¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 24 de julio de 2011

AMATERASU Y EL ESPEJO EN LA ROCA


Hoy he soñado con Amaterasu.  Ha sido un sueño de esos que nos hacen dudar de qué realidad es la “más real”, la soñada o la vivida.  Un sueño de los que nos invitan a despertar con una nueva percepción en la mirada.  Un sueño profundo que nos acerca al más acá del más allá.  O algo.  Y es que la figura de Amaterasu siempre me ha resultado fascinante.

Amaterasu es la diosa japonesa del sol y su nombre quiere decir “Diosa gloriosa que brilla en el cielo”.  ¿Mola, no?

Pues eso, que desde hace ya tiempo su historia me conmueve como pocas.  Es una historia de “fundido en negro” para volver al mundo más radiante y preciosa.  Amaterasu se encerró en una cueva (por unos malos rollos que tuvo con un hermano suyo) y ante la falta de la bella diosa el sol no quiso volver a lucir y la tierra entera se cubrió con las tinieblas más profundas.  Esto preocupó, como es lógico, al resto de los dioses que veían que si Amaterasu no salía, el sol no volvería a lucir así que prepararon una fiesta salvaje (así, con mucha música, mucho baile, refrescos, bebidas espiritosas y canapés de salchichas alemanas, ya sabéis, todas esas cosas que les privan a los dioses, sobre todo a los japoneses) justo enfrente de la cueva.  Con ello pensaban que atraería hacia la salida a la desaparecida, el plan lo redonderaron colocando un espejo justo en la boca de la cueva.  Como se esperaba, con todo el ruído de la farra celestial, la diosa se asoma, así, como para que se callasen de una vez todos esos pesados juerguistas y la dejaran en su retiro espiritual, y se queda flipando ante la maravillosa figura que se encuentra nada más salir, su figura reflejada en el espejo es lo que la redime y la trae de vuelta al mundo.  Qué guay, oye. 

Me encanta.

Y deseándoos un domingo precioso y lleno de cosquillitas en las pupilas, os dejo con un poema que escribí hace ya un par de años sobre el tema.

Un besazo enorme, mis queridos corazones de luz.


EL ESPEJO EN LA ROCA
por Francisco José Francisco Carrera

Y como Amaterasu
hubo de ocultar
su bello y luminoso
rostro
en la gruta del olvido
al no poder soportar
la degradación
del mundo que tanto
amaba,
del mismo modo
los humanos
le hemos dado
la espalda
a eso que en verdad
somos
al sentirnos heridos
de tristeza y agonía.

El mundo quedó oscurecido
tras la marcha de la diosa-sol
y por ello sus hermanos
decidieron colocar un espejo
en la boca de la gruta.
No podía ser de otro modo,
Amaterasu al ver su propia
esencia fulgurante
se dio cuenta
de que lo que no se comparte,
en verdad no existe
y muere antes de haber nacido.

Volvió, pues,
la bellísima diosa
al mundo exterior
para iluminar con su cuerpo
las maravillas del Universo.

Y todo volvió a estar bien,
como siempre lo estuvo.

Pero algo había cambiado,
porque todo cambia,
los Dioses también,
y ahora Amaterasu
está unida al mundo diurno
por su shimenawa,
la cuerda divina
que le hace volver.
También entendió
que el regreso
a su Gruta nocturna
era tan necesario
como su luminoso
renacimiento
día tras día.

                                     Pero y tú,
hijo de la Luz y la Tiniebla,
¿piensas ocultarte para siempre
en la Gruta de tu mismo Corazón?
¿No ves que esa bella casa
es tan sólo el lugar de encuentro
con el Silencio del Amor
que todo lo cura y lo repara,
tan sólo el lugar que hace
que nuestra eterna Luz
vuelva a encenderse
y no deje ya de lucir?


sábado, 16 de julio de 2011

IGUAL QUE UN CORAZÓN LATIÓ LA NOCHE

Uno sigue encontrándose poemas que respiran vida y amor y que a veces nos sugieren otros de muerte y dolor.  Lo cierto es que todo es la misma cosa y ser capaz de abrazar todo con un mismo abrazo de absoluta presencia es lo que nos ancla de nuevo a la vida de la vida, esa que sólo se ve con los ojos de los ojos.

Estos días ando a la vez meditabundo y frenético, y me alegro de que así sea, como me alegraría de lo contrario, como me alegraría en cualquier caso.

Y no quiero hoy ser muy "palabroso" así que vayamos al asunto.

Un poema.  Un pedazo de poema.  Un poema impresionante.  El autor, el grandísimo Abelardo Linares.  Es maravilloso.  Disfrutad.

QUE CORTA FUE LA NOCHE
Abelardo Linares

Huelen a ti las sábanas, amor, y todavía
está tu libro abierto encima de la mesa
y hay ropa por el suelo y discos y tabaco.

Aunque aquí ya no estés, mis brazos aún te buscan.
Y en este fingimiento de abrazarte en la almohada
persigo tu recuerdo, tu cintura, tus hombros.

Tu cuerpo no fue un sueño y quizás en el baño
mi cepillo me espere, mojado de tu boca,
o húmedas toallas que secaron tu pelo.

Huelen a ti las sábanas.  El barrio se despierta.
Hay voces en la calle y luz tras la persiana.
El sol debe estar alto.  Qué corta fue la noche.

Qué lindura de poema, ¿no?  Y me encontraba yo releyendo algunos poemas de este poeta excepcional cuando uno de sus versos, cual lanza de luz y de estrellas, se me clavó en todo el corazón.  El verso es el título de esta entrada:  Igual que un corazón latió la noche.  Y,  herido de pura vida que le hace el amor a la muerte para fundirse en el todo y en la nada, desde ese fogonazo en mi pecho se mandaron las órdenes oportunas al cerebro y este a mis dedos que, teclado en mano, se pusieron a escribir este poema.  Como otras tantas veces, quiero compartir con vosotros el fruto.

Nada más por hoy, queridos míos, ya sabéis que sigo acariciando vuestros ojos con susurros de un amarillo prodigioso y frecuentando vuestros dulces sueños con los verdes más tremendos.  Gracias por estar ahí, gracias por sonreír y por ser así, simplemente así.


EL LATIR DE LA NOCHE
Francisco José Francisco Carrera

Igual que un corazón latió la noche.
(Abelardo Linares)

Igual que un corazón latió la noche,
igual que un frío sol que duerme
a pleno día, se apagó mi corazón
y no pudiste o no supiste traer
a mi oscuro pecho la llama del amor;


igual que el sueño de un Dios
que crea mundos que desaparecen
al despertar, igual que la voz
de un muerto que no acaba de morir
nunca se llega a escuchar,

del mismo modo, mis ojos
celebraron la tristeza
al saber que a cada latido
una estrella se apagaba
como se apaga siempre el amor.

sábado, 9 de julio de 2011

ENSEÑARÁS A VOLAR

Algunos de mis fetiches juntitos
Para Raquel, 
que  nunca deja de sorprenderme, 
incluso con sus gestos más cotidianos.  
Amada amiga, 
amante siempre, 
preciada, precisa y preciosa compañera 
en esta vida y más allá de la muerte.

Como todos sabéis, amo la poesía como amo la vida, como amo a mis amigos, como amo cada calle que he recorrido, como amo cada casa en la que he vivido, como amo las ciudades que me han arropado y las que me han vapuleado a base de dolor oscuro y tristeza del alma y del corazón.  Amo la poesía como amo la esencia divina que nos alienta y nos regala cada segundo en esta forma antes de volver a unirnos con su profunda identidad, la profunda identidad que nos iguala y nos hace el amor cada mañana.  Amo la poesía y sé que mientras mis ojos puedan leer un verso, sólo uno, o mi memoria sea capaz de recordar alguna estrofa, o mis manos puedan acaricia la corteza rugosa de algún árbol, mientras esto sea posible, sé que nunca habré de perder del todo mi camino.  Siempre hemos sabido cómo volver a casa, aunque nos hubiésemos internado en lo profundo del bosque.  Nuestra verdadera casa está dentro del corazón y sólo se puede ver con los ojos de los ojos.  La luz siempre está ahí.  Sólo tienes que mirar bien. 

Creo haber leído mucha poesía a lo largo de los años, ese ha sido uno de mis mayores regalos.  Para que os hagáis una idea, durante mi año como profe de español y francés en Oxford, en cuanto salía del instituto me iba a al cine (si tenía pelas, libras, quiero decir) o, las más de las veces, a la Biblioteca Bodleiana.  En esta última me hinchaba a leer poesía japonesa y china, todos los clásicos ingleses desde la Edad Media, a E. Pound, a A. Lowell,  a Baudelaire, a Ungaretti, a los poetas persas, a los místicos españoles en inglés (sí, siempre me ha gustado hacer cosas de esas), etc.  Esto me hace tener un “background” bastante generoso en cuanto a poesía se refiere y cuando alguien me aconseja algo que leer suele ser el caso que ya lo conozco, pero sigo muy atento cualquier posible consejo y no dejo de descubrir maravillas.  Mi queridísima amiga polaca Zuzanna (uno de las amistades más prodigiosas y bellas que el mundo me ha regalado en forma de alumna de la Uned) me descubría a Idea Vilariño hace ya algunos  meses, por ejemplo, y desde entonces no he dejado de leer su obra.  Y hace algunos días, Raquel compartía conmigo uno de los poemas más flipantes que nunca he oído.

De hecho, yo ahora quitaría todas las asignaturas de los planes de estudios de las titulaciones de maestros y metería al alumnado en un convento, ashram o similar, les daría el poema y les animaría a meditar sobre “su verdad”.  Una vez entendido con la mente y el corazón sólo quedaría verlo con los ojos del alma.  Entonces se habrían graduado y podrían ser maestros.  Y por fin se arreglaría todo, todo iría bien.  También es aplicable a padres, hermanos mayores, ministros de las muchas iglesias que pueblan el mundo, políticos y dirigentes en general. 

Aquí os lo  dejo:

Enseñaras a volar.

Enseñaras a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.

Si queréis saber el autor (si es que no sabéis quién es, que lo mismo es que sí), podéis buscarlo en Internet.  Me gustaba leer poemas a mis alumnos de literatura inglesa sin decirles nada del autor o contexto histórico, un poema va más allá de todo eso.  Es una joya de luz que nos acerca a la esencia silenciosa que recorre el alma de las cosas, es una vuelta dulce al espíritu del mundo.

Nada más por hoy, mis amados amigos, nada más en este día.  Sólo enviaros un abrazo enorme y besaros de forma infinita en aquellas heridas que os sigan doliendo y no acaben de cicatrizar (lo harán…, siempre lo hacen).

sábado, 2 de julio de 2011

LAS HOJAS

Las hojas nos susurran el secreto de la vida y de la muerte


Cada hoja muerta ha tenido una historia de vida, por muy efímera que haya sido esta.  Cada hoja viva camina directa hacia su muerte, como nosotros caminamos hacia ese espacio que nos cuesta concebir durante esta etapa que es la vida.  Y todo es perfecto así y así tiene que ser.  Y por ello, esta semana quiero celebrar de corazón y desde el corazón la belleza silenciosa de las hojas, las vivas y también las muertas.  Por ello he escrito este poema.  Espero que os guste.

La semana que viene nos volveremos a encontrar, si así lo queréis.  Yo siempre estoy deseoso de veros.

LAS HOJAS
Por Francisco José Francisco Carrera

Las hojas,

simplemente las hojas,

ahí apiladas,
sin querer nada más

que ser hojas.

Secas ya,

muertas o moribundas,

felices

por ser lo que son
y no otra cosa,

hojas secas,
nada más,

hojas muertas, moribundas.

Las hojas

que fueron verdes
cuando el verde
les fue grato,

las hojas vivas

que ahora se han tornado
inerte materia
silenciosa,

preciosa fuente
de otra vida.

Las hojas,

simplemente las hojas.

Ellas nos dicen
lo que importa,

lo que importa,
nada más.