La foto la sacó Raquel tras una partida épica de Mancala que gané inesperadamente en un hotel cercano al Museo Británico. Nunca he tenido tanta suerte en un juego, oye. |
Para todos aquellos alumnos con los que he compartido el
idioma inglés, pues siempre fueron mis maestros, en especial para los que tengo
este año en la Uned y en la Aulas Europeas.
Yo sé que hubo una época en que fui inglés (y otra, esto lo
descubrí el año pasado a través de enseñar historia de Estados Unidos en la
Uned, americano), o digamos que lo que en mí habita lo fue, lo que ahora ocupa
esta forma calva y saltarina y española de nacimiento (así dan fe mi carné de
identidad y mi pasaporte). Lo tuve claro
desde niño. Lo tuve claro desde que con
apenas 8 o 10 años vi aquella película inglesa por la tele de la que ya he
hablado en otra entrada para este blog (vid. Inglaterra, visions from the north part I, sábado 16 de enero de
2010). El niño de entonces se quedó
absorto ante aquella escena de un muro azotado por la lluvia y el viento de mi
amada Inglaterra del Norte. Me enamoré,
eso está claro, pero lo cierto es que reconocí algo, algo en mí gimió de alegría
y dolor al ver aquel muro oscuro y rojizo y que me transmitía un sabor
desconocido y familiar a la vez.
A su manera, me prometí aquella tarde de invierno que cuando
fuera mayor, pasara lo que pasara, me iría a vivir a Inglaterra por un
tiempo. El destino, tan dadivoso
siempre, me trastocó un tanto los planes cuando interpuso entre mi deseo y su
consecución una joya preciosa, precisa e inesperada. Mi primer año fuera de este país (esta tierra
accidentada y accidental en la que había nacido pero a la que nunca he acabado
de pertenecer) me llevó directo a Dublín.
La bella Irlanda me ha regalado demasiadas cosas como para enumerarlas
todas aquí. Baste decir que Irlanda me
regaló la poesía, me hizo poeta sin yo saberlo.
Esto lo iría descubriendo cuando por fin me pude ir a vivir a Oxford dos
años después.
Siempre he estado herido de lluvia y de té y de Shakespeare,
y por eso cada vez que he pisado suelo británico me he sentido como en
casa. Mi destino no podía estar separado
del inglés. Acabé haciéndome profesor de
inglés, no es algo que tuviera premeditado, la verdad, pero todo se desarrolló
de forma natural y casi sin transición.
Y claro, me apasiona compartir durante mi tiempo de trabajo mi pasión
británica y su profundo amor por la lengua inglesa. Este ha sido uno de mis mayores privilegios a
lo largo de los años.
Llevo ya un par de clases con un grupo nuevo, un fantástico
grupo de docentes en activo que han decidido aprender o mejorar su inglés
dentro del programa de las Aulas Europeas.
Y me encanta, oye. Da gusto el
sentir ese deseo, ese interés, esa pasión en otras personas por algo que ha
marcado mi vida (al menos esta vida corporal que ahora se manifiesta en mí
formalmente) y que sin duda la seguirá marcando hasta su extinción (toda
extinción es, por otra parte, temporal).
Siempre que enseño inglés tengo la sensación de estar con un grupo de
amigos compartiendo un mismo hobby, el tiempo se me pasa volando y hay momentos
en que simplemente me pararía, miraría a
los ojos de todos y cada uno de los alumnos y querría darles las gracias por
estar allí compartiendo la “plenitud de ese momento”.
Esta vida que dicen que es real está llena de cosas asimismo
reales que nunca conoceremos: labios que nunca besaremos, ciudades que nunca
llegaremos a visitar, idiomas que no podremos entender…, y con todo el mero
hecho de sentir la respiración llevando la savia misma del universo a través de
nuestras arterias, el ver cómo el corazón sigue su ritmo sin esfuerzo a pesar
de dolores y problemas o el saber sin comprender que los ojos de los ojos son
los que pueden ver más allá de las formas, todo eso hace que nada nos falte,
que nada nos robe del absoluto equilibrio del aquí y ahora.
A su manera, mis varios viajes a Inglaterra a lo largo de
los años me han nutrido ciertamente en diversos aspectos. Aprendí un idioma (o lo recordé, como me
gusta pensar) y renové mi forma de ver el mundo. Lo cierto es que he sido un solitario durante
todo ese tiempo, paseaba solo, iba a los sitios buscando barro, piedras y
recuerdos, esperando encontrar la pieza que me faltaba para completar el
puzzle.
Podría hablar y hablar sobre lo que para mí significa el
inglés, el enseñar inglés en particular, pero quedan muchas entradas por
aparecer en este blog. Y mis visiones
del norte seguirán llegando, no lo dudéis.
En mi alma se entrelazan el guerrero anglosajón y el árabe poeta, pero
de alguna extraña manera todos los días de mi vida siento que, como dicen en
Juego de Tronos, winter is coming…
Como otras semanas, os dejo con uno de mis últimos poemas. Espero que os guste, queridos míos. Que tengáis una semana llena de Luz y Entendimiento.
Gracias por estar ahí.
EL AMOR ETERNO
por Francisco José Francisco Carrera
He vivido con otros nombres,
amado cuerpos con otros cuerpos,
sentido mil emociones distintas
con este mismo corazón que sueña,
pero siempre que me preguntas
si te quiero, vida mía, no puedo
dejar de decirte que sí, cariño mío,
que te quiero desde siempre
y que siempre te voy a querer.
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