¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 2 de octubre de 2011

EL DOLOR DE ESTAR VIVO

El advenimiento de la luz absorbe por completo la llma vacilante que emiten las acciones disciplinadas.
(Lucas, 17:20-21)

Hoy quiero hablaros del dolor de estar vivo.  No voy a hablar del sufrimiento.  El sufrimiento no es real.  El sufrimiento no es ni siquiera un fantasma: es la sombra de un fantasma que duerme y sueña que está vivo.  Pero el dolor está ahí y es real.  Lo real a veces duele.  Lo que duele nos transforma.  Hemos venido a este mundo de formas para transformarnos constantemente antes de regresar a la Unidad de la Luz Primordial.

El nacimiento y la muerte son dos cabos en una cuerda finita que participa de lo infinito.  Creemos que la cuerda es lo único real y que los cabos, en cierto modo, no importan demasiado.  Este es el motivo por el que uno lo olvidamos en seguida y al otro lo tememos de por vida.  Pero yo os digo, hermanos míos, que lo esencial no son las formas sino el espacio entre las formas.  Mi cuerpo me aleja de ti pero el silencio de no ser yo me acerca profundamente a ti.  Y cuando empiezo a vislumbrar que yo no soy yo ni tú eres tú, el dolor se torna dulce, se transforma en caricia de luz y en abrazo de oscuridad.  Y al transformarse también nos transforma a nosotros.

He venido hasta aquí este domingo para hablaros del dolor de estar vivo.  De cómo ese dolor es bondadoso porque nos hace uno con lo Infinito, con la Unidad, nos arranca las miserias y las quejas una a una, nos violenta el corazón con un zarpazo abrasador.  Nos deja desnudos e inermes ante el mundo y justo entonces comprendemos qué es ciertamente el Amor.

Vivir es morir lentamente mas morir es volver a la consciencia de que nada muere para siempre, tan sólo las máscaras, las formas y lo innecesario.  Lo que queda es lo que es, siempre ha sido, real.  Siendo seres de luz, las sombras solamente son un juego precioso, siendo espíritus libres, la carne es tan sólo una dulce prisión que nos ayuda a ver aquello que es, que siempre ha sido.

No se puede huir de aquello que es, pues siempre somos lo que somos, que es exactamente lo que queda cuando nos liberamos de lo que otros creen que somos…, y de aquello que nosotros mismos creemos que somos.  No somos lo que creemos ni lo que queremos ni lo que tememos, somos lo que somos.  Al fin y al cabo, simplemente somos.

Y esos es lo maravilloso.  Compartir esa seidad.  Y al fin ser capaz de dejar de amar para ser por fin el verdadero amor que ama.  Para ser la llama ilumina y enciende a otras llamas para después extinguirse y volver a ser encendida por otra llama…

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