¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 14 de febrero de 2010

MI PRIMERA CONFERENCIA

Para Raquel, por su primera conferencia.


Mi primera conferencia (bueno, “comunicación”, más sobre esto en breve) llevaba por título “Problemática de la enseñanza de I.F.E.: el inglés forestal” y la di el 29 de marzo de 2001 en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid. Era un día caluroso y estaba, la verdad, muy pero que muy nervioso, recuerdo que compartía mesa con otros tres conferenciantes (uno de ellos chileno, majete él) y que para iniciarla yo basaba mi primer golpe de efecto en un chiste sobre un dentista que me había inventado (y del que no recuerdo nada). Lo cierto es que la cosa discurrió bien y que el evento fue lo suficientemente “exitoso” para que saliera animado de la cosa y con ganas de comerme el mundo (aluego me di cuenta de que el mundo no se come, que es de todos y es mejor, por así decirlo, irlo chupando poco a poco porque sacas sustancia pero no se desgasta y tocamos a más..., sí, estoy como una cabra, y bueno, es lo que tiene ser siendo lo que se es siendo, o no, no sé, pero se es o no se es, esa es la sesuda secuencia del silencio asilvestrado y asesino). Desde entonces he dado otras muchas, sobre temas muy diversos y en lugares tan variopintos como Zaragoza, Soria, Letonia o Grecia. Al final, con la práctica, lo cierto es que los nervios ni siquiera me frecuentaban, acaso ese golpe de adrenalina necesario cinco minutos antes de entrar en acción. También es cierto que, como muchos sabéis, a mi me dais un rato para hablar de las cosas que me gustan y acabo olvidándome totalmente de que haya una realidad exterior al tema del discurso.
Para aquellos que no lo tengáis claro, una de las primeras cosas que el joven profesor universitario descubre al llegar a sus quehaceres es que el mundo de los congresos/simposios se divide básicamente en comunicaciones, ponencias y conferencias. Al principio, uno puede darse con un canto en los dientes (expresión que siempre me ha parecido, por decirlo de alguna manera, peculiar, porque tiene que doler…) si consigue que le acepten comunicaciones, estas suelen ser de unos 20 minutos de exposición más 10 de preguntas. Luego, si se “progresa adecuadamente” se van consiguiendo ponencias y conferencias, que suelen ser de 45 minutos a 1 hora y ya implican que te has ido haciendo un huequito en el mundo de los congresos. Lo cierto es que así como recuerdo perfectamente mi primera “comunicación” (ahora que ya distinguís las diferencias) no recuerdo para nada mi primera conferencia/ponencia (y lo cierto es que no he dado tantísimas), tendría que tirar de currículum para localizarla y no me apetece nada (estoy escribiendo en el portátil repantingado en el salón con el perro en el regazo y viendo El Pianista de Polanski). Bien es cierto que la que no se me olvidará nunca fue una apoteósica que di en el campus universitario de Rethymno, en Creta, ante un furibundo y jaranero auditorio compuesto mayoritariamente por estudiantes griegos y chipriotas, sobre poesía inglesa contemporánea y en la que acabamos cantando canciones y recitando poemas como si estuviésemos en un bar. La profesora que me invitó no sabía si aplaudir o llamar a la policía, y al fin acabó invitándome a cenar y confesándome que lo que había visto era “weird, weird, weird… but I kind of liked it, I guess…”.
Y lo cierto es que esta pequeña reflexión no es acerca de una de mis conferencias, comunicaciones o ponencias (la última la di hace ya casi un año, como sabéis ando ahora “fuera de juego” o, quizás, “fuera de fuego”, por cierto, que ahora que lo pienso, me ha gustado esto del “fuera de fuego” como título de un futuro poema), es acerca de Raquel y su primera conferencia. Mi querida mujer se iniciaba el pasado viernes en el mundo de las conferencias y daba una sobre sus temas de bilingüismo en el colegio en un congreso en Valencia. Así que aquí ando yo con perro y coneja alrededor, todos echando de menos a Raquel y disertando sobre las conferencias, comunicaciones y ponencias.
Y vuelvo, así, a mis reflexiones…, lo cierto es que a día de hoy no echo de menos ese mundo a pesar de que fuera divertido (obviamente no descarto volver a él en el futuro, cómo descartar algo en un tiempo que no ha llegado), pero, con todo, viendo a Raquel marchar para Valencia, noté en mí una doble morriña, la de mi chica y la de algunos antiguos viajes para "conferenciar". Me gustaba, por ejemplo, sentirme en el medio de la nada mientras en el aeropuerto revisaba las notas de lo que iba a decir, o la paz que sentía después dar la charla, o, sobre todo, perderme en ciudades y países que no conocía pensando en lo que diría llegado el momento. Tres de mis mejores paseos los di en esas situaciones, en Hannover, en Riga y, sobre todo, en Heraklios, en la capital de Creta me metí entre pecho y espalda una santa caminata de 6 horas sin parar así que cuando llegué al hotel me tuve que meter en la cama con pinzas..., y qué agujetas para la vuelta según iba en el taxi al aeropuerto, mamma mia.
También recordaré siempre mi "última conferencia" (bueno, comunicación), la que di el año pasado sobre Literatura en lengua inglesa y Heavy Metal y que luego me llevó a un programa de radio..., la próxima que tenía preparada, por cierto, se iba a titular Literatura y Videojuegos, pero por ahora se ha quedado en el cajón de proyectos pendientes. Qué se le va a hacer, ya llegará el momento, o no, tanto da.

Espero que Raquel haya disfrutado de la experiencia y en breve me contará. Por ahora, me quedo con esos recuerdos de lo que fue y con la maravillosa realidad de lo que ahora es.
Un beso enorme para todos por haber decidido acompañarme este ratillo, sabéis bien cuánto os amo a todos y cada uno. Gracias por ser así, tan, cómo decir, vosotros mismos.

1 comentario:

  1. Pues te cuento. Con ese chute de adrenalina los 5 o 10 minutos previos y ese calor sofocante y relajante justo cuando terminas. La verdad es que es una sensación parecida a cuando tenía audición de piano (aunque con bastantes menos nervios, la verdad).

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