¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 20 de diciembre de 2009

CHRISTMAS IS ALL AROUND (O CASI)


NOTA 1: Qué, habéis visitado ya al payaso ese ácido y corrosivo del Cocoroto, menudo salvaje melenudo (es un decir, claro, que está calvo como una naranja calva). A este personaje lo conozco bien. He pasado tardes larguísimas con él, hablando de poesía (nunca nos poníamos de acuerdo), comiendo pinchos de tortilla y bebiéndonos hasta el agua de las peceras más infectas. Y la verdad es que aunque me caiga fatal y ponga mi blog a caer de un guindo (creo que es por pura envidia, ya veis que patético homúnculo es ese tipejo) su Poetódromo tiene glamour chusquero y olor a fritanga poética y eso me parece bueno a la hora de acercar la poesía a la gente, “desmitificar, coño”, (como diría él), bajarla de las nubes a las trincheras, de la academia a la barra del bar (sí, amarilla entre amarillas, tu comparación fue muy adecuada). Vamos que yo lo pienso seguir, ¿y vosotros? Bueno, pues para facilitaros tal labor podéis ver que en supremo acto de generosidad he incluido en esta página un enlace directo al Poetódromo del Profesor Cocoroto que podéis encontrar en la parte superior derecha aunque si os da pereza acompañar el ratón con la muñeca para ir hasta allí, aquí os acerco un hipervínculo… http://profesorcocoroto.blogspot.com/. Así que ya sabéis, si todavía no habéis leído su primera lección de poesía sobre Roger Wolfe (uno de mis poetas favoritos, en eso coincido con él) podéis hacerlo ahora pero con las mismas os volvéis para acá y acabáis con mi entrada, ¿eh? Pues eso, al turrón…

NOTA 2: Durante el período navideño se cierra el chiringuito de Luna de Agosto (y también el Poetódromo), que es período de hacer otras cosas. Nos reencontraremos ya el domingo 10 de enero. Que descanséis, lindos.


Y bien…, de nuevo con vosotros, esta vez para compartir buenos deseos navideños. Lo cierto es que estoy pasando una etapa muy reflexiva y casi voy a evitar opinar sobre el fenómeno navideño, un tiempo que me agrada pero que tampoco me dice mucho. Sí, soy más fan de Papá Noel que de los Reyes, me gustan los árboles navideños, la mística anglosajona del muérdago y, en general, toda la estética británica de la Navidad, pero en general podría pasar perfectamente sin Navidades. Ahora bien, ya que están aquí, que sean bienvenidas. Por lo tanto, voy a cerrar las entradas de este año en Luna de Agosto como mejor sé o, más apropiadamente, más me gusta, con un poema, un poema que escribí hace un par de años y que está incluido en el poemario que titulé Esto es lo que hay (2007), el mismo que lleva en la portada de fabricación casera que siempre hago, una foto maravillosa de la Estatua de la Libertad al anochecer hecha por Raquel (gran fotógrafa aficionada, por cierto, para los que no lo sepan).
Como el tema es “navideño” me vale y me sirve para desearos con tono divertido y sandunguero “FELICES FIESTAS”.


Muchísimas gracias a todos por irme siguiendo semanalmente y por leer al Cocoroto, que aunque me caiga falta tiene su punto el tío. El año que viene tendremos nuevos temas, secciones, fotos y a saber. Lo único cierto es lo que es ahora, lo que ha de venir, vendrá como tenga que venir y cuando tenga que venir.


Besos enormes para todos.


Enjoy the the poem…


LA INVASIÓN DE LOS PAPÁ NOEL COLGANTES


por FRANCISCO JOSÉ FRANCISCO CARRERA


Estas últimas Navidades
hemos podido observar boquiabiertos
cómo en nuestras ciudades unos sujetos colorados
con amplias posaderas, blancas barbas y níveas melenas,
buscaban colarse por los balcones de diversos edificios.
Sí, es lo que tienen las modas,
que, vendan lo que vendan,
en cuanto arrancan,
no hay ya cómo pararlas;
y a ver, no me entiendan mal,
que a mí la Navidad me gusta, sí señor,
y si es anglosajona, pues mira, tanto mejor,
que quisiera yo ganarme el dulce turrón
enseñando un idioma salvaje y peleón;
me gusta, pues, y me gusta mucho,
pero de eso a que en cada paseo
por las ciudades que más quiero
(dos o tres, acaso cuatro)
me tenga que tragar tanto papá Noel alpinista
y con el culo en pandereta
cual inmenso champiñón
florecido en la campiña
no hay un mundo sino dos.
Hoy, por ejemplo, hubiese deseado
tener guardado en mi zurrón
una escopeta de caza
para emprenderla a tiro limpio
con los tropecientos “Fathers Christmas”
(que así se les llama en Britania,
pues Santa Claus es invento americano
y, por cierto, se pronuncia “clos”),
amedrentarles con mis gritos de furioso hijo de algo,
llamarles de todo, así, en plena rúa,
chorizos, piltrafas, cacatúas,
escupirles si hace falta, tirarles piedras y aun estacas.
Es lo que tiene este fiestorro de la Blanca Navidad,
que, aunque digamos que no,
a uno, entre villancico y copa de cava,
entre indigestión de langostinos y panzada de roscón,
entre compras sin ningún pro y llenas de contras,
entre la familia del uno del otro e incluso la real,
entre los ritmos sandungueros y el Concierto de Año Nuevo,
le sale lo peor que dentro lleva
y se pone farruco, quejoso y fiero.
Y es que ustedes me dirán, estresados como andamos
y siendo consumidos al no parar de consumir,
corriendo de una tienda a otra,
ciegos de tanto polvorón y mazapán,
agotada ya toda energía nuestra,
nuestras tarjetas ya puro humo;
si es que eso va a ser,
no por nada lo dice la tele,
la verdadera felicidad,
dejarnos la piel y la cartera,
olvidarnos del amor que nada pide,
del amor que ya es en sí el regalo,
olvidarnos de la amistad,
podrida quedó cuando vendimos el sol
por una casita en la playa
a alguna deidad loca y ebria de poder y de maldad,
vendimos el alma,
vendimos el mismo centro del corazón
para comprar los regalos oscuros
silentes y tenebrosos
que el pibe este de las barbas viene a traernos ahora
así, intempestivamente, como un vulgar ladrón,
colándose de mala manera por la terraza del salón.

Y bueno, quién soy yo para juzgar tales cosas,
yo, el menos indicado, rey y además negro,
negro de bote, oscuro monarca,
tan negro como mi futuro,
porque a ver qué demonios hago yo
aquí, en Hipercor, Julián Vargas de nombre,
hijo de padres humildes y filólogo en paro pelón,
un primor, vamos, un rey mago postmoderno,
un reflejo, una quimera de la X
[1] generación,
intentando recrear un viejo mito
y creando tan sólo una ilusión.
Quizás esta noche, cuando me tome un par de copas,
me anime y me encarame a alguna farola
para quemarle el pandero al primer barbudo que vea,
quizás les sirva de lección a los demás
y se planteen, así, en comitiva,
llamar a Rudolf de nuevo para que venga a recogerlos
y volver a su casa corriendo.
Rudolf… ese sí que es un buen tipo,
un reno con roja nariz,
colega mío, eso está claro,
un silente perdedor
que, como todo quisqui
estos días de diciembre,
encuentra su momento de gloria
como estos muchachotes
de la provincia de Soria
que salen en el telediario
por haber ganado el premio gordo
y que, a ver si no lo haríamos todos,
saltan y cantan y vuelven a cantar
sin preocuparse por esta terrible plaga,
la terrible maldición de los Papá Noel colgantes
que nos vienen a invadir
sin que nosotros,
pobres mortales,
tengamos ya dónde ir.

Eso sí,
no me malinterpreten, no,
que lo mejor del año para mí
es la Navidad y su festín,
que lo que no me mola nada
es el verano y la playa
así que venga un buen villancico
y otra botella de cava,
que a esta invito yo,
que humilde soy,
es cierto,
pero tacaño, pues no.


[1] Se ha de pronunciar a la manera inglesa /eks/, que si no se va a la porra el ritmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario