¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 30 de octubre de 2011

INGLATERRA (VISIONS FROM THE NORTH, PART II)

La foto la sacó Raquel tras una partida épica
de Mancala que gané inesperadamente
 en un hotel cercano al Museo Británico.
Nunca he tenido tanta suerte en un juego, oye.
Para todos aquellos alumnos con los que he compartido el idioma inglés, pues siempre fueron mis maestros, en especial para los que tengo este año en la Uned y en la Aulas Europeas.

Yo sé que hubo una época en que fui inglés (y otra, esto lo descubrí el año pasado a través de enseñar historia de Estados Unidos en la Uned, americano), o digamos que lo que en mí habita lo fue, lo que ahora ocupa esta forma calva y saltarina y española de nacimiento (así dan fe mi carné de identidad y mi pasaporte).  Lo tuve claro desde niño.  Lo tuve claro desde que con apenas 8 o 10 años vi aquella película inglesa por la tele de la que ya he hablado en otra entrada para este blog (vid. Inglaterra, visions from the north part I, sábado 16 de enero de 2010).  El niño de entonces se quedó absorto ante aquella escena de un muro azotado por la lluvia y el viento de mi amada Inglaterra del Norte.  Me enamoré, eso está claro, pero lo cierto es que reconocí algo, algo en mí gimió de alegría y dolor al ver aquel muro oscuro y rojizo y que me transmitía un sabor desconocido y familiar a la vez.

A su manera, me prometí aquella tarde de invierno que cuando fuera mayor, pasara lo que pasara, me iría a vivir a Inglaterra por un tiempo.  El destino, tan dadivoso siempre, me trastocó un tanto los planes cuando interpuso entre mi deseo y su consecución una joya preciosa, precisa e inesperada.  Mi primer año fuera de este país (esta tierra accidentada y accidental en la que había nacido pero a la que nunca he acabado de pertenecer) me llevó directo a Dublín.  La bella Irlanda me ha regalado demasiadas cosas como para enumerarlas todas aquí.  Baste decir que Irlanda me regaló la poesía, me hizo poeta sin yo saberlo.  Esto lo iría descubriendo cuando por fin me pude ir a vivir a Oxford dos años después.

Siempre he estado herido de lluvia y de té y de Shakespeare, y por eso cada vez que he pisado suelo británico me he sentido como en casa.  Mi destino no podía estar separado del inglés.  Acabé haciéndome profesor de inglés, no es algo que tuviera premeditado, la verdad, pero todo se desarrolló de forma natural y casi sin transición.  Y claro, me apasiona compartir durante mi tiempo de trabajo mi pasión británica y su profundo amor por la lengua inglesa.  Este ha sido uno de mis mayores privilegios a lo largo de los años.

Llevo ya un par de clases con un grupo nuevo, un fantástico grupo de docentes en activo que han decidido aprender o mejorar su inglés dentro del programa de las Aulas Europeas.  Y me encanta, oye.  Da gusto el sentir ese deseo, ese interés, esa pasión en otras personas por algo que ha marcado mi vida (al menos esta vida corporal que ahora se manifiesta en mí formalmente) y que sin duda la seguirá marcando hasta su extinción (toda extinción es, por otra parte, temporal).  Siempre que enseño inglés tengo la sensación de estar con un grupo de amigos compartiendo un mismo hobby, el tiempo se me pasa volando y hay momentos en que simplemente me  pararía, miraría a los ojos de todos y cada uno de los alumnos y querría darles las gracias por estar allí compartiendo la “plenitud de ese momento”. 

Esta vida que dicen que es real está llena de cosas asimismo reales que nunca conoceremos: labios que nunca besaremos, ciudades que nunca llegaremos a visitar, idiomas que no podremos entender…, y con todo el mero hecho de sentir la respiración llevando la savia misma del universo a través de nuestras arterias, el ver cómo el corazón sigue su ritmo sin esfuerzo a pesar de dolores y problemas o el saber sin comprender que los ojos de los ojos son los que pueden ver más allá de las formas, todo eso hace que nada nos falte, que nada nos robe del absoluto equilibrio del aquí y ahora.

A su manera, mis varios viajes a Inglaterra a lo largo de los años me han nutrido ciertamente en diversos aspectos.  Aprendí un idioma (o lo recordé, como me gusta pensar) y renové mi forma de ver el mundo.  Lo cierto es que he sido un solitario durante todo ese tiempo, paseaba solo, iba a los sitios buscando barro, piedras y recuerdos, esperando encontrar la pieza que me faltaba para completar el puzzle.

Podría hablar y hablar sobre lo que para mí significa el inglés, el enseñar inglés en particular, pero quedan muchas entradas por aparecer en este blog.  Y mis visiones del norte seguirán llegando, no lo dudéis.  En mi alma se entrelazan el guerrero anglosajón y el árabe poeta, pero de alguna extraña manera todos los días de mi vida siento que, como dicen en Juego de Tronos, winter is coming…

Como otras semanas, os dejo con uno de mis últimos poemas.  Espero que os guste, queridos míos.  Que tengáis una semana llena de  Luz y Entendimiento. 

Gracias por estar ahí.

EL AMOR ETERNO
por Francisco José Francisco Carrera

He vivido con otros nombres,
amado cuerpos con otros cuerpos,
sentido mil emociones distintas
con este mismo corazón que sueña,
pero siempre que me preguntas
si te quiero, vida mía, no puedo
dejar de decirte que sí, cariño mío,
que te quiero desde siempre
y que siempre te voy a querer.

sábado, 22 de octubre de 2011

MI PUF DE MEDITACIÓN


Mi nuevo puf de meditación
Ayer Raquel me regaló un puf (me gusta más la grafía francesa “pouf”) de meditación. Como sabe que mis pausas meditativas son muy importantes, siempre ha estado dispuesta a encontrar lindos soportes para mis posaderas, tan sufridas ellas.  Con esto en mente (o en culo), me ha apetecido hablar un poco de mi rollito meditativo.

Decía Ernesto Sábato en La Resistencia que “ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente?  Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y quizás la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca.  Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.”

La verdad es que lo que más me gusta de meditar es lo despacio que va todo, incluso cuando todo va a una velocidad de vértigo hay un algo que ralentiza la rapidez y le da una nueva tonalidad, un nuevo sabor.  Hace años que me siento un par de ratitos al día para no hacer nada, nada más que estar sentado, quiero decir.  Con el tiempo, he ido viendo que esos ratos han sido de lo más útiles y de los mejor aprovechados.  Detener el mundo, detener el tiempo y la mente, posar el pandero a ras de suelo y dejar que todo sea, simplemente, que todo venga y se vaya, se quede o te explote justo en la piñata.  

Cuando alguien me pregunta que para qué medito, siempre digo que para nada, que simplemente medito, o algo.  Ha habido temporadas en las que no lo he hecho, como tantas cosas en la vida, pero sí que es cierto que de un tiempo a esta parte es algo natural, tan natural como comer, dormir o hacer pipí y que por tanto no requiere de ningún esfuerzo.  Y mola.  Ya está. 

También es usual que la gente pregunte si deberían meditar…, ante lo que contesto, y yo qué sé, yo medito, tú haz lo que te salga del berbiquí, eso es lo que mola, que cada uno tome sus decisiones y descubra qué cosas le hacen bien y qué otras le sientan como un bocata de callos con tortilla de panceta confitada 5 minutos antes de irse a la cama.

Ah…, la meditación, a mí me mola, poco más tengo que decir, también me encantan las videoconsolas, la música Heavy, los calcetines simpáticos, los perros que parecen gatos y los gatos que parecen perros, el té Earl Grey, las verduras de todos los colores y las pelis inglesas y americanas antiguas, entre otras muchas cosas.   Y a su manera he ido observando que todas estas cosas son una “forma de meditación” (y lo bien que suena esta frase en inglés, oye, “a sort of meditation”).  Escribir este blog también lo es...

Y quiero acabar citando unos versos de mi querida hermana, maravillosa poetisa ocasional, que viene muy al cuento.  Pues bien, dice MariPaz (como la solía llamar de niño, ahora suelo referirme a ella como Paz, simplemente):

Crecí...
Crecimos todos.
Y, de repente,
ya era tiempo de prosa.
De prosa y de prisa
(no sé si hacer la broma:
me siento presa).

Es  flipante.  Me encanta.  Es tan diáfano (la poesía de Paz suele serlo, por eso me gusta tanto, entronca en  este sentido con la filosofía de mi bienquerido Luis Alberto de Cuenca sobre la "línea clara") que huelgan interpretaciones o glosas de ningún tipo.

Nada más por hoy, cositas lindas, lectores preciosos, amigos de alma, que me marcho a otros menesteres después de esta meditación con vosotros, después de sentiros muy pero que muy cerquita del corazón.  

Besazos enormes para todos.

domingo, 16 de octubre de 2011

TODOS USTEDES PARECEN FELICES...




Hace ya más de dos años de la última clase de literatura que impartí, bien es cierto que he continuado enseñando historia del Reino Unido y de USA así como inglés para varios niveles, pero literatura, lo que se dice literatura, no he vuelta a enseñar.  Y lo cierto es que tampoco lo echo de menos aunque lo eche de menos mogollón.  A ver si me explico, lo que me gusta de enseñar (que es lo mismo que me gusta de aprender) es la variedad, tanto en los contenidos como en la metodología, por eso siempre me ha  apasionado cambiar de asignaturas.  Con todo, la asignatura que más años seguidos he dado es la de Literatura del Inglés en la Escuela Universitaria de Educación de Soria, y claro, siendo lo literario uno de mis amores más profundos, la experiencia ha sido fantástica en todo grado.  De vez en cuando echo de menos aquellas clases en las que con mis alumnos analizábamos poemas y relatos cortos (rara vez nos ocupábamos de novelas u obras de teatro, siempre primé la “intensión” sobre la  “extensión” al enseñar), pero en general me alegro de no hacerlo ahora, no descarto volverlo a hacer y sin duda me gustará ocuparme de estos temas en escritos, charlas o lo que venga.  Está bien así.  Sin embargo, a veces me encuentro en mi camino con obras que me hacen volver a sentirme, primero, alumno para, después, regresar a ser el profesor de literatura de antaño.

Ando este precioso otoño leyendo la poesía completa de Ángel González y ando enamorándome de nuevo del mundo, de los olores que anuncian el frío, de las hojas de los árboles que nos recuerdan para qué hemos venido a la vida, de los niños que corren de vuelta al cole, de los rayos de luz que se filtran por la ventana de mi estudio cuando escribo por las mañanas, del jubilado que a paso cansino se dirige, periódico en brazo, al banco de turno a ver pasar el mundo de nuevo…, de todo eso que hace de la vida una experiencia sin igual.  Y así, van cayendo las joyas de luz de Ángel González que este nos presenta en Palabra sobre palabra (animaos, que  por sólo 10 eurillos os hacéis con una bibliografía esencial, está publicado en Austral y ya en edición de bolsillo).

Y así, justo entre sesión de meditación y preparación de mi clase de historia de la Uned, el pasado jueves me encontraba con esta maravilla que quiero compartir y comentar, a modo del profesor de poesía que era.  Escuchad esta genialidad:

TODOS USTEDES PARECEN FELICES…
por Ángel González

…y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen, incluso,
palabras
de amor.  Pero
se aman
de dos en dos
para odiar de mil
en mil.  Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen – nada
más que parecen – felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo: esta
desesperante, estéril, larga,
ciega desolación por cualquier cosa
que – hacia donde no sé -, lenta, me arrastra.

Me pillaron desprevenido, los primeros versos me pillaron en pelotica picada y con cuerpo juguetón y todo el peso del mundo me destrozó hueso tras hueso, y mi espalda, vencida por tal carga, se hundió con un lamento miserable.  Craca.  Nada más.  Pero qué podemos hacer ante tal declaración desde el corazón mismo del hombre… “todos ustedes parecen felices y sonríen, a veces, cuando hablan”.  Craca, otra vez, craca.  Putupún.  Ahí es nada.  En tal prosaica declaración el poeta lanza el guante, nos mira a los ojos y nos reta a base de prosa versificada.  Y yo, que para esto soy muy pendenciero, acepto el envite y le digo: “y qué más tienes que decir, piltrafillla”.  El poeta está dispuesto a darme una lección, así que no se calla y ahí se empieza a montar parda: “…se aman de dos en dos para odiar de mil en mil.”  Aquí yo empiezo a llorar, de rabia, agonía y desesperación.  Y miro a mi mujer (es un decir, ella estaba trabajando en el cole) y siento la verdad de lo dicho, el hombre decide emparejarse pero sigue mostrando un odio inveterado a lo de más “afuera” (eso cuando no odia también a su pareja).  Es un “dos en dos” simbólico, claro, hacemos lo mismo con la familia o los grupos de todo tipo (amigos de farra, asociaciones culturales, clubes de mus, etc.)  Formamos falsas uniones de amor y amistad para odiar a otros grupos de forma compartida, aceptada y, por tanto, nos apoyamos en el rechazo pero disfrazándolo de amor. 

Y esto nos pasa a menudo con las nacionalidades…, y claro, para mí, que nunca he sabido si soy inglés, escocés, español, francés o incluso letón, que a veces no sé qué lengua usar o con cuál me siento más a gusto, para mí, digo, lo de ser español es un mero accidente que me aporta un número de códigos que amo, pero en modo alguno me aleja de lo de afuera porque no estoy por la identificación con los modos y las formas.  Pero la historia de la humanidad ha sido una  historia de guerras por ese “amar de dos en dos para odiar de mil en mil”.  El poeta aquí se ha transformado en visionario y no va a callarse lo que ve, aunque te duela, aunque le duela a él mismo, pues es humano, más de lo que puede soportar.

Y el viaje sigue, y la oscuridad se presagia terrible.  Pero detrás de la oscuridad está la luz.  Allá vamos, melena al viento (el que la tenga, claro, que yo soy calvo).  Ahora me pregunto “si guardo toneladas de asco por cada milímetro de dicha” y con cierto rubor no sé muy bien qué contestar, o sí sé, pero me da cosa.  Es lo que hay, desde pequeños se nos ha programado para que estemos mirando todo “con lupa” y esto lo que consigue es que no estemos “contentos con nada”, incluso si lo tenemos todo.  De ahí, creo, esa idea de maximizar el “asco” y minimizar “la dicha”.  Así habló el Poeta.

Es un poema muy claro, ahí radica su principal cualidad, empieza claro, sigue claro y acaba claro.  Claro.  Me fascina la siguiente idea, la idea de que “hablamos” realmente cuando no tenemos nada que decir, que cuando tenemos cosas importantes que transmitir, solemos usar otros medios y no la palabra.  El acto de hablar se convierte así en una pantalla (o una  máscara) tras la cual nos protegemos para que no nos duela tanto la miseria.  Pero todo es una prestidigitación vana.  Sólo aceptando la miseria  podemos transcenderla y convertirla en, como diría Vicente Gallego, la Plata de los Días. 

Pero sin duda estoy llegando demasiado lejos y lo mejor sería ya alejarme, dejaros a solas con el poema, nada más, dejaros a sólo con esta maravilla que a veces duele pero siempre cura.  Aunque, como no me gusta acabar con tono agridulce, quiero cerrar la entrada con otro poema precioso y luminoso, también de Ángel González (pero vete ya para alguna librería y cómprate el libro de sus poemas), otro también de mis favoritos:

LA LLUVIA

No; la lluvia no te moja:
te resbala.
Tienes la piel de aceite, amada mía.
Ungida con aceite, perfumada.

Todo lo ha traspasado la ternura
la lengua transparente de las aguas.
Un vapor dulce, como el aliento
de un buey, cálidamente exhalan
los árboles.
Gotas largas,
como alfileres líquidos,
brillan al primer sol de la mañana.

La lluvia que ha mojado tus cabellos
no ha mojado tu cuerpo ni mi cara.

Gracias a todos por estar ahí, el mejor y más inclusivo de mis abrazos va para vosotros y en cualquier momento del día os pillará desprevenidosJ.

domingo, 9 de octubre de 2011

CONOCERTE DE VERDAD

Lo cierto es que los humanos nos hemos acostumbrado a tener la necesidad de tener control sobre todo.  Por eso nuestra imperiosa urgencia por nombrar, clasificar, diseccionar y delimitar.  Nos aterran por igual el vacío (o la nada) y la proliferación de las formas.  Pero del mismo modo en que nos aterran, también nos fascinan.

¿Os habéis dado cuenta de qué difícil es ver con ojos nuevos a las personas conocidas?  Creemos saber cómo son nuestros amigos, parejas, familiares, etc.  Y por ello decimos cosas como "es que mi padre nunca cambiará" o "mi mujer nunca probará el sushi" o acaso "mis hijos no van a madurar nunca".  Lo cierto es que nos juzgamos a nosotros mismos con la misma severidad, así que todos tan felices.  Pero esto es una milonga que para qué...

Tenemos que aprender a olvidar para ser capaces de aprender a aprender.  Está muy bien el ser capaces de utilizar el cerebro como la utilísima herramienta que es: para comprender, para analizar, para abstraer, etc.  Pero el cerebro hay que resetearlo de vez en cuando porque si no lo hacemos, fijaremos cosas en un mundo en el que las cosas nunca son fijas..., ni los comportamientos, ni las opiniones, ni los pensamientos.  En el mundo de las formas (y los pensamientos son formas mentales) nada permanece anclado, baila constantemente y no deja de transformarse en algo nuevo.

Y esto viene a cuento porque llevo unos días en los que nada más levantarme miro a Raquel y, tras dar las gracias por haber compartido con ella estos años de mi vida, paso darme cuenta de qué poco la conozco y de cuánto cambian de segundo a segundo todas las personas que conocemos (y nosotros mismos, obviamente).

Pues con esto en mente, ayer me puse "poético" y medio escribí un esbozo de poema, no suelo compartir mis poemas hasta que han alcanzado una forma más o menos conclusiva y esto que ahora comparto con vosotros es un "protopoema", por decir algo, está el armazón y algunas frases que me gustan, pero todavía tiene que ser reformado y pulido, pero allá va.  Con ello os dejo hasta la próxima semana, guapos.  Un besazo enorme para todos.

SI ACASO TE PUDIERA CONOCER
por Francisco José Francisco Carrera.

Si acaso te pudiera conocer
alguna vez del todo,
el mundo se volvería triste y vacío,
gris y lleno de oscuros lamentos,
de gente llorosa y animales muertos.

Pero cada día te conviertes,
querida mía, en algo nuevo,
hoy eres un cielo violeta,
ayer la risa del niño que vuela una cometa
y mañana, quién sabe,
mañana puede que no llegue nunca.

Ni siquiera después de mil años
a tu lado te conozco lo más mínimo,
eres distinta cada día,
eres distinta aunque dices ser la misma,
y mientras camino a tu lado
voy olvidado mi nombre
y me pierdo para siempre
en el precioso universo
de las palmas de tus manos.

domingo, 2 de octubre de 2011

EL DOLOR DE ESTAR VIVO

El advenimiento de la luz absorbe por completo la llma vacilante que emiten las acciones disciplinadas.
(Lucas, 17:20-21)

Hoy quiero hablaros del dolor de estar vivo.  No voy a hablar del sufrimiento.  El sufrimiento no es real.  El sufrimiento no es ni siquiera un fantasma: es la sombra de un fantasma que duerme y sueña que está vivo.  Pero el dolor está ahí y es real.  Lo real a veces duele.  Lo que duele nos transforma.  Hemos venido a este mundo de formas para transformarnos constantemente antes de regresar a la Unidad de la Luz Primordial.

El nacimiento y la muerte son dos cabos en una cuerda finita que participa de lo infinito.  Creemos que la cuerda es lo único real y que los cabos, en cierto modo, no importan demasiado.  Este es el motivo por el que uno lo olvidamos en seguida y al otro lo tememos de por vida.  Pero yo os digo, hermanos míos, que lo esencial no son las formas sino el espacio entre las formas.  Mi cuerpo me aleja de ti pero el silencio de no ser yo me acerca profundamente a ti.  Y cuando empiezo a vislumbrar que yo no soy yo ni tú eres tú, el dolor se torna dulce, se transforma en caricia de luz y en abrazo de oscuridad.  Y al transformarse también nos transforma a nosotros.

He venido hasta aquí este domingo para hablaros del dolor de estar vivo.  De cómo ese dolor es bondadoso porque nos hace uno con lo Infinito, con la Unidad, nos arranca las miserias y las quejas una a una, nos violenta el corazón con un zarpazo abrasador.  Nos deja desnudos e inermes ante el mundo y justo entonces comprendemos qué es ciertamente el Amor.

Vivir es morir lentamente mas morir es volver a la consciencia de que nada muere para siempre, tan sólo las máscaras, las formas y lo innecesario.  Lo que queda es lo que es, siempre ha sido, real.  Siendo seres de luz, las sombras solamente son un juego precioso, siendo espíritus libres, la carne es tan sólo una dulce prisión que nos ayuda a ver aquello que es, que siempre ha sido.

No se puede huir de aquello que es, pues siempre somos lo que somos, que es exactamente lo que queda cuando nos liberamos de lo que otros creen que somos…, y de aquello que nosotros mismos creemos que somos.  No somos lo que creemos ni lo que queremos ni lo que tememos, somos lo que somos.  Al fin y al cabo, simplemente somos.

Y esos es lo maravilloso.  Compartir esa seidad.  Y al fin ser capaz de dejar de amar para ser por fin el verdadero amor que ama.  Para ser la llama ilumina y enciende a otras llamas para después extinguirse y volver a ser encendida por otra llama…