¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

sábado, 25 de junio de 2011

EL MARAVILLOSO MUNDO DE LOS VIDEOJUEGOS (i)


Esta entrada de hoy va dedicada a mi reciente amigo Vis (Juan, Diego o Juan Diego, que poco importa el nombre, los nombres, como toda forma, están ahí y son necesarios pero dicen poco de lo que hay detrás), mago y maestro de videojuegos.

Yo nací en un barrio obrero de Valladolid, en un barrio alejado del centro por la vía del tren (que todavía no han soterrado), para los que conozcan la geografía pucelana, yo nací en Los Pajarillos. Y allí me crié. Y como chico de barrio, pasé los largos 80 del parque y las calles a la sala de Recreativos que decíamos entonces. Con mis cinco durillos me echaba mis partidas al Commando o al Kung fu Masters o al Ghosts n’ Goblins. Aunque la máquina que nos tenía locos a la pandilla que entonces conformábamos se llamaba el Gauntlet, un multijugador de hasta 4 personas que nos despojaba de nuestra paga semanal a base de bien. Vamos, que desde pequeñito me han gustado los videojuegos y las maquinitas…, pero luego me alejé de ellas, y me alejé mucho. Me alejé para conocer otros mundos con la misma intensidad. Sobre todo el de la literatura, pero esta es otra historia.

Ya en mi época universitaria me hice amiguete de un tío maravilloso (lo era entonces y lo es ahora) que se llamaba y aún se llama Félix (tío, lo sabes, te quiero un huevo) que sí que había seguido en contacto con el mundo de las consolas y recuerdo que una vez me llegó a decir que algún días los videojuegos serían entendidos como obras de arte. A mí a poco de da la risa, pero siempre he estimado mucho su opinión así que no dije nada…, y menos mal, porque hace ya algunos años que considero los Videojuegos como las obras de arte más representativas del arte postpostpostpostmoderno (o lo que sea).

Lo cierto es que ya sabéis todos que tanto Raquel como yo somos unos “friquis” reconocidos y orgullosos de todo lo que sea pulsar botones, matar zombies, saltar plataformas, vamos que nos encantan las videoconsolas y tenemos casi todas (las que se dejan, vamos).

A lo que voy, hace un par de semanas, un tipo maravilloso apareció por mi vida (al que le dedico la entrada de hoy) y mientras nos tomábamos algo en el Red Lion, un mundo denso y maravilloso de videojuegos se edificó a nuestro alrededor. Mi nuevo amigo es ciertamente una enciclopedia andante del tema, y eso siempre alegra el corazón, ver cómo alguien ama tanto algo que es capaz de transmitirte esa pasión sólo con su mirada o con la intensidad de sus ojos. Lo cierto es que creo que rememoramos juntos muchos de los momentos que nos han marcado de la historia de los videojuegos. Y yo aprendí mucho (gracias, Vis) y espero aprender más y compartir otros momentos con este nuevo amigo del que os hablo.

Y aquí voy a lo que voy, parece que a pesar de que han ido ganando terreno, todavía se ve con mejores ojos socialmente el apalancarse ante la tele para ver la basura que nos tiran políticos y demás jerifaltes que coger tu play o tu wii o tu xbox para ponerte algunas de las joyas culturales más fascinantes de nuestros tiempos. Raquel comenta al respecto que además esta actividad puede ser totalmente cooperativa, ya sea jugando varios o jugando uno y comentando y ayudando el otro, algo ciertamente difícil ante un programa de televisión que requiere de más silencio si queremos estar a lo que estamos. Y es que sentir en la mano la espada de Link mientras cabalgas por Hyrule para ayudar a la princesa Zelda, encontrarte en medio de la mitología griega más salvaje con Kratos y su atormentado pasado , ser Marcus Fenix en un asalto contra un enclave locust en el Gears of War o volar por el espacio más maravilloso con Mario Galaxy son algunas de las experiencias más placenteras y gratificantes que he encontrado en mi vida. Todo ello ha sido tan intenso y maravilloso como intensas y maravillosas han sido mis lecturas de Shakespeare y Borges, por ejemplo. Tan grato como el cine de Ozu o de Welles o de Woody Allen. Tan fascinante como escuchar a Led Zeppelin, Los Beatles, Yes o mis amigos los Wildborns.

Me cuesta concebir mi vida sin los videojuegos, aunque podría vivir sin ellos, esto es obvio. Pero es que podría vivir sin tantas de las cosas que me rodean… Y esto es otra historia, obviamente, y merece una entrada en sí misma. Pero está claro, que de todo el ocio que se nos ofrece ahora, en el mundo de los videojuegos podemos encontrar verdaderas obras de arte interactivo, y las mejores, lo sé, están por llegar. Y eso me alegra el corazón en el presente.

Ahora me pilláis dedicando el tiempo de ocio que tengo (que no es tanto, no nos engañemos, escribir requiere de tiempo y espacio en grandes dosis) a compaginar mis lecturas de los Evangelios, el Tao, los libros de Game of Thrones, el visionado de varias pelis de Dreyer y Wenders, las audiciones de Mahler, Brahms, Marais y Barók acompañadas de Iron Maiden, Judas Priest, Coldplay y King Crimson con varios videojuegos, a saber, el Infamous para la ps3, maravilloso, frenético y relajado a la vez, el Plants vs Zombies para la ds, una locura genial, y el Ocarina of Time para la 3ds, joya entre las joyas (I just can’t get enough, really!!!).

Y así, entre rato y rato, sigue actualizándose el mundo ante mis ojos, y mis labios rozan la realidad para sentir la caricia del amor que toda herida cicatriza. Y mis manos desaparecen, y mi cuerpo vuelve a ser estrella.

Por el firmamento ando, allí os veo y nos damos un abrazo.

See you next week, you precious souls!!!


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