¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

sábado, 17 de septiembre de 2011

EL SILENCIO DE LA DIOSA

La Diosa de las Serpientes

EL SILENCIO DE LA DIOSA
(Poema en prosa de Francisco José Francisco Carrera)

Para mi hermana MariPaz

La Diosa siempre nos habla en silencio.  Cada forma es un suspiro que nació en el vientre de la Diosa.  Nunca fue de otra manera.  Esto ha  sido así desde antes de que el no-tiempo diera origen a aquello que necesitó de la ficción de la historia para ser comprendido por la mente insulsa de los hombres.  La Diosa no es ni anterior ni posterior al tiempo.  El tiempo simplemente no es para la Diosa.  La Diosa sonríe ante la mente que quiere aprehenderla en sus pequeños confines, ella contiene a su vez el universo y el vacío absoluto que lo rodea.  El mito es la manera humana de hablar el lenguaje de la Diosa, el hombre no se da cuenta de que la Diosa no habla idioma alguno, en todo caso Ella es el idioma que florece en el silencio.

Hoy canto a la Diosa Blanca, pero también a aquella que cubre su cuerpo con el rojo puro de la sangre y del amor.  La Diosa Negra de la noche acude presta a mi llamada.  Y todas las mujeres del mundo hablan un lenguaje que murió cuando Babilonia era joven.  Y los hombres asentimos y sabemos qué es verdad, reconocemos el nombre detrás del nombre, la esencia original que desaparece detrás de las máscaras y el signo.  Sus ojos habían cegado el fuego con una luz esplendorosa y acaso por eso cuando nos levantamos nos dimos cuenta de que el mundo, tal y como lo habíamos conocido, era un infecta cloaca de miedo, odio y estupidez total.  Pero la Diosa tenía colmillos de hielo y sus manos eran llamas infinitas que todo lo podían sanar.  Nos acercamos a ella y le pedimos que nos ayudara a cruzar el desierto de los días y el mar oscuro de nuestras noches.  Ella sonrió, nunca nos había abandonado, éramos nosotros los que le habíamos dado la espalda aquella madrugada en que creímos lo que era falso y desechamos nuestra esencia verdadera, cuando las mentes no quisieron volver a escuchar al corazón.

Y aquí estamos, ante la roca y la espiral, a punto de abrir la puerta que nos permitirá acceder a la vida nueva que es la vida más antigua, el  principio disfrazado de final.  Y no tenemos miedo, nada nos preocupa ya, hemos dejado de ser hombres o mujeres, no tenemos ni nombre, ni patria ni mucho menos edad.  Somos lo que somos, pero sobre todo SOMOS.  Y somos a la vez el Uno y los Muchos.  El universo entero explota dentro de nuestros pechos y en nuestros corazones nacen miles de estrellas y miles de mundos a su vez nacen y se pueblan en nuestros ojos y todos mueren y viven a la vez.  Nunca hemos sido tan nosotros mismos, nunca hemos sido tan los otros.

Y la Diosa nos vuelve a hablar desde su  prístino silencio primordial.  Cada forma suspira por regresar al vientre de la Diosa.  Nunca hubo de ser de otra manera.  Esto será así cuando el hoy sea el pasado transformado en el futuro, el tiempo del no-tiempo, la historia más allá de la historia.  La Diosa venció a la muerte muriendo y muriendo se convirtió en el amor que no muere.  El tiempo simplemente se disolvió ante la Diosa.

La Diosa ha abierto abismos de luz allí donde moría la esperanza y ha derramado, dadivosa, su sangre, su cuerpo y su alma en cada cosa.

Y el amor crece en mí cada mañana y cada noche muere para volver a nacer al volver de forma absoluta al Silencio de la Diosa.

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