¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 27 de noviembre de 2011

ALGO TIENE QUE CAMBIAR

Burt Lancaster en El Gatopardo

Hoy iba a hablar del Tao, que me apetecía mucho…, pero he decido cambiar de tema (o acaso no, que el Tao se manifiesta como le viene en gana).  El Tao tendrá que esperar, que tengo una entrada de mayor actualidad (mira que suena tópico esto). 

El domingo pasado votamos (digo votamos como nación, como seres jugando al rollito este de ser “españoles” o lo que nos haya tocado en suerte oye) y digo votamos porque lo que es yo volví a no votar.  Lo cierto es que apenas seguí lo que pasaba.  No me interesa la política aunque me interesen los sistemas políticos.  En otras palabras, no me interesa hablar o discutir sobre política, pero me resulta fascinante cómo la “política” ha ido rigiendo este mundo nuestro tan bello como caótico (cada vez me siento más “entrópico”).

A lo que iba, el domingo pasado hice poca cosa de provecho, lo reconozco y lo celebro.  Raquel no estaba, así que tuve un día lento y especialmente silencioso, paseé con Kibo, cambié la jaula de Gandalf, puse una lavadora, recogí un poco la casa (al llegar a los baños me dio pereza y ahí los dejé, en su jugo, tan lindos ellos), y leí.  A eso de la hora de comer (no había mucha hambre en mí, comí algo de pan, un yogur y fruta, qué rico todo) me puse la tele y me enganché a una película maravillosa (como maravilloso es el libro en el que se basa), EL GATOPARDO, dirigida por Luchino Visconti.  Y allí estaba Burt Lancaster como el Príncipe Don Fabrizio Salina soltando una de esas líneas que marcan, sobre todo si estás en jornada electoral.  Burt, que es un aristócrata de rancio abolengo, habla con un religioso, este último le quiere hacer entender que si siguen dando privilegios a la nueva burguesía las cosas van cambiar…, el aristócrata le mira a los ojos y le espeta “algo tiene que cambiar para que nada cambie”.

Qué más puedo decir.  Que casi me atraganto con el yogur ante la revelación vespertina.  Ahí está la clave de los sistemas políticos, de unos y de otros.  Y de los cambios de sistemas, claro.

Nunca cambian las cosas importantes porque nos dan “el chocolate del loro” (y a mí siempre me da pena el pobre loro que se queda sin su golosina) que son los cambios no esenciales (pero que a veces se ven bastante, suelen ser “a bulto”).  Y así andamos, obnubilados antes el juego de las formas y olvidando nuestro propio corazón.

Y con esto en mente o en alma, un poema vino a mí y lo quiero compartir con vosotros.  Creo que es claro.  Si  no lo es, el que lo ha oscurecido he sido yo al escribirlo, porque él me vino perfecto y profético, como siempre viene los poemas.

Os adoro, mis queridos, ya lo sabéis.  Un besazo enorme para todos.

ALGO TIENE QUE CAMBIAR
por Francisco José Francisco Carrera

Algo tiene que cambiar
para que todo siga como estaba,
colega,
eso es así,
ha sido así
y si nadie lo remedia
será así por los tiempos
de los tiempos,
y qué tiempos,
joder,
mierda y asco de tiempos
estos,
pero también los otros
y los de más  allá.
No te creas
que antes era mejor,
la mierda suele oler
a mierda
aquí y en el espacio sideral,
y es que es la misma breva,
la misma oscura y sucia pantomima
de la vida que te chupa
hasta la médula
y te deja con cara de absurdo mono
colgando del árbol más triste de la tierra.

Se ha sabido desde siempre,
tío,
que para que cambie por fin
este infierno
tendremos que aprender
a ser el cielo y las estrellas,
y serlo por dentro,
mira lo que te digo,
que todo cambio de lo de afuera
es fuego de artificio,
que sólo desde la raíz
se puede llegar a lo que alimenta
de verdad,
y lo que alimenta de verdad
es la Verdad.

Así que ya sabes,
ellos nos dan algún cambio
y se quedan nuestras almas en prenda,
gentuza de ojos grises y corazones que huelen a orín,
aves de presa que nos esperan sin prisa
pues saben que hemos caído siempre,
y que volveremos a caer…

hasta que estallemos de hermosura
y nos florezca el amor hasta en las orejas
y entonces les miraremos
y les robaremos su reino
(que siempre fue el de todos)
a golpe de beso y de caricia
y ellos caerán deliciosos,
arrobados, gloriosamente
enamorados de sus hermanos,
pues todos nos reconoceremos
por fin,
sin los rostros,
sin las máscaras,
sin todo ese  pimpiringallo
que es parafernalia que oculta
lo único que de verdad importa.
Y al fin no tendrá que cambiar algo
para que todo siga como estaba,
porque todo, y digo bien, todo,
cambiará de repente,
sin transición,
Big Bang jaranero y sin igual,
y volveremos a ser quienes siempre hemos sido
y jugaremos con presteza en este paraíso de silencio
que nunca dejó de iluminarnos con su luz de eternidad.


domingo, 20 de noviembre de 2011

ESTÉS O NO ESTÉS, ÉCHALE UN VISTAZO AL ECLESIASTÉS

Dos de las amigas que siempre me traen suerte,
me las traje de mi  maravilloso viaje a Creta,
donde descubrí a mi propio minotauro una noche de lluvia


La Biblia es un texto que me ha interesado desde siempre, o desde antes de siempre, acaso desde nunca.  Bien es cierto que en  mi etapa más oriental mi fascinación por los textos clásicos del Taoísmo, el Budismo, el Hinduismo y el Zen me alejaron un tanto de otros que yo creía, erróneamente, que los conocía muy bien.  Nunca se conoce del todo la realidad, nunca se conoce del todo a los amigos, a las parejas, a la familia.  Nunca se conoce del todo un libro, un disco, una película…  Y así, al volver estas semanas pasadas a ciertos libros del Antiguo Testamente buscando inspiración para algunos poemas (que no he llegado a escribir porque la Plaza del Mercado me ha requerido de nuevo), me encontré, como por casualidad, ojeando el Eclesiastés.  Lo verdaderamente curioso es que ese mismo día me había topado en tres ocasiones distintas con referencias a dicho libro (una de ellas, la más peregrina, en un programa de televisión).

Tras tantas casualidades, esa noche decidí pegarme un buen chapuzón y cogí mi antigua biblia en español (es que mi favorita y la que más consulto está en inglés, que me la regaló una buena amiga británica, Vera Holmes, que tanto me ayudó durante mi año oxoniense), la que usaba cuando estaba en 6B (you'll have to trust me on this, I did have a childhood, really, and have hairs on my now shiny and notorious bald head).

Y zaca, pedazo de viento huracanado en los ojos, pedazo de texto, la leche, que no tiene desperdicio.  Y así ando ahora, que no dejo de aconsejárselo a todo ser viviente que me encuentro, aunque no sepa leer, como es el caso de nuestro perro Kibo.

No me voy a poner aquí a glosar, que lo mejor es que el que tenga ganas y tiempo y tiempo de ganas o ganas de tiempo, pues eso, que se vaya para el librillo (que es corto) y se lo meriende con gran aprovechamiento por todas las partes implicadas.  Es bonito, es poético, es precioso y preciso, es un regalo de vida y de muerte a la vez.

Yo ahora me quedaría, escuetamente, con estas palabras:

Aleja la tristeza de tu corazón
y aparta de tu carne el sufrimiento(…)

O acaso con estas:

Lanza tu fortuna sobre las aguas, porque mucho tiempo después la volverás a encontrar.

Pues eso, amados míos, que creo que ha llegado la hora de reivindicar en Luna de Agosto algunos textos que me parecen esenciales.  La semana que viene le tocará al Tao Te Ching, sin duda mi libro de cabecera desde que me vi envuelto en la profunda belleza del Taoísmo durante dos meses de descenso en picado a los infiernos más hirientes.  Allí aprendí que el dolor a su manera también cura y que la sombra sólo es el estado anterior a la luz.

Si pudiera ahora os cogería y os achucharía todo lo achuchable, por lindos y porque sí.  Preciosones todos, criaturas hermosísimas, hermanos de mi corazón.

Hasta el domingo que viene (si viene o si venís vosotros o si acaso vengo yo).

PD.  No confundir el Eclesiastés con el Eclesiástico (gracias, Paz, por señalarme este posible motivo de confusión).

domingo, 13 de noviembre de 2011

ORFEO


Últimamente no estoy encontrando demasiado tiempo para mis poemas.  Está bien así.  Cuando hay tiempo para ellos, los escribo (si se dejan), cuando no hay tiempo son ellos a veces los que se me aparecen a los pies de la cama nada más levantarme y justo cuando me dispongo a iniciar el día con mi meditación mañanera.  En estos casos, detengo un poco el mundo, lo dejo en pausa por un ratito y escucho lo que se me tiene que decir. Y el poema nace dulcemente.  Este ha sido el caso del poemilla que quiero compartir con vosotros este precioso domingo de luz y de cielo.

Me encanta desde chiquitín el mito de Orfeo y llevaba algún tiempo queriendo escribir algo sobre ello.  Esto es lo que ha salido.  Espero que os guste.  Un besazo enorme para todos.

ORFEO
por Francisco José Francisco Carrera

Si vas al Norte, acuérdate de Orfeo.
(A. González)

Orfeo, silencioso,
tenía el romo sabor
de las espadas
en sus labios.

Era su cuerpo
un lento atardecer
y su boca
una suerte de tortura.

Descendió, valeroso,
hasta las yermas
y oscuras entrañas
del mundo.

Encontró la luz
donde la tiniebla
reina y la esperanza
no tiene allí cabida.

Pero tuvo miedo,
volvió la vista,
y la sombra devoró
su fantasía.

Quisiera esperar
que en mi descenso
el corazón no tiemble
y encuentre la salida.

No miraré atrás,
amada mía,
te lo prometo,
seré de hielo.

Lo único que
quiero pedirte
es que cuando llegue
tú ya estés lista

y preparada
para darnos prisa
en escaparnos
de la casa de tus padres.

sábado, 5 de noviembre de 2011

ALICIA RECORDADA

Siempre me ha encantado Alicia, desde chiquitín.
¿Uno de mis primeros amores?  Pues sí, la verdad.
Ahora que ando "reiniciando" vida universitaria con mi vuelta a la UVA después de dos años muy poéticos y meditativos (dos años esenciales para mi proceso de formación vital, dos años por los que le estoy profundamente agradecido a Dios - al Universo, al Silencio de las cosas, al Aliento primigenio, llámalo como quieras, aquello que es verdaderamente, como decía el Tao, no puede ser nombrado - y de los que no puedo decir nada negativo), me encuentro archivando la mayoría de mis "materiales" docentes en relación con la literatura inglesa en su rama más filológica.  Ahora inicio periplo por mares didácticos así que todo esto me va a servir de poco (aunque me haya dado tanto y tanto a lo largo de 11 años de frenética docencia e investigación crítico-literaria).

A lo que iba hoy..., resulta que mientras archivaba ejercicios, textos y fotocopias varias, me he encontrado con un poema maravilloso e increíble de Isolina Bellas Galbán.  Os lo muestro para que lo disfrutéis, es tal la bocanada de amor y ternura que desprenden estos versos que no creo que sea necesario añadir nada más:

"Alicia esta vez cayó por el árbol de mis memorias"
por Isolina Bellas Galbán


Todos nosotros hemos estado allí y aunque no desembarcaremos en ellos nunca más, todavía podemos oír el murmullo de las olas al romper sobre arena.
(James Mattew)


En las aguas de mis recuerdos aún navegan
Peter Pan, Wendy,
Alicia,
la atrevida balsa de Tom Sawyer;
Caperucita monta sobre el lomo
del lobo, que cuida esta vez
su preciosa carga mientras nada;
flota el zapatico de Cenicienta;
la Bella Durmiente viene a la deriva
soñando quizá que la bañan
las olas de los sueños;
los enanos cantan y tras ellos Blanca Nieves
para quien yo he quitado de este mar
todas las manzanas;
he ordenado que la Durmiente no despierte nunca
aunque vengan mil príncipes a llevársela;
trataré que Cenicienta no encuentre su zapato;
Caperucita será eterna amiga del lobo;
el intrépido Tom Sawyer buscará para siempre
aventuras fantásticas;
Alicia ya no saldrá más de su país
y Wendy no entrará porque he cerrado la ventana.
Me bastará una última mirada al Nunca-Jamás
para llevarme todas sus esencias.
Peter Pan... por favor,
no me eches de tu isla.

Ay, chicos, qué dulces versos..., y si os quedáis con ganas de más, aquí os dejo un enlace con otro poema maravilloso de la misma autora: LA ESTRELLA NECESARIA

Nada más, besotes enormes y luminosos, por lindos y por precisos.