Por Francisco José Francisco Carrera
Para María Gallardo,
quien me habló por primera vez de la Reconexión.
Con este poema quiero sanar todos tus males,
los del cuerpo y los del alma,
¿acaso no supimos siempre
que aquí no hay verdaderamente
ni dos ni tres?, ¿qué todo lo que había
era lo uno en mil máscaras preciosas
distintas?
Y sí, amado mío con cuerpo de cometa
y sonrisa de tempestad,
aquí hemos llegado
tras caminar hasta perder
los pies en el camino
y crecernos alas infinitas
de luz y de hermosura,
aquí empezamos a ser
al dejar de tener,
empezamos a ser la vida
perdiendo para siempre
el miedo a vivir,
tú y yo, amantes eternos
desde el principio eternos,
hermanos de sangre siempre,
parientes de corazón,
tú y yo dejando atrás
esas formas que nos hacen
ser tú y yo para convertirnos
en él, en ella, en todos los demás
y así dejar ya el dolor y la agonía
de ser un cuerpo finito.
Qué gran broma,
qué broma tan estupenda,
y nosotros pensando que iba en serio,
que todo era mucho más que un juego
para por fin descubrir que sólo el juego
ha de tomarse en serio,
que todo lo que nuestros padres y maestros
nos decía que debíamos tomarnos en serio
era lo que debíamos considerar una broma
y nunca preocuparnos por ello,
que lo que había que hacer bien,
con todo el alma y el cuerpo por igual
era el jugar,
el jugar como cuando éramos pequeños
y el mundo era un sortilegio de azul
y de rojo y de amarillos estupendos,
cuando abrías los ojos
y la realidad era simplemente lo que había,
lo que te iluminaba por fuera y por dentro.
Y aquí vuelve mi voz
en forma de poema,
como siempre hace
de cuando en cuando
y cuando me siento
sangrar de puro amor y felicidad.
Lo que quiero hoy
es estar en ti,
hermano mío,
saberme tan cerca de ti
que pueda oler tus ojos
y sentir el fuego absoluto
de tu cuerpo transcendiendo el mío,
sentir que mi corazón escucha
tu silencio diciendo al universo entero
que floreces y has florecido desde el principio de los Tiempos
y te rompes
y te alzas
y no dejas de gritar
ya sin voz
ya sin miedo
y en ti todo se torna dulce
y lo amargo es tan preciado como preciado es el amor
y ya no necesitas elegir
y no distingues lo bueno de lo malo
porque todo es perfecto
al ser simplemente lo que es.
Y ya,
con mi saco de arena
a la espalda,
busco el frescor de la montaña
y desaparezco para dormir mil años.
En mis sueños
sanaré la Tierra
y el Cielo
volverá a llenarse
del Fuego
absoluto del Amor.
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