda, vencida por tal carga, se hundió con un lamento miserable.  Craca.  Nada más.  Pero qué podemos hacer ante tal declaración desde el corazón mismo del hombre… “todos ustedes parecen felices y sonríen, a veces, cuando hablan”.  Craca, otra vez, craca.  Putupún.  Ahí es nada.  En tal prosaica declaración el poeta lanza el guante, nos mira a los ojos y nos reta a base de prosa versificada.  Y yo, que para esto soy muy pendenciero, acepto el envite y le digo: “y qué más tienes que decir, piltrafillla”.  El poeta está dispuesto a darme una lección, así que no se calla y ahí se empieza a montar parda: “…se aman de dos en dos para odiar de mil en mil.”  Aquí yo empiezo a llorar, de rabia, agonía y desesperación.  Y miro a mi mujer (es un decir, ella estaba trabajando en el cole) y siento la verdad de lo dicho, el hombre decide emparejarse pero sigue mostrando un odio inveterado a lo de más “afuera” (eso cuando no odia también a su pareja).  Es un “dos en dos” simbólico, claro, hacemos lo mismo con la familia o los grupos de todo tipo (amigos de farra, asociaciones culturales, clubes de mus, etc.)  Formamos falsas uniones de amor y amistad para odiar a otros grupos de forma compartida, aceptada y, por tanto, nos apoyamos en el rechazo pero disfrazándolo de amor. 

Y esto nos pasa a menudo con las nacionalidades…, y claro, para mí, que nunca he sabido si soy inglés, escocés, español, francés o incluso letón, que a veces no sé qué lengua usar o con cuál me siento más a gusto, para mí, digo, lo de ser español es un mero accidente que me aporta un número de códigos que amo, pero en modo alguno me aleja de lo de afuera porque no estoy por la identificación con los modos y las formas.  Pero la historia de la humanidad ha sido una  historia de guerras por ese “amar de dos en dos para odiar de mil en mil”.  El poeta aquí se ha transformado en visionario y no va a callarse lo que ve, aunque te duela, aunque le duela a él mismo, pues es humano, más de lo que puede soportar.

Y el viaje sigue, y la oscuridad se presagia terrible.  Pero detrás de la oscuridad está la luz.  Allá vamos, melena al viento (el que la tenga, claro, que yo soy calvo).  Ahora me pregunto “si guardo toneladas de asco por cada milímetro de dicha” y con cierto rubor no sé muy bien qué contestar, o sí sé, pero me da cosa.  Es lo que hay, desde pequeños se nos ha programado para que estemos mirando todo “con lupa” y esto lo que consigue es que no estemos “contentos con nada”, incluso si lo tenemos todo.  De ahí, creo, esa idea de maximizar el “asco” y minimizar “la dicha”.  Así habló el Poeta.

Es un poema muy claro, ahí radica su principal cualidad, empieza claro, sigue claro y acaba claro.  Claro.  Me fascina la siguiente idea, la idea de que “hablamos” realmente cuando no tenemos nada que decir, que cuando tenemos cosas importantes que transmitir, solemos usar otros medios y no la palabra.  El acto de hablar se convierte así en una pantalla (o una  máscara) tras la cual nos protegemos para que no nos duela tanto la miseria.  Pero todo es una prestidigitación vana.  Sólo aceptando la miseria  podemos transcenderla y convertirla en, como diría Vicente Gallego, la Plata de los Días. 

Pero sin duda estoy llegando demasiado lejos y lo mejor sería ya alejarme, dejaros a solas con el poema, nada más, dejaros a sólo con esta maravilla que a veces duele pero siempre cura.  Aunque, como no me gusta acabar con tono agridulce, quiero cerrar la entrada con otro poema precioso y luminoso, también de Ángel González (pero vete ya para alguna librería y cómprate el libro de sus poemas), otro también de mis favoritos:

LA LLUVIA

No; la lluvia no te moja:
te resbala.
Tienes la piel de aceite, amada mía.
Ungida con aceite, perfumada.

Todo lo ha traspasado la ternura
la lengua transparente de las aguas.
Un vapor dulce, como el aliento
de un buey, cálidamente exhalan
los árboles.
Gotas largas,
como alfileres líquidos,
brillan al primer sol de la mañana.

La lluvia que ha mojado tus cabellos
no ha mojado tu cuerpo ni mi cara.

Gracias a todos por estar ahí, el mejor y más inclusivo de mis abrazos va para vosotros y en cualquier momento del día os pillará desprevenidosJ.

domingo, 9 de octubre de 2011

CONOCERTE DE VERDAD

Lo cierto es que los humanos nos hemos acostumbrado a tener la necesidad de tener control sobre todo.  Por eso nuestra imperiosa urgencia por nombrar, clasificar, diseccionar y delimitar.  Nos aterran por igual el vacío (o la nada) y la proliferación de las formas.  Pero del mismo modo en que nos aterran, también nos fascinan.

¿Os habéis dado cuenta de qué difícil es ver con ojos nuevos a las personas conocidas?  Creemos saber cómo son nuestros amigos, parejas, familiares, etc.  Y por ello decimos cosas como "es que mi padre nunca cambiará" o "mi mujer nunca probará el sushi" o acaso "mis hijos no van a madurar nunca".  Lo cierto es que nos juzgamos a nosotros mismos con la misma severidad, así que todos tan felices.  Pero esto es una milonga que para qué...

Tenemos que aprender a olvidar para ser capaces de aprender a aprender.  Está muy bien el ser capaces de utilizar el cerebro como la utilísima herramienta que es: para comprender, para analizar, para abstraer, etc.  Pero el cerebro hay que resetearlo de vez en cuando porque si no lo hacemos, fijaremos cosas en un mundo en el que las cosas nunca son fijas..., ni los comportamientos, ni las opiniones, ni los pensamientos.  En el mundo de las formas (y los pensamientos son formas mentales) nada permanece anclado, baila constantemente y no deja de transformarse en algo nuevo.

Y esto viene a cuento porque llevo unos días en los que nada más levantarme miro a Raquel y, tras dar las gracias por haber compartido con ella estos años de mi vida, paso darme cuenta de qué poco la conozco y de cuánto cambian de segundo a segundo todas las personas que conocemos (y nosotros mismos, obviamente).

Pues con esto en mente, ayer me puse "poético" y medio escribí un esbozo de poema, no suelo compartir mis poemas hasta que han alcanzado una forma más o menos conclusiva y esto que ahora comparto con vosotros es un "protopoema", por decir algo, está el armazón y algunas frases que me gustan, pero todavía tiene que ser reformado y pulido, pero allá va.  Con ello os dejo hasta la próxima semana, guapos.  Un besazo enorme para todos.

SI ACASO TE PUDIERA CONOCER
por Francisco José Francisco Carrera.

Si acaso te pudiera conocer
alguna vez del todo,
el mundo se volvería triste y vacío,
gris y lleno de oscuros lamentos,
de gente llorosa y animales muertos.

Pero cada día te conviertes,
querida mía, en algo nuevo,
hoy eres un cielo violeta,
ayer la risa del niño que vuela una cometa
y mañana, quién sabe,
mañana puede que no llegue nunca.

Ni siquiera después de mil años
a tu lado te conozco lo más mínimo,
eres distinta cada día,
eres distinta aunque dices ser la misma,
y mientras camino a tu lado
voy olvidado mi nombre
y me pierdo para siempre
en el precioso universo
de las palmas de tus manos.

domingo, 2 de octubre de 2011

EL DOLOR DE ESTAR VIVO

El advenimiento de la luz absorbe por completo la llma vacilante que emiten las acciones disciplinadas.
(Lucas, 17:20-21)

Hoy quiero hablaros del dolor de estar vivo.  No voy a hablar del sufrimiento.  El sufrimiento no es real.  El sufrimiento no es ni siquiera un fantasma: es la sombra de un fantasma que duerme y sueña que está vivo.  Pero el dolor está ahí y es real.  Lo real a veces duele.  Lo que duele nos transforma.  Hemos venido a este mundo de formas para transformarnos constantemente antes de regresar a la Unidad de la Luz Primordial.

El nacimiento y la muerte son dos cabos en una cuerda finita que participa de lo infinito.  Creemos que la cuerda es lo único real y que los cabos, en cierto modo, no importan demasiado.  Este es el motivo por el que uno lo olvidamos en seguida y al otro lo tememos de por vida.  Pero yo os digo, hermanos míos, que lo esencial no son las formas sino el espacio entre las formas.  Mi cuerpo me aleja de ti pero el silencio de no ser yo me acerca profundamente a ti.  Y cuando empiezo a vislumbrar que yo no soy yo ni tú eres tú, el dolor se torna dulce, se transforma en caricia de luz y en abrazo de oscuridad.  Y al transformarse también nos transforma a nosotros.

He venido hasta aquí este domingo para hablaros del dolor de estar vivo.  De cómo ese dolor es bondadoso porque nos hace uno con lo Infinito, con la Unidad, nos arranca las miserias y las quejas una a una, nos violenta el corazón con un zarpazo abrasador.  Nos deja desnudos e inermes ante el mundo y justo entonces comprendemos qué es ciertamente el Amor.

Vivir es morir lentamente mas morir es volver a la consciencia de que nada muere para siempre, tan sólo las máscaras, las formas y lo innecesario.  Lo que queda es lo que es, siempre ha sido, real.  Siendo seres de luz, las sombras solamente son un juego precioso, siendo espíritus libres, la carne es tan sólo una dulce prisión que nos ayuda a ver aquello que es, que siempre ha sido.

No se puede huir de aquello que es, pues siempre somos lo que somos, que es exactamente lo que queda cuando nos liberamos de lo que otros creen que somos…, y de aquello que nosotros mismos creemos que somos.  No somos lo que creemos ni lo que queremos ni lo que tememos, somos lo que somos.  Al fin y al cabo, simplemente somos.

Y esos es lo maravilloso.  Compartir esa seidad.  Y al fin ser capaz de dejar de amar para ser por fin el verdadero amor que ama.  Para ser la llama ilumina y enciende a otras llamas para después extinguirse y volver a ser encendida por otra llama…

sábado, 24 de septiembre de 2011

HELLBOY: LAS BONDADES DEL INFIERNO (parte 1)

Alguien tiene que hacerlo...
Para mi buen amigo Miguel, que tanto me ha enseñado sobre cómics.


La abominación aguarda y sueña en las profundidades, 
y sobre las vacilantes ciudades de los hombres fluctúa la destrucción.
(H. P. Lovecraft, La llamada de Cthulhu)

Si fuera listo, me largaría de este maldito sitio ahora mismo…
(M. Mignola, Hellboy: El Vârcolac)

Lo que sale de la oscuridad suele acabar regresando a la oscuridad.  Pero antes, lo sé, ha recogido algo de luz, por ello nunca vuelve a una oscuridad tan profunda como aquella otra primordial en la que se gestó.  Vaya esto por delante.

Desde niño me he sentido fascinado por el barro, por el frío tacto de la piedra abandonada en el medio de la nada, por aquellos rincones que en nuestras casas parecían estar  plagados de serpientes y arañas, insectos de todo tipo, acaso de fantasmas de niños muertos en sueños imposibles.  Y desde niño he buscado ese hálito de muerte oscura que hace iluminarse la llama intacta de la vida.  He sido un buscador de la noche, de la eterna noche inmaculada, del fuego negro que enternece la blanca sábana, y creo haber encontrado esa tiniebla redentora que es a su vez hoguera luminosa en varios sitios.  Primeramente en los relatos de H. P. Lovecraft y de E. A. Poe, después entre las canciones de J. Buckley, Nick Drake y Porcupine Tree (el grupo más británicamente melancólico que he escuchado nunca), más tarde en el cine de Dreyer y Bergman, o en el de Egoyam y Fassbinder y Wenders, aún más tarde en los versos de los románticos alemanes y en los de Wolfe, de Cuenca, Carver y últimamente en los de J. M. Mesanza.  Y ahora va y llega mi amigo Miguel Lage y me planta encima de la mesa unos cómics de Hellboy.  Llevo algo más de una semana flipando, totalmente mesmerizado.  Para mí, eso está claro, habrá siempre un antes y un después de conocer a Hellboy.  Creo que me he vuelto a enamorar como si fuera un adolescente.

Algo así me pasó cuando era  más jovencito, eso es cierto, con el descubrimiento de dos autores, H. P. Lovecraft y J. L. Borges (etapa que cerraría de forma maravillosa al escribir y publicar un breve estudio comparativo sobre ellos en el nº24 de la Revista Castilla: Estudios de Literatura – Universidad de Valladolid).  Pero hacía como tropecientos años que no volvía a descubrir el mundo de la creación literaria con tal intensidad (mis incursiones poéticas y por la espiritualidad han sido de otro tipo), tan “in your face”, por decirlo en inglés.  Los que me  conocen saben que, a ratos, puedo ser obsesivo (nada grave, creo) y que siempre me ha resultado agradable olvidarme del mundo exterior para interiorizar un poco y así volver a salir cambiado del torbellino interno que todos compartimos.  Pues eso me ha pasado y claro, ya de vuelta (o casi), quería compartir con vosotros esta nueva pasión.  Como me da a mí que voy a tener bastante qué decir, este es el primer post sobre el mundo de Hellboy.

Y bien.  Qué hay en Hellboy.  Acaso debería decir qué no hay.  Pues es una obra híbrida en todos los sentidos, tanto temáticos como formales.  Ya sabéis que mi Tesina se centró en la hibridación genérica (en la poesía de James Fenton, pero esto es otra historia, y una muy larga, by the way), así que todo lo que sea traspasar fronteras genéricas me interesa.  Por un lado, Hellboy es a la vez cómic, pintura, cine y, si me apuras, videojuego, pero lo que más  me interesa es que en sus páginas se mezclan los valores narrativos, los líricos y los dramáticos de una manera escepcional.  Sus historias beben a la vez del Pulp más rancio, del horror de Lovecraft, del humor negros, de lo meramente detectivesco, de la mitología más culta y del folclore más tradicional, todo ello aderezado con constantes guiños post-post-post-post-post-(añade los posts que quieras)-postmodernos.  Pero esta disección es baladí, obviamente, una obra de arte funciona en conjunto y no parte por parte.  El conjunto todo lo comprende y es lo que da sentido a cualquier manifestación; esto es lo que ocurre con Hellboy, que la obra es tan masiva que a uno le recuerda a la Iliada o la Odisea, o al Gilgamesh mesopotamio, o a la magnificencia del Beowulf anglosajón o a la delicadeza del Kalevala finés.  Todos estos valores épico brillan en Hellboy, pero están siempre matizados por un deseo infinito de llegar hasta el alma lírica del mundo, esa alma que es el aliento primero del universo.  La canción de la madre que se enrosca cual serpiente en el árbol sagrado para convertirse a su vez en estertor de muerto.  En otras palabras, en las viñetas de Hellboy importa tanto lo que se dice como lo que se sugiere, pero de esto me ocuparé con mayor profundidad en la entrada de la semana que viene.  Esta no deja de ser una introducción.

Y como no quiero alargarme, pues toda introducción ha de tender hacia lo breve (respetemos, pues, la convención genérica aquí), me despido con un poema que le he dedicado a uno de los héroes más maravillosos que nos ha dado la cultura del Cómic.  Espero que os guste:

HELLBOY
por Francisco José Francisco Carrera

Hay días en que desde que te levantas
uno no está para gaitas,
sabes que todo va a ir mal,
que habrá más mierda que de costumbre
pululando por el universo
y que por mucho que te esfuerces
no podrás limpiarla toda.
Son días jodidos, amigo,
eso es cierto,
son días, para qué vamos a negarlo,
en los que lo mejor sería quedarte en la cama,
pero no, claro, el mundo está ahí
y siempre habrá alguien
con ganas de reventarlo,
y es  que el mundo está jodido de parte a parte,
jodido como esos  días jodidos
en los que todo se jode un poquito más
en cuanto miras para otro lado.
Pero aquí estoy yo, dispuesto a todo,
pistola en mano y sin apenas esperanza
de que esto acabe pronto o cambie un poco.
¿Sabes?  Hoy es un día de esos,
de esos días jodidos, de hecho es
uno de los días más jodidos que he conocido
(y he conocido muchos, créeme)
pero es un día más al fin y al cabo
y no tengo nada mejor que hacer
que acabar de nuevo otro trabajo
y de paso salvar el mundo.

Mañana, tenlo por seguro,
voy a tener agujetas.


sábado, 17 de septiembre de 2011

EL SILENCIO DE LA DIOSA

La Diosa de las Serpientes

EL SILENCIO DE LA DIOSA
(Poema en prosa de Francisco José Francisco Carrera)

Para mi hermana MariPaz

La Diosa siempre nos habla en silencio.  Cada forma es un suspiro que nació en el vientre de la Diosa.  Nunca fue de otra manera.  Esto ha  sido así desde antes de que el no-tiempo diera origen a aquello que necesitó de la ficción de la historia para ser comprendido por la mente insulsa de los hombres.  La Diosa no es ni anterior ni posterior al tiempo.  El tiempo simplemente no es para la Diosa.  La Diosa sonríe ante la mente que quiere aprehenderla en sus pequeños confines, ella contiene a su vez el universo y el vacío absoluto que lo rodea.  El mito es la manera humana de hablar el lenguaje de la Diosa, el hombre no se da cuenta de que la Diosa no habla idioma alguno, en todo caso Ella es el idioma que florece en el silencio.

Hoy canto a la Diosa Blanca, pero también a aquella que cubre su cuerpo con el rojo puro de la sangre y del amor.  La Diosa Negra de la noche acude presta a mi llamada.  Y todas las mujeres del mundo hablan un lenguaje que murió cuando Babilonia era joven.  Y los hombres asentimos y sabemos qué es verdad, reconocemos el nombre detrás del nombre, la esencia original que desaparece detrás de las máscaras y el signo.  Sus ojos habían cegado el fuego con una luz esplendorosa y acaso por eso cuando nos levantamos nos dimos cuenta de que el mundo, tal y como lo habíamos conocido, era un infecta cloaca de miedo, odio y estupidez total.  Pero la Diosa tenía colmillos de hielo y sus manos eran llamas infinitas que todo lo podían sanar.  Nos acercamos a ella y le pedimos que nos ayudara a cruzar el desierto de los días y el mar oscuro de nuestras noches.  Ella sonrió, nunca nos había abandonado, éramos nosotros los que le habíamos dado la espalda aquella madrugada en que creímos lo que era falso y desechamos nuestra esencia verdadera, cuando las mentes no quisieron volver a escuchar al corazón.

Y aquí estamos, ante la roca y la espiral, a punto de abrir la puerta que nos permitirá acceder a la vida nueva que es la vida más antigua, el  principio disfrazado de final.  Y no tenemos miedo, nada nos preocupa ya, hemos dejado de ser hombres o mujeres, no tenemos ni nombre, ni patria ni mucho menos edad.  Somos lo que somos, pero sobre todo SOMOS.  Y somos a la vez el Uno y los Muchos.  El universo entero explota dentro de nuestros pechos y en nuestros corazones nacen miles de estrellas y miles de mundos a su vez nacen y se pueblan en nuestros ojos y todos mueren y viven a la vez.  Nunca hemos sido tan nosotros mismos, nunca hemos sido tan los otros.

Y la Diosa nos vuelve a hablar desde su  prístino silencio primordial.  Cada forma suspira por regresar al vientre de la Diosa.  Nunca hubo de ser de otra manera.  Esto será así cuando el hoy sea el pasado transformado en el futuro, el tiempo del no-tiempo, la historia más allá de la historia.  La Diosa venció a la muerte muriendo y muriendo se convirtió en el amor que no muere.  El tiempo simplemente se disolvió ante la Diosa.

La Diosa ha abierto abismos de luz allí donde moría la esperanza y ha derramado, dadivosa, su sangre, su cuerpo y su alma en cada cosa.

Y el amor crece en mí cada mañana y cada noche muere para volver a nacer al volver de forma absoluta al Silencio de la Diosa.