Y entonces conoceréis la Verdad,
y la Verdad os hará libres.
(Juan, 8:32)
Hablar de esto no es fácil… y sin embargo nada podría ser más fácil. Hablar de estas cosas no resulta simple… y sin embargo la simpleza misma fabrica el material que forja cada una de las palabras que voy a compartir con vosotros. Hablar de todo esto es muy personal… y sin embargo es totalmente impersonal en cuanto al mensaje que quiero transmitiros. Hablar de esto puede parecer irrelevante… y sin embargo para mí no hay nada más esencial, nada más importante.
Y a pesar de todo, la Verdad empieza a ser mentira cuando la ponemos en palabras…, y a pesar de todo, el Amor empieza a no ser nada cuando nos empeñamos en explicarlo…, y a pesar de todo, mi vida entera he dedicado a la comprensión del Amor y la Verdad sin darme cuenta de que sólo cuando dejamos de buscar somos capaces de encontrar y residir en la magnífica melodía de lo que ES.
Desde pequeño descubrí un espacio interior que se manifestaba constantemente en lo exterior. Era una cosa normal, tan normal que no dejaba de verlo un día y otro y otro también. Luego fui creciendo y cubriendo mis ojos con los velos del mundo, con sus máscaras infinitas y absurdos ropajes y esos momentos fueron más y más raros. Me desconecté de la Verdad. En un modo u otro es algo que veo que nos va pasando de forma natural. A lo que iba…, esos momentos los acabé definiendo como “momentos de irrealidad” porque era como si todo lo que se me hubiese enseñado se definiera de nuevo a cada momento, a cada respiración. El tiempo desaparecía, las leyes de la física se reescribían, el espacio se convertía en algo nuevo e infinito. Pasaron años para que viera claramente que aquellos momentos preciosos que se sucedía más y más raramente en mi vida eran, de hecho, los únicos “momentos de realidad”.
No viene al caso, pero uno de los momentos más importantes en la ficción histórica de mi vida fue mi necesidad de irme del país en el que había nacido para volver a nacer (más allá del reino de lo simbólico, pero eso es un asunto que me llevaría a otros lugares que no son estos que hoy comparto con vosotros). Mi año en Irlanda y el siguiente en Oxford fueron el inicio de la búsqueda del “otro rostro de mi rostro”. Yo no me daba cuenta, pero en mis febriles paseos solitarios por el Centro de Dublín o los arrabales de Oxford yo buscaba aquello que, creía, se me había robado. Algo que había sabido y conocido y degustado en la niñez y que ahora, creía, había perdido.
No fue allí. Tampoco en las calles de Praga, de Riga, de Londres, de París o de Rethymno donde iba a comprender que la Verdad está en el mundo de adentro y no en el de afuera, y esa verdad, como decía el Evangelio, me iba a hacer libre para siempre.
La vida ni comienza ni acaba, de pocas cosas estoy más seguro, la vida es un continuo de energía, un canto absoluto de belleza y felicidad suprema. Esto me ha sido transmitido sobre todo a través de los “momentos de realidad” que, afortunadamente, (ahora que me voy acercando a la cuarentena, 38 cumpliré en junio si no me fallan las cuentas, la edad, como tantas cosas en el mundo de la materia, es un signo vacío) abundan más y más en mi vida y sobre todo en mis “comuniones de almas” con muchos de vosotros, amigos míos. Creo que mi alma ha acariciado las vuestras en diversos momentos, bueno, no lo creo, es total la certeza de tal hecho para mí. Acaso el mejor ejemplo sería la profunda manifestación del amor que sentí en una calle de Atenas hace ya algunos años. Cuando “reconocí” a la que ahora es mi compañera en este paseo estupendo por el mundo (y digo que la reconocí porque tampoco me quedan dudas de que nos habíamos amando en otros lugares, en otros tiempos, en otros mundos…) yo sentí que no éramos dos cuerpos con atisbo de lo eterno, no, éramos dos almas eternas con un envoltorio de carne y de sangre y de huesos, de pensamiento y funciones cerebrales y memoria. Recuerdo que en ese momento, mi alma se fundió con la suya a través de la magia infinita de sus ojos. Creo que ella también experimentó lo mismo, ese alejamiento corporal, esa vuelta al vació absoluto de la mayor felicidad, ese empezar de nuevo a cada segundo, esa suprema claridad.
Y entonces la Verdad fue evidente…., y la verdad nos hizo libres.
Y la Verdad nos hizo amar.
Como decía mi bienamado Paramahansa Yogananda “la transparencia de la Verdad se cultiva cuando la conciencia – el sentimiento del corazón y el raciocinio de la mente – se libera de las influencias dualistas de la atracción y la repulsión”. En ese espacio todo se inicia de nuevo a cada paso y por fin vamos más allá de filias y de fobias, es tal el sentimiento de agradecimiento y la capacidad de asombro que el mero hecho de oler una naranja nos transporta a la suprema alegría que se oculta tras las formas más rutinarias e incluso las más ásperas y groseras.
Raquel y yo acabamos casándonos, pero tal hecho es un gesto formal y no tiene mayor importancia, ambos aprendimos que lo que es cierto y verdadero no requiere de las formas y mucho menos de las instituciones para su existencia. Y ambos comprendimos que lo único que existe es el Amor. La Verdad es evidente cuando abrimos “los ojos de los ojos”. Los dos aprendimos a reconocer que las fronteras no existen y que nada podía dañar aquello que verdaderamente somos en realidad.
Y tengo que estar agradecido, porque todo aquello se fue estructurando dentro de mí a lo largo de los años y a día de hoy la Verdad se ha convertido en lo único que es.
Y todo lo que es, hermanos míos, hermanas de mi corazón, es el Amor. El Amor y la Verdad.
Nunca he estado más cerca de vosotros que ahora mismo, en este instante, todo lo que soy se une con vuestro silencio y así dejamos de ser seres distintos para bailar juntos esta luminosa oscuridad del mundo y juntos acercarnos a la Llama que todo lo protege con su absoluta bondad.
Gracias por estar ahí, en la forma con la os habéis manifestado en esta tirada de los dados (todo es juego, todo encanto), gracias por hacerme recordar a cada segundo que somos almas fingiendo ser un cuerpo y una mente y un corazón, está siendo mi privilegio en esta vida ir más allá de cada cuerpo y cada forma para acariciar dulcemente el contorno precioso de vuestras preciosas almas.
La Verdad, amados míos, es evidente, nunca hemos necesitado que nos amen, necesitamos amar, empezando por nosotros mismos, y superar las diferencias volviéndonos transparentes al amor. Y cuando digo que necesitamos amar, lo que quiero decir es que tenemos que volvernos lo que somos en verdad, reconocer nuestra verdadera naturaleza. Ir más allá del amar para volvernos el amor mismo en continuo movimiento de belleza, de bondad y de absoluta eternidad. Ya lo estamos siendo aunque no nos queramos dar cuenta. así que ¿por qué no rendirnos a la presencia absoluta de lo que es y, en vez de amar, ser el mismo Amor encarnado?
Los Beatles lo tenían muy claro y así nos lo transmitieron en una de sus últimas canciones “y al final , el amor que has recibido es igual al que has creado”, en otras palabras, todo el amor que das al mundo, te lo estás dando a ti mismo.
Y voy acabando… Hoy, al levantarme a eso de las 4:00 de la mañana para meditar y escribir estas líneas, no dejaban de repetirse en mi cabeza estas palabras :my life is yours and that which is not shared is forever lost. Sé que mi vida no es mía y que simplemente se vive como vía y también sé que aquello que no compartimos no es real, así que, de nuevo a pecho descubierto, os abro las puertas de mi silencioso despertar. Pasad, entrad y descansad a mi lado si así lo queréis, siempre tendré un momento para celebrar la Verdad con vosotros, nada habrá más importante, y todo el mundo en nuestros ojos florecerá cada mañana y moriremos dulcemente cada noche sabiendo que eternamente volveremos a despertar los unos en los brazos de los otros.
Y antes de terminar con mi poemita de la semana, quiero recordar unas palabras Jalil Gibrán: “El hombre es dos hombres: uno de ellos vela en la oscuridad, el otro duerme a plena luz”.
Y ya me despido con uno de mis poemas, como suelo venir haciendo en esta Luna de Agosto que se ha convertido con el tiempo en un nuevo hogar para mí que siempre estará abierto para todo el que quiera pasarse por aquí.
EL AMOR Y LA VERDAD
Por Francisco José Francisco Carrera.
Si te acercas y me tocas
verás que no soy lo que crees.
Si no huyes de mi
y me regalas tu sonrisa
sabrás que en ti
el silencio es absoluto
como absoluta es la
necesidad de amar.
Si tienes hoy tiempo,
cariño,
si dejas por fin
de correr
para llegar cansada
a mil sitios,
verás que no hay
nada que alcanzar,
que ya has llegado
a casa,
que eres perfecta,
sin más,
y que lo único
que existe
es el Amor
y la Verdad.
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