¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

sábado, 6 de noviembre de 2010

EL AMOR A UNO MISMO

To Zuzanna,
my new friend,
who’s coming back to the Earth of the Living
after a brief Spell in the dark Realm of the viruses


Esta semana he estado releyendo varias obras de Osho, en especial me he demorado en ese maravilloso librito suyo titulado “El libro del hombre” y ahí me he encontrado con esta joya de luz:

"A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en una necesidad. Está tan repleto de amor que quiere compartirlo con alguien. Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran dos emperadores, dueños de sus propios corazones, se produce una inmensa alegría. Nadie depende de nadie; todo el mundo es independiente e individual, centrado en sí mismo, arraigado en sí mismo. Sus raíces van hasta el fondo de su propio ser, de donde brota el néctar llamado amor hacia la superficie y florece con miles de rosas."

Lo cierto es que he estado reflexionando sobre estas palabras desde el martes más o menos. Ya sabéis que el amor es uno de mis temas favoritos, lo era cuando era profesor de literatura, lengua o fonética inglesa en la Universidad presencial, lo sigue siendo en mis actuales rollitos históricos en la Uned y, está claro, es acaso el leit motiv de mi poesía como conjunto (¿en qué corpus poético no lo es al fin y al cabo?). ¿Pero es que somos otra cosa que seres hechos de amor? Siempre he pensado que somos la manifestación corpórea del amor como la potencia creativa esencial del universo. Y para dejar claro lo que os digo, casi recurro al verso, a ver si os gusta y soy capaz de comunicar el pétalo de cielo y agua que ahora siento entre mi pecho:

MAL DE AMORES
Por Francisco José Francisco Carrera

Hay amores que curan,
hay amores que destrozan edificios
y no dejan ni los cimientos en pie,
hay amores inocentes
y otros mucho más oscuros,
hay amores de colores
y los hay en blanco y negro,
hay amores que te hacen levantarte de la cama
con un sabor a risa de golondrina en la garganta
y hay amores también que hacen que te vayas a dormir
con un lanza de fuego vaciándote las entrañas y que
no te dejan descansar, que te rompen hasta el alma,
hay amores que te cambian la cara,
hay caras de las que te enamoras
y hay días,
hermanos míos,
hermanos que tanto os quiero,
en que todo lo que veo es amor,
y por donde quiera que vaya
sólo hay amor en mi mirada,
y nada, pero nada nada,
existe que no sea divina presencia
enamorada de ti y de mi
y de cada uno de nosotros.

Y hoy, luces de mi corazón,
despierto del sueño de la vida
a la Vida de verdad
y os miro a los ojos
y os digo que os quiero
y os susurro una palabra
que cifra el mundo entero
y acarició vuestros labios
con las yemas de mis dedos
para dejar ahora, ayer y para siempre
la marca del amor que dio luz al mundo,
la marca del amor que, hermanos,
nos hace divinos pero sobre todo humanos.


Ay, cositas mías, pastelitos de nata, chocolatitos con naranja, que yo no iba a poneros este poema, que se ha puesto él solo, pero como me parece bonito, casi lo dejo. ¿Hace?

Yo hoy sólo quería agradeceros el que sigáis propagando ese “amor a uno mismo” del título de la entrada y del que hablaba Osho, porque si así lo hacéis, nada puede ir ya mal, nada o casi nada (que ya es bastante).

Osho, por cierto y como sabéis más de uno, es un autor que me resulta muy interesante y al que le he dedicado un par de poemas. Para acabar comparto con vosotros el último que he escrito. Un beso enorme, mis lindos.

VOLVER A CASA
Por Francisco José Francisco Carrera

Quiero que vuelvas a casa
Osho.


“Quiero que vuelvas a casa”,
me dijo y después me
miró profundamente sin
dejar de convocar el fuego
en sus pupilas. Las mías ya
ardían de deseo y consumían
cada centímetro de mi cuerpo.
Me abrazó. Puso sus manos
en mi rostro y tapándome los ojos
rozó mis labios con la flor de
sus silencio. Sonreí. Supe
entonces que ya estaba, que
por fin, tras años de viaje sin
descanso, había vuelto a casa.

Y todo lo que era era la nada
y la nada que era era mi casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario