¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 29 de mayo de 2011

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

Cuando hay silencio, puedes encontrar el centro mismo del universo dentro de ti.

(Lao Tse, Tao Te King)

…el advenimiento de la Gran Luz absorbe por completo la llama vacilante…

(Lucas, 17:20)

Como poeta, mi principal deseo cada día es ir más allá de las palabras. Escribo poesía, me parece, para ser capaz de penetrar en el corazón de cada cosa, para ser capaz de llamar a cada cosa por su verdadero nombre. Es una manera de regresar a lo esencial, a lo que es importante de verdad. Amo tanto el estruendo furioso de los objetos como el silencio primigenio que los precede y los materializa como por arte magia. Lo Uno siempre ha dado presencia a los Muchos aunque haya un sustrato básico y milagrosamente cotidiano que unifica las conciencias en la Conciencia.

Y con todo, ahora sé que más allá de las palabras está la nada.

Y que más acá lo único que hay es el amor y la esperanza.

Pero las palabras pueden ser luminosos indicadores de un sendero olvidado. Y eso es lo que intento redescubrir cada vez que me pongo a escribir un poema. El sendero del corazón que nos lleva hacia lo numinoso a través del más corriente de los gestos y de las acciones más profanas.

Cuando era niño habitaba las gotas de lluvia y los rayos de sol que se colaban por mi ventana. Dejaba que las sombras entraran poco a poco y se fueran deslizando en mi cuerpo para llenarme con la savia oscura de la noche las entrañas. Y cada noche me llenaba la boca de estrellas y aprendía a soñar con lo innombrable. Sin saberlo estaba iniciándome en los secretos de la muerte. Y el cuerpo dejaba de ser pesado. La mañana llegaba y el cordón de plata unía de nuevo cuerpo y espíritu. Y sabía que todo esto había pasado una y otra vez desde el principio de los tiempos. Y no tenía duda alguna de que lo que estaba viviendo ya lo había vivido y lo habría de vivir otra vez.

Pero lo hemos olvidado.

Hemos olvidado cómo ser uno con el mundo.

Hemos olvidado cómo dejar de ser lo que no somos.

Hemos olvidado que amar sin frontera alguna es lo que nos hace humanos.

Hemos olvidado que siempre seremos la luz en la oscura noche del alma.

Hemos olvidado a qué sabe la tormenta en el desierto de la vida.

Hemos olvidado cuántas veces hemos muerto para volver a comenzar.

Hemos olvidado que el silencio fue el primer idioma que hablamos.

Hemos olvidado muchas cosas esenciales para aprender otras sin importancia.

Hemos olvidado que somos la vida para creer que tenemos “una” vida.

Hemos olvidado que cada segundo que pasamos es la eternidad encarnada.

Hemos olvidado el sabor absoluto de la Verdad.

Pero queremos recordar, todos queremos recordad. Por eso nos visita esa sensación de vacío de tarde en tarde, por eso nos seducen esos momentos fugaces de felicidad absoluta. Ambas sensaciones son “empujones” hacia el “otro lado del silencio” para que busquemos lo que es verdad en nosotros, para que no nos dejemos engañar por el velo de Maya y su danza infinita de nombres y de formas, de colores y de normas. Y eso pasa ahora y ahora y ahora, y ha pasado siempre, y volverá a pasar hasta que todos nos unamos finalmente con la Luz que Redime y la Oscuridad que Repara. Y eso está pasando ahora que escribo y que busco tu mirada, corazón de mi corazón, hermano mío, querido amigo que siempre caminaste conmigo, está pasando ahora que nos buscamos para reconocernos como acaso lo hiciéramos cuando la luna se acunaba en el Nilo y nosotros jugábamos con la arena fina del amor en nuestras manos o cuando ante las puertas del Zigurat tú y yo bebimos vino dulce y celebramos ritos distintos, acaso cuando me viste morir de peste en aquella habitación oscura y fría y silenciosa de aquella creciente Constantinopla que tenía el cielo más bello del mundo o acaso fui yo el que vi tu cuerpo caer ante la Bestia en nuestra amada Danzing en los años de la locura que barrió Europa de punta a punta. Qué importa…, lo cierto es que no dejamos de intentar recordar y momento tras momento nos encontramos buscando lo que creemos perdido pero que siempre ha estado dentro de nosotros, sólo había que abrir la puerta y reconocerlo como lo que era y celebrar que por fin habíamos llegado a casa porque en el fondo nunca habíamos dejado de estar en ella, en el centro absoluto del huracán de la vida y del amor. Y esto nos pasa tantas veces..., cuando nos enamoramos, cuando nos sentimos pequeñitos a pesar de tener ya 30 años o cuando la tristeza nos destroza los ojos con el llanto que lacera las entrañas.

Y yo os digo, hermanos, que aquello que es y ha sido no puede ser olvidado y que sólo tienes que ir más allá del Signo y la Palabra para volverlo a encontrar.

Y yo os digo, hermanos, que los muchos son el Uno cuando nos volvemos del revés y aprendemos de nuevo a mirar el cielo como el cielo y la vida como la vida.

En el principio de los tiempos, fue la Palabra. Pero antes del principio, la Palabra no existía. El vacío precede a la Palabra y gracias a su amorosa presencia permite que toda forma se manifieste. El silencio es lo que fecunda el corazón del hombre y permite que día tras día el precioso juego del mundo y de la vida haga el amor consigo mismo para que los reflejos produzcan su apariencia de realidad, para que siempre sea lo mismo y para que eso mismo sea nuevo cada vez.

Y yo sigo buscando las palabras que, en vez de alejarme, me acerquen de una vez por todas a ti. Quiero pronunciar el conjuro que nos una. Pero cada vez que lo hago me separo. Porque para empezar siempre fuimos uno y el mismo. Porque en el silencio anterior a la palabra no hay ni Tú ni Yo ni Él, sólo existe el Todo que está hecho de Ninguno. Porque en el silencio es donde la luz es luz y la tiniebla es tiniebla de apariencia luminosa. Porque en el silencio el no nacido ya ha sido padre y madre a la vez. Porque en el silencio no hay nada innecesario que sea necesario y lo necesario se vuelve innecesario. Porque el silencio nunca fue creado y por ello es el origen de las formas, incluso de las más sutiles. Porque cada vez que cierras los ojos y rompes con tus labios en flor los lazos que te sujetan torpemente a la mascarada de la vida, dejas también que el silencio rompa tus huesos con dulzura y tu sangre vuelve a fluir por las arterias ancestrales de tu absoluta presencia con lo que Es y siempre Fue. Porque cada porqué que planteas deja de tener sentido en los brazos del silencio que te libera para siempre y te hace uno con la belleza.

Escucha. Esto nace del silencio…

“y la mujer vino a mí, la mujer vino entre lirios y con la desesperanza en su mirada, y de su vientre infinito la mujer me obsequió con la Semilla de los Tiempos para que dejara de buscar, para que reconociera lo evidente, y su semilla preciosa llevé a mi boca, y sentí al instante cómo una alegría infinita fecundaba mi cuerpo, cómo mi mente cesaba de parlotear, cómo el miedo se evaporaba, cómo todo lo que había conocido desaparecía para siempre. Y la mujer acarició mi rostro y, con una voz tan frágil que quebraba mi corazón a cada susurro, me dijo: ‘ven a mí cada noche y nada nunca volverás a echar en falta, cada vez que cierres los ojos deja que todo sea perfecto, no hagas nada, deja que todo sea como haya de ser, volverás al centro infinito en el que esa forma tuya se gestó; a morir, cariño mío, sólo se aprende muriendo y saber morir antes de morir es saber que la vida es infinita y que aquello nacido de lo no nacido ha de vivir para siempre”.

Déjalo ir ahora. Esto ha muerto en el silencio para alcanzar la vida eterna…

Y el poeta dentro de mí sigue levantándose cada mañana aunque ya no haya nada en el mundo que deba de ser cantado, porque es mi firme decisión el seguir jugando y el seguir cantando, y amando y seguir rompiendo mi cuerpo que acepta esta dulce locura de perderme en el mundo para volver a encontrarme en la mañana infinita de tu sonrisa al despertar.

He nacido para amarte, hermano mío, he nacido para acariciar tus ojos con la brisa de los sueños, hermana mía, y tus oídos con la risa de mis palabras y haga lo que haga no puedo hacer otra cosa, haga lo que haga siempre es lo mismo, te celebro y me celebro, bebo fuego líquido cada noche y vomito universos en mi cama que más tarde o más temprano he de contarte en poemas. He devorado estrellas frías como el hielo y en mí la simiente de la Madre ha engendrado al no nacido que ha de vivir para siempre.

No sé si entiendes lo que digo, pero sé que lo entenderás más tarde o más temprano. Cuando el yo cae, el entendimiento es total y la Verdad se revela desnuda tal y como es. Y el miedo se convierte en amor. Y el deseo es consumado para siempre. Y nada puede herirte porque eres la herida que sangra gotas de amor que florecen inmarcesibles ante los ojos de los hombres.

Y yo estaré allí, a tu lado, cuando tu cuerpo se convierta en la Luz que Camina. Y te abrazaré y reiré contigo pues estar a tu lado, lo sabes, será motivo de eterna felicidad.

Hoy no hay poema, mirarte a los ojos y decirte cuánto te quiero, amigo mío, es lo único que importa, lo único que importa de verdad. Lo único que tiene sentido. Lo único verdaderamente esencial.


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