¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

viernes, 27 de julio de 2012

CIERTA CLASE DE AMOR

Y bien, querid@s mí@s, hoy cierro esta temporada de Luna de Agosto para iniciar mis vacaciones.  Estaré un mes desconectado para dedicarme a descansar y otros proyectos.  Nos veremos, si así lo queréis, en septiembre.  Os dejo, eso sí, con un  poema de amor, el último que he escrito, por cierto, y ya en nuestro nuevo ordenador de sobremesa, que el viejo "petó" hace nada después de varios años de uso y abuso...
Un besazo enorme para todos.  ¡¡¡Qué tengáis un verano maravilloso, cositas lindas!!!


CIERTA CLASE DE AMOR
Por Francisco José Francisco Carrera

Para la de siempre:
Por lo de siempre y por lo de nunca,
en esta incierta vida y la segura muerte,
pues juntos hemos aprendido
que es la vida de verdad…

Entraste sin siquiera abrir la puerta
entraste, mi vida,
hasta robarme el corazón.

Entraste callada,
con cierto aire salvaje en la mirada,
entraste como si conocieras cada cuarto,
como si cada habitación hubieras recorrido
en otros sueños u otras vidas.

Entraste con orgullo,
desafiando el silencio
que reinaba en cada esquina,
dejando atrás cualquier obstáculo
mientras el romo sabor de la tristeza
suspiraba pues permanecía
ya vencido y olvidado a tus espaldas.

Entraste como sólo tú podrías haber entrado,
como sólo tú sabrías hacerlo,
entraste así, bella y frágil y estupenda.

Tú,
simplemente tú.

Entraste en mi vida de repente
Y de repente mi vida se volvió loca
y enloquecido de luz
volví a ser un divino animal.


Y cada recuerdo quedó en cenizas
reducido ante la llama sagrada
que tu cuerpo aquella noche propagaba.

Y ardiendo en las hogueras de tu cuerpo
descubrí que en tu vientre de fuego
todo el sabor del universo con pericia
crepitaba.

Entraste como un huracán,
como la tormenta que oscura
inquieta el ojo tierno del infante
que ha perdido la cordura
en los brazos amantes de la muerte.

Entraste enfundada en tu cuero negro,
en tu piel blanca
con tus ojos de cielo estrellado,
con esos labios que sangraban besos
cuando reías,
eterna maravilla que corría
por tus venas,
el amor que explotaba las arterías
de mi vida.
Y yo, querida mía,
supe que todo lo ibas
a tornar del revés,
todo.

Todo mi mundo,
ya lo ves.

Y sonreí
y te tomé de la mano
y juntos tiramos de una patada
la puerta infecta del dolor
estúpido que nos envejece
con sus patéticas mentiras
y juntos salimos a un mundo
pleno de ilusión en el que
para siempre reinaran
la locura y la alegría y la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario