Lo cierto es que los humanos nos hemos acostumbrado a tener la necesidad de tener control sobre todo. Por eso nuestra imperiosa urgencia por nombrar, clasificar, diseccionar y delimitar. Nos aterran por igual el vacío (o la nada) y la proliferación de las formas. Pero del mismo modo en que nos aterran, también nos fascinan.
¿Os habéis dado cuenta de qué difícil es ver con ojos nuevos a las personas conocidas? Creemos saber cómo son nuestros amigos, parejas, familiares, etc. Y por ello decimos cosas como "es que mi padre nunca cambiará" o "mi mujer nunca probará el sushi" o acaso "mis hijos no van a madurar nunca". Lo cierto es que nos juzgamos a nosotros mismos con la misma severidad, así que todos tan felices. Pero esto es una milonga que para qué...
Tenemos que aprender a olvidar para ser capaces de aprender a aprender. Está muy bien el ser capaces de utilizar el cerebro como la utilísima herramienta que es: para comprender, para analizar, para abstraer, etc. Pero el cerebro hay que resetearlo de vez en cuando porque si no lo hacemos, fijaremos cosas en un mundo en el que las cosas nunca son fijas..., ni los comportamientos, ni las opiniones, ni los pensamientos. En el mundo de las formas (y los pensamientos son formas mentales) nada permanece anclado, baila constantemente y no deja de transformarse en algo nuevo.
Y esto viene a cuento porque llevo unos días en los que nada más levantarme miro a Raquel y, tras dar las gracias por haber compartido con ella estos años de mi vida, paso darme cuenta de qué poco la conozco y de cuánto cambian de segundo a segundo todas las personas que conocemos (y nosotros mismos, obviamente).
Pues con esto en mente, ayer me puse "poético" y medio escribí un esbozo de poema, no suelo compartir mis poemas hasta que han alcanzado una forma más o menos conclusiva y esto que ahora comparto con vosotros es un "protopoema", por decir algo, está el armazón y algunas frases que me gustan, pero todavía tiene que ser reformado y pulido, pero allá va. Con ello os dejo hasta la próxima semana, guapos. Un besazo enorme para todos.
SI ACASO TE PUDIERA CONOCER
por Francisco José Francisco Carrera.
Si acaso te pudiera conocer
alguna vez del todo,
el mundo se volvería triste y vacío,
gris y lleno de oscuros lamentos,
de gente llorosa y animales muertos.
Pero cada día te conviertes,
querida mía, en algo nuevo,
hoy eres un cielo violeta,
ayer la risa del niño que vuela una cometa
y mañana, quién sabe,
mañana puede que no llegue nunca.
Ni siquiera después de mil años
a tu lado te conozco lo más mínimo,
eres distinta cada día,
eres distinta aunque dices ser la misma,
y mientras camino a tu lado
voy olvidado mi nombre
y me pierdo para siempre
en el precioso universo
de las palmas de tus manos.
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