¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

jueves, 18 de febrero de 2010

LOS HOMBRES QUE AMABAN A LAS MUJERES CON SERPIENTES EN LOS CABELLOS



Imagen de Medusa, Glen Vause

Sí, vamos a dejar claro desde el principio que, como era de esperar, yo soy uno de esos hombres (creo que voy a formar un club para que nos podamos agrupar todos y reivindar lo femenino-ofídico que tanto me apasiona). Aunque lo del término "hombre" es un tanto “vago” porque, como sabéis muchos de los que me habéis tratado, lo único que tengo seguro de mi supuesto “género” es que biológicamente mi manifestación en el mundo de la forma es masculina y que mi opción sexual es hetero; esto no quiere decir nada importante de mí y de hecho cada día intento ser plenamente consciente de todo lo femenino-masculino que radica en mi verdadero ser esencial, esa, como me gusta llamarla, luz hermafrodita que nos originó y a la que tendremos que volver al dejar el cuerpo. Pero sobre estos temas ya me ocuparé en otra entrada, que da para mucho y como saben algunos de mis exalumnos me interesa especialmente, tanto como para tener algunas “strong opinions”, como decía Nabokov, al respecto. Hoy quiero hablar sobre mitología griega y sobre mi profundo amor por las mujeres con serpientes en los cabellos.

Llevo toda esta semana trabajando en una serie de poemas inspirados en las tres gorgonas: Euríale, Esteno y Medusa. He de recordar aquí que mi temprana pasión por la mitología griega se la debo a mi hermana (¡cuántas veces pude leer aquel libro de Humbert con la imagen de Prometeo devorado por el águila!) y afortunadamente tengo la ocasión de frecuentarla a menudo en compañía de Raquel, apasionada a su vez por los mitos grecorromanos y gran conocedora de los mismos. Mi interés por la mitología nórdica es mucha más tardía y espero sacar otro rato para hablaros sobre ello, sobre todo de Freya y de las Valquirias. Dicho esto, también he de añadir que me fascinan las mujeres, las serpientes, y las mujeres con serpientes en los cabellos, esta última es además una de las imágenes que estructuran desde su base mi “imaginario personal”. Uno de los iconos que me acompañan allá donde vaya es el que encabeza este “post”: la Medusa de Glen Vause. Fascinantemente bella, con esos ojos apocalípticos, esos labios inexpresablemente sensuales, esas serpientes maravillosas… Podría pasarme una vida (o dos) mirándola y cayendo en esa mirada para siempre sin tener que salir de ella ni para ir al baño.

Pero hablemos un poco de las tres hermanas. Dejaré para el final a Medusa, mi favorita y la más conocida. Como sabéis, las gorgonas eran unas mujeres “monstruosas” (algo que nunca me lo han parecido, ninguna de las tres, yo debo ser un poco “gorgono”), hijas de Forcis y Ceto (o, según las fuentes, de Equidna y Tifón) y hermanas de otras “hermanas” famosas en la mitología, las Grayas (sí, esas que compartían un ojo que se iban dejando para ocupar su cuenca ocular, y también usaban el mismo diente, espero que no les diera mucho por comer dulces y que tuvieran una buena higiene dental, un diente pa tres, ahí es na, una caries inesperada y se acabó lo de comer "torrenos" a la soriana).

Euríale es, por su etimología, “la caracterizada por buenas acciones” y viene a ser “el poli bueno” de las tres. Es la mayor y presenta un fuerte sentido maternal (llora por Medusa tras su muerte a manos del “pérfido” Perseo). Mi imagen romántica de Euríale se mezcla con la del bicho feo que sale en el videojuego de la play "God of War II", ¿qué os parece?:




Sí, ya, bicho feo y malo, lo sé. Pero mi imaginación dota a Euríale de otra fisonomía, que me guardo sólo pa mí. (Épico fue para mí ver a Raquel mando de la play en mano dándole pal pelo al bicho ese, encarnada mi querida mujer en ese maravilloso calvo musculoso llamado Kratos).

Esteno se caracteriza por su enorme fuerza y su independencia. Es, por así decirlo, la que “más va por libre” de la familia. De muy mala leche, causaba bastantes muertes entre los humanos (“algo habrían hecho”, que chica tan fina no mata por na). De gran fuerza física y mental, podía hipnotizar a sus atacantes concentrando su energía en la mirada. Su sangre podía dar tanto la vida (si se extraía del lado derecho) como la muerte (del lado izquierdo). Un carácter, vamos. Esta gorgona también me resulta especialmente interesante y de alguna manera me siento muy cerca de ella.

Y Medusa, ay, mi amada Medusa (que yo a esta chica es que la amo profundamente, de verdad), Medusa era…, "como decirlo", la rarita de las tres. The Black sheep of the family, será por eso que siempre me ha caído tan bien. Para empezar, era la única mortal de las tres. De hecho, su poder de petrificar con la mirada vino a ser como “un premio de consolación” por no ser, como lo eran sus hermanas, inmortal (otras versiones dicen que era una mujer mortal convertido en monstruo como castido de los Dioses). Era asimismo de una belleza sobrenatural, no compartiendo tal rasgo con las demás (de cuerpos enormes y menos fashion).

Y ahí la tenéis a Medusa, vedla delante de vosotros, con sus cabellos reptantes, con la mirada de piedra…, esperando su muerte a manos del puñetero de Perseo (que de pequeño no me caía nada bien, para qué nos vamos a engañar, que a mí la que me gustaba era la pobre gorgonita a la que querían decapitar, jo, y van y me la matan a mitad de la peli, tío puñetero, que no tenés corazón nel pecho).




Espero encontrar rato en algún otro momento para hablaros de todo lo que simboliza para mí la figura de Medusa como “eterno femenino” y de cómo suele ser una de mis puerta meditativas para acercarme al “centro inmóvil” de donde venimos. Pero eso será otro día, pues habrá más. Hoy quiero acabar de la manera en que, a ratos, más fácil me resulta comunicarme: en verso. Este poema es parte de una serie de 5 que a su vez es parte de un libro en el que ando trabajando estructurado sobre la imagen de Medusa. Lo cierto es que después de muchos años de estudio y reflexión he empezado a ver desde dentro de mí cómo a través de la identificación con las mujeres con serpientes en la cabeza en general y con Medusa en particular puedo por fin unificar lo masculino-femenino a través de lo poético. Creo que en él soy capaz de compartir con vosotros mi visión del mito de Medusa y Perseo desde el corazón de mi gorgona favorita y contando lo que Perseo no quiso (o no supo, el pobre) que se contara. Se entremezclan las visiones del “monstruo” y del “héroe”, empezando la de ella y alternándose desde ahí.

Espero que os guste, a mí, por lo menos, me gusta compartirlo con vosotros. Como siempre, gracias por estar al otro lado de la pantalla y juntito a mi corazón.


Besos y poema para ahuyentar toda pena.


MEDUSA

Escrito por Francisco José Francisco Carrera y corregido y revisado por Raquel García Sanz.

Para Marta,
que en otra vida
u otro mundo
fue ser mítico,
por su amistad
y por tantos y tantos momentos
de felicidad.


En la isla de los muertos
habitan las mujeres
con serpientes
en los cabellos.
Euríale, Esteno y Medusa,
imágenes de lo eterno,
estirpe del Dios del mar,
indómitas,
condenadas a una belleza tal
que enloquece a quien las mire.
Medusa, la única mortal
y las más bella,
reza cada mañana
para que no llegue Perseo,
que las Grayas lo confundan,
que tropiece bruscamente
y muera, quebrado el cuello,
que no desee la gloria
que otorga matar monstruos
y envejezca en Argos
siendo carpintero,
agricultor, mendigo o ganadero,
cualquier cosa.
Ella no quiere morir
para convertirse en historia.
Pero la mujer
cuyos ojos son el universo
conoce de la profecía
y de la forja del mito,
ha visto en sueños
su vida sesgada,
su sangre en la espada
del héroe,
su cuerpo
desplomado en el suelo
y su cabeza
de los hombros separada,
por eso teme su llegada,
y no puede conciliar paz alguna.




Hoy es un día sin par,
empieza a forjarse mi destino
con la hebra infinita de lo eterno.
Lejos queda el encierro
de su madre en la torre,
la visita dorada del Dios,
el cofre de madera a la deriva,
la red de Serifo cerca de Dictis,
la corte de Polidectes
y su estúpida bravuconada
alentado por el vino
que el rey le ha ofrecido.
Así el camino se iniciaba
con la ayuda de los Dioses:
bolsa, escudo y casco,
espada curvada y sandalias aladas.
Así el camino se iniciaba,
volando hacia la casa de las Grayas.
Perseo no miraba hacia atrás.
Sólo existía el deseo
de ser el “Glorioso Perseo”.


Sabe Medusa
que el hombre
se acerca,
sabe que ya
su secreto
conoce
al serle revelado
por las tres
Diosas ciegas,
sabe que esta luz
que llena la cueva
puede ser postrera,
que cada suspiro
la lleva hacia
la tumba.
Y siente miedo.
Medusa tiembla
hoy
porque sabe
de su muerte.
Y sus ojos,
bellos como el océano,
vierten lágrimas
de cristal
que estallan
al tocar el suelo.
Y sus labios
bellos como la niebla,
se estremecen
sabiendo tan cerca
el final,
por eso callan.


La isla ya estaba ante él,
la leyenda se escribe deprisa
así que repasa su plan:
el casco lo haría invisible
para poder penetrar,
después el sigilo,
evitando a las hermanas,
acercándose a su meta,
preparado ya el escudo
donde se habría de reflejar
el monstruo
para evitar así su mirada
que lo querría petrificar.
Entonces y sólo entonces,
ya saborea el momento,
la espada de Hermes
brillaría en la noche
para sellar su acto
glorioso,
y con un grito

que rasgaría el silencio
como los rayos de Zeus
despedazan la tormenta,
Perseo sería Perseo,
el del puño de hierro,
la fuerza del fuego y el mar.
La isla ya estaba ante él
y él ya se sentía victorioso
incluso antes de empezar.


Medusa ni siquiera se resiste,
mira a Perseo
dulcemente,

robada la mente
de repente,
él lo ignora,
y sintiendo estallar su corazón
la mujer se enamora,
baja la cabeza,
expone el cuello,
las serpientes abrazan
sus cabellos,
tanto la aman,
se arrodilla y espera.
Perseo no es consciente
de los hechos,
ha de luchar,
es un guerrero,
y a través del reflejo
de su escudo
sólo ve a un
ser inmundo
y peligroso,
corre hacia ello,
levanta la espada
y, protegiendo su mirada,
decapita a la gorgona.
Medusa entiende
entonces
que la espada del héroe
es lo más cercano
que ha estado
del amor
y agradece a los Dioses
tal regalo.
Su último aliento
trae una sonrisa,
los puños se relajan
y se deja ir
al vórtice luminoso
del fango primordial.
Ya se siente una
con la tierra,
con el aire,
con el mar,
ya es serpiente
ella misma,
ya es la sangre
del Dios

y la primera palabra
de la Diosa;
por el suelo fluye
hacia la luz
de la oscuridad
siendo ya
tiniebla,

pero tiniebla luminosa.



Perseo
ya sobre Pegaso
reflexiona
y no acaba de entender
lo que ha pasado.
Juraría que
por un breve momento
miró a los ojos de
Medusa
y no le pasó nada,
o sí,
le pasó
que sintió
fuego en el pecho,
sintió que en los ojos
de aquel ser tan bello
vio reflejada su alma
y quiso abrazarla
y besar cada serpiente
sus senos desnudos,
su vientre,
beber del veneno
en sus labios destilado,
rozar su boca,
desgarrarse locamente
el cuerpo entero
entre sus manos de roca,
pero sobre todo
dejar de ser héroe,
dejar de ser hombre incluso,
dejar caer todas las máscaras
y ser él mismo por primera vez
en los brazos de la mujer serpiente.
Ahora se siente triste
y por eso se esfuerza
en olvidar lo que siente,
centrarse en glorias futuras,
sabe ya que se ha ganado
un sitio en la eternidad
aunque nunca pueda
volver a contemplar
la belleza de su rostro original
en los ojos de su igual,
ese fue el regalo de Medusa
y Medusa ya no está.

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