¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

jueves, 21 de octubre de 2010

CHICOS, HE VUELTO HA ENCONTRARME. ¡QUÉ COSAS!

(En la foto mi querido Javi y yo pasando frío y cogiendo fuerzas en Oxford, 1998,
mi hermana estaba al otro lado de la cámara)
Durante los dos años que pasé viviendo entre el Reino Unido (sobre todo Inglaterra, pero con una escapada maravillosa de casi un mes a Escocia) e Irlanda, tuve la suerte de encontrar sendos “cineclubs” que me nutrirían extensamente de películas. En Dublín, gracias a mis amigos Holger Mosebach y François Mulot, pasé largas tardes en el Irish Film Centre, en Eustace Street (cerca del Liffey). Pero lo cierto es que el lugar que más me marcó fue un edificio peculiar y con carácter propio que frecuentaría muy a menudo durante mi año como profesor de español en Oxford. Y es que estas semanas ando especialmente británico y no he podido resistirme más a hablar de un pasado sentimental que me acompaña todos los días de mi vida.

El lugar al que me refiero responde al evocador nombre de THE ULTIMATE PICTURE PALACE y, en muchos sentidos, cambió mi vida aquel año en que mi piel se dio la vuelta sobre sí misma para dejar salir al British que llevo dentro. The Ultimate Picture Palace es, que todavía está en pie y funcionando, un cine de los de antes, de los de verdad, y es que sólo su presencia ya justifica una paseito hasta la entrada para verlo. Está en Jeune Street, al ladito mismo de Cowley Street (una de las arterias de entrada al centro de Oxford) y yo tenía la suerte de vivir bastante cerca (más concretamente en Eyot Place). De hecho, lo descubrí enseguida porque en la acera de enfrente yo cogía el autobús para ir a uno de los Institutos en los que trabajaba (Peers School, el otro era Wheatly Park School y estaba en medio de la campiña, yes, indeed, very picturesque, my dear). Lo cierto es que prácticamente todas las tardes, después de dar mis clases, solía perderme por la periferia de la ciudad y muy a menudo acaba por entrar en el susodicho cine. Recuerdo que tenía un olor raro, pero raro, raro, oye (“that little place with the funny smell” decía mi casera Vera Holmes, sí, como el detective) y que a mí, por cierto, me encantaba porque salía con la sensación de haber visto una peli guay y de haber cenado por el mismo precio. Just great!, don't you think?
Y resulta que un día vi que anunciaban una de las pelis del que es mi director británico favorito, Mike Leigh, una que no había visto y que era además su primera obra. Se titulaba Bleak Moments y no dudé ni un segundo en ir a verla. Aquí podéis ver la portada del video en vhs.



Y a ver cómo os cuento esto..., el jovenzuelo profesor que entró al cine se quedó allí para siempre, lo juro. Al salir yo no era yo, o era otro yo, o era un no-yo, yo qué sé. Me perdí para siempre en la película y acabo de volver a encontrarme hace unos días. Para que os hagáis una idea, yo viví en Oxford entre 1997 y 1998 y desde entonces he tenido un deseo brutal de volver a ver una peli que cambió mi vida completamente. La he buscado y buscado, de todas las maneras humanas, y no había manera, hasta que hace unos pocos días por fin he conseguido una copia. En otras palabras, he vuelto a ver la peli después de 12 años de búsqueda y así ando, tan feliz. Feliz porque me he vuelto a encontrar y esta vez ya no me suelto de la manita. A ver si me vuelvo a perder y pasan otra década sin volverme a ver.

Y de qué va Bleak Moments, me diréis, qué es lo que tiene que tanto me fascinó (y me ha vuelto a fascinar). Pues va de la vida misma y de la misma vida en Inglaterra. Mirad que os cuente, yo decidí ser inglés cuando tenía unos siete u ocho años y vi en la tele un muro de ladrillos rojizos en una serie o película que tenía lugar en Manchester. Llovía, en la tele, y era invierno, en el mundo real y la Valladolid de mi infancia. Pues bien, ese día yo decidí que pasase lo que pasase yo me haría inglés y me iría a vivir a Inglaterra durante un tiempo. Y ocurrió, como sabéis. Y me pasé mucho tiempo buscando esa pared de marras. La busqué en Londres, en Manchester, en Sheffield y en Oxford. Y no la encontré, claro. Pero supe que estaba justo dentro de mi alma y eso lo aprendí en un cine oxoniense, viendo Bleak Moments. No he visto película más triste, más demoledora, más depresiva, más espeluznante. Rezuma desolación en cada escena. Todo es, como dice el título, bleak, esto es, difícil. Si podéis, os animo a conseguir una copia para después contarme qué os parece, yo os invito al café o al té y así me decís con calma. Creo que no existe versión doblada al español así que este consejo va sobre todo para los anglohablantes o, al menos, anglooyentes. Si me invitáis vosotros al café yo os dejo la peli, ¿hace?
Yo es que es verla y hacerme pequeñito y llorar por dentro hasta que se me derraman todos los líquidos internos que destrozan los diques de contención de mi cuerpo entero.

Y aun así, yo, que soy el rostro más feliz del universo, siempre he celebrado que también soy un alma triste y melancólica de góticos suspiros. Aunque escriba en español, he llegado a considerarme más inglés que muchos de los ingleses que he conocido. También es cierto que en otra vida luché con los sajones para morir en la batalla de Hastings atravesado en un barrizal por una flecha normanda (I promise this is totally true, sueño con ello muchas noches). Y hoy tenía que hablar de Bleak Moments y del cine de Mike Leigh uno de los directores británicos que considero esenciales para entender el alma inglesa.

Nada más, que ya es bastante, creo, que os quiero mucho a todos y cada uno de vosotros y que os voy a seguir queriendo hoy, mañana y pasado mañana también. Que lo vayáis sabiendo
.

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