¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

sábado, 20 de octubre de 2012

SOBRE NACIONALISMOS, LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA Y OTROS CUESTIONES LIMINARES

Esta será desde hoy nuestra bandera...

Para mí estos temas no son ni espinosos, ni controvertidos, ni problemáticos, vaya esto por delante.  Si me apuras, te diría que para mí estos temas no son temas, son sólo variantes del único tema, el amor (y su manifestación dualista, el desamor).  Y como diría Brian Weiss, entre tantos otros, el amor es lo único que existe.

Pero vamos al material discursivo, a ver qué tal sale.  La verdad es que lo tengo claro, a ver si las palabras sirven como puente o como muro.

Yo nací en Valladolid, España, eso dice mi carné de identidad, pero desde niño supe que eso fue “accidental”, que podía haber nacido en Kuala Lumpur y que eso me iba a dar igual.  Yo no me he sentido especialmente español en mi vida, y puestos a rizar el rizo me he sentido más inglés en Oxford el tiempo que viví allí que español en Soria durante estos últimos 15 años.  No quiere decir que me moleste ser “español”, “vallisoletano”o, ya puestos, “calvo”.  Todo lo contrario, es una pasada (o dos).  Es así y me parece guay. 
Mi primera lengua materna me ha abierto las puertas de Borges, Garcilaso, de Cuenca, Rulfo y tantos otros.  Cómo para quejarme.  Así que divinamente, oye.  Ahora bien, ¿que esto me da algún sentido de identidad?  Pues mira, no, ni la más mínima.  Cuando hablo con mis amigos alemanes, me siento alemán, cuando estoy con gallegos, soy un gallego más y si estoy con mi perro Kibo, ladro feliz como si fuera yo mismo un bichón maltes.  Me gusta jugar a ser un camaleón que ya no recuerda su anterior forma (be water, my friend!).  Y cuando me quedo sólo (lo que es imposible, siempre estamos con nuestros otros yóes) juego a ser lo que me dé la real gana o me dejo llevar por nuestra verdadera esencia vacía de toda forma.  Mola mucho, la verdad.

Lo siento, no entiendo esto de las nacionalidades y en otras vidas creo que habré sido un soldado pésimo porque eso de “por la patria” me produce cierta risa... (como todos vosotros habré muerto en muchas guerras, yo recuerdo dos, una flecha normanda en la batalla de Hastings y una bayoneta atravesándome el pecho en la Guerra de Secesión Americana, como ya he dicho, el inglés lo recordé antes siquiera de aprenderlo). 

Uso los pocos idiomas que hablo para crear y compartir y no me identifico con ninguno…, el inglés es mi idioma más cerebral, y por ello me gusta escribir artículos y enseñar en él, también suelo pensar en él para estructurar mi vida; el español es mi lengua más poética, y casi toda mi poesía la he escrito en ese idioma; el francés regresa lentamente en según qué ocasiones y me saca de mi cuerpo para volverme a llevar a una tarde en la que desangré mi corazón de forma involuntaria en un parque de Tours un cálido agosto.  Lo poquito que sé de alemán e italiano a veces me juega extrañas pasadas en sueños, pero esa es una historia muy personal que no creo que le interese a nadie.

Y ahora mismo estamos con la cantinela esa de los nacionalismos catalanes o españoles, y parece que quieren polarizarnos hacia uno de los dos lados del espectro…, pero a mí, la verdad, me da lo mismo, los catalanes me caen de puta madre, y los de Cuenca o los de Madrid, y los andaluces, y los vascos, y los rusos, y los húngaros, y los fineses.  Me fascina el Oriente Medio tanto como me vuelven loco los Estados Unidos (¿mis favoritos?  Arizona, Texas y Oregón), la cercana Zaragoza como el Lejano Oriente tan místico y tan zen él, el África negra y la menos negra.  ¿Cómo no voy a querer a toda la gente de este maravilloso mundo si son mis herman@s aunque no los conozca?

Y así andamos, y a la pregunta ¿que qué me parecería la supuesta independencia de Cataluña?  Mi respuesta sería bien simple: nada.  La verdad, nada.  Seguimos siendo hermanos.  Coño, que somos seres humanos y lo de ser de un sitio u otro es una “paja mental” que se nos va imbricando desde pequeñitos para luego estar bien controlados por quienes ya sabéis pero habéis olvidado... ¿Os parezco un poco consparanóico?  Pues fale.  Y a lo que iba…, que no me parece ni bien ni mal.  No tengo opinión, ya está.  Lo que es, ES, lo que haya de ser, se manifestará a su debido tiempo (o no). 

Pero con todo…, sí que tengo opinión:

Mirad, ti@s, hemos venido aquí para querernos, para querernos de verdad y dejar de una vez de jodernos la vida los unos a los otros y los otros a los unos, y nosotros mismos a nosotros mismos, que somos expertos en eso también, y ser español o ser catalán es un juego, como ser del Madrid o del Barça, un simple juego en el patio del Colegio de la Vida.  Pero coño, cuando jugábamos de niños en el patio no nos abríamos la cabeza a pedradas (vale, había algunos niños mu brutos que sí, pero los menos) ni nos insultábamos como si nos diera verdadero asco el otro.

Y acabo con uno de mis poemas…, uno bastante viejo que escribí para un curso sobre “multiculturalidad y poesía” que impartí en un postgrado de Interculturalidad.  Creo que es claro y expone de forma diáfana mi opinión sobre las fronteras, las nacionalidades.  Si habéis llegado hasta aquí (qué lind@s que sois, querdi@s mí@s), lo mismo ya estáis un poco cansados, pero bueno si os animáis y os apetece leerlo pues un beso enorme porque sí, y si no os apetece, pues otro beso enorme porque también.

¿Queréis enarbolar conmigo una bandera blanca en el corazón?

Lind@s!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

CÓMO ENTIENDO LA MULTICULTURALIDAD
por Francisco José Francisco Carrera

                No creo que la India como India importe demasiado.  Lo que importa es el mundo.  Ya sea que vivamos en la China o en Japón, en Inglaterra, en la India o en América, todos  decimos: “Mi país importa muchísimo”, y nadie piensa en el mundo como una totalidad; los libros de historia están llenos con la constante repetición de las guerras.  Si pudiéramos empezar a comprendernos como seres humanos, tal vez dejaríamos de matarnos unos a otros y pondríamos fin a las guerras; pero en tanto seamos nacionalistas  y pensemos tan sólo en nuestro propio país, seguiremos creando un mundo terrible.  Si alguna vez vemos que ésta es nuestra Tierra donde todos podemos vivir felizmente y en paz, entonces juntos construiremos de nuevo; pero seguimos pensando en nosotros mismos como indios, alemanes o rusos, y consideramos a todos los demás como extranjeros, entonces no habrá paz y no podrá crearse ningún mundo nuevo.                                                                (Krishnamurti, El arte de vivir)

O cómo no la entiendo
porque lo que es
no puede nunca ser entendido
desde nuestra máscara
creada y fabricada
en un mundo ficticio
que acepta a priori
la marca de lo multicultural
como la verdadera identidad.

Lo que es, es,
así de simple,
el hombre es,
nada más;
y al aceptarse
como sujeto
en límites
versado,
no puede dejar de ver
las fronteras de sus semejantes.
Así, claro,
abundan los países, las religiones,
las culturas y los idiomas,
y esto, qué duda cabe,
nos hace ser diferentes.
Yo me comparo con lo de afuera,
soy más rico, y mucho más guapo,
ciertamente un niño pera,
mi país es más fuerte que el tuyo
y tus hermanos unos negros de mierda;
los alemanes gordos y rubios,
los ingleses pelín estúpidos,
los chinos bajitos y muchos,
los africanos llenos de granos,
los de Papúa  son cacatúas
y los españoles
(al menos en los mundiales)
nunca la meten
y además son muy pero que muy vagos.

“Yo es que creo que todos somos iguales”
es sentencia peligrosa
porque ya marcas tu límite
al decir “yo”
(difícil no hacerlo, lo sé)
pero sobre todo por “creer” algo que es.
No se puede “creer” lo que es,
yo no digo que creo que está lloviendo
cuando llueve,
si está lloviendo,
llueve.
Así, la única verdad
es que todos somos iguales
en nuestra diferencia;
huelga, pues, decirlo,
aunque el mundo
se nos ha ido de las manos
y ahora, hermanos míos,
todo es un revoltijo
de daño, odio y usura,
de miedo, sangre y violencia.
Aterrado y sin saber cual es el camino
no me atrevo a reconocer mi yo divino
(el no yo, barrer mi ego
con la dulzura de un ángel,
con la decisión de una pantera)
y alejarme de esta gran demencia,
lleno el corazón
y la boca de basura
me levanto y arremeto
contra todo lo que pillo.
Sólo existo si me delimito,
así que todo lo demás
me importa un pito;
si tengo dos casas
ya soy un poco más que tú,
si tengo dos amantes
soy mucho más importante,
al tener estas dos mentes
he de volverme loco
pero tú y todos los que son como tú
habrán de creer que soy el modelo a seguir.
Bailad conmigo esta danza de muerte,
danza oscura de locura,
invierno abismal en la primavera del hombre,
no dejes de danzar,
maldita sombra sin alma,
mueve tus miembros al son
del dolor de tus hermanos,
ríe cuando el fuego quema cabañas
en África,
celebra una nueva guerra civil
en Camboya,
alienta la injusticia social
en América del Sur,
bebe a su salud
y enciérrate en tu fortín
con las manos llenas de humo,
con el corazón anestesiado
al dolor humano.
Si hace falta,
arráncate los ojos
y ponte gafas de marca,
es lo que se lleva ahora,
gira la cabeza ante los llantos,
aléjate de la pobreza,
total,
si eres multicultural,
políglota y viajero,
un hombre de mundo,
ya ves tú,
habitante del primer mundo,
tan moderno y tan culto,
tú, sí, tú
que crees saber algo
y sólo sabes lo que crees,
no lo que es,
lo que está siendo:
cómo si no soportar
el dolor de otros seres
y no sentirnos desgarrados
al compartir la misma alma,
el mismo frágil corazón.

Hemos aprendido a olvidar
lo que de verdad somos,
un hermano nunca daña a su hermano,
el amor nos impide herir
y nunca nos hace crueles,
pero si olvidamos que la luz
que compartimos dentro
es la misma luz que dio la vida
en su primera forma,
las sombras nos devorarán
las entrañas
y el dolor que implica negarnos
a nosotros mismos
hará que el vacío se multiplique
por la barbarie.
Entonces, para encontrar alivio
sólo nos quedará embrutecernos,
entumecernos o iluminarnos
(“Out of the three
I keep on choosing misery”).
Y sólo quedará girar en la rueda
del ciego magisterio de la espada,
del fuego oscuro y de la nada.

Hoy, al levantarme,
tenía la boca llena de sangre,
las manos me olían a muerte,
y todo estaba en penumbra.
Yo no podía soportar ser yo,
al menos no pude soportarlo
hasta que me tomé el primer café,
después todo volvió a ser maravilloso,
mi coche, mi casa, mis hijos,
siempre me pregunto
cómo teniendo tantas cosas
y siendo tan feliz
me pueden venir ganas
de coger una escopeta
y liarme a tiros con el primero que pase,
romper las farolas,
machacar puertas y ventanas;
cuando me siento así
sólo puedo rezar y desear ser otro
y eso me pone más triste
y me da ganas de llorar.

Y cómo comparar lo incomparable,
la puesta de sol o el amanecer de la conciencia,
la risa del niño o el estertor del que muere.
La belleza no tiene contrario
y todo lo abarca,
el corazón no puede dejar de entender
una mirada o una caricia.
Cómo, pues, voy a utilizar una comparación,
cómo decir que tú eres mejor,
que yo soy más
o soy menos,
si simplemente y absolutamente soy,
y eso es lo que me hace estar en ti
cada segundo y en cada aliento,
me hace quererte con locura,
con cada poro, con cada sueño.
Y cómo pedirte algo,
amado mío,
como requerir de ti
sino lo que me quieras dar;
yo, ya lo sabes,
te ofrezco lo único
que es mi posesión,
estas manos,
estos besos,
estos ojos
y este simple corazón.

La luna, el sol y las estrellas
siempre han sido de los dos,
la hierba, el aire y la brisa,
esta divina respiración,
todo lo que de verdad importa,
siempre ha sido tuyo y mío
y de ninguno de los dos,
la risa, el cielo y su caricia,
lo único que de verdad importa,
el único y verdadero amor.

El saber que todos somos
el agua, la luz y el fuego
y que nuestro rostro
es tan sólo un pétalo más
de la flor que habla con su silencio
y nos dice que lo somos todo
cuando aprendemos a ser nada,

que todo lo tenemos
cuando aprendemos dar.



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