¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 11 de abril de 2010

A MIDNIGHT KISS FOR THE DYING


Si todo lo que esperas de mí es una bella melodía., no podré permanecer junto a ti.
Vete al carajo, todo esto es la miseria del despertar.
Ahora bien, si has venido aquí con tu propia comida y sin ilusiones ni engaños, eres bienvenido y ahí podrás encontrar una habitación y ropa nueva.
Esta sonrisa infecta es todo lo que la visión del mundo me ha dejado. Cómo olvidar que me corroe el desierto a cada instante, cómo dejar de sentir millones de termitas en las venas, cómo dejar de pensar en el dolor de quererte.
Pero escucha, escucha sin pensar en nada. Dame tu mano, después todo tu cuerpo, besa mis heridas, los gusanos que habitan en mi lengua, la herrumbre de mi sexo, todo ello estuvo aquí desde siempre esperando a tus caricias.
Y este asco profundo..., aquí, ahora, se transforma en la rosa de cielo y todo lo que dolía ahora se ha convertido en bruñido espejo y veo tu rostro fundirse con el mío.
Y así, el beso de medianoche
llega,
sin apenas darnos cuenta,
y los muertos levantan la mirada
llenos de vida
y eterno despertar,
saciados
de amor infinito,
ahítos de pura pasión.
El amante secreto
que se envuelve en las sombras
ha decidido
abandonarse entre los brazos
de vivos y muertos por igual,
nos besa las entrañas,
nos posee el corazón,
y llenos de él,
sin saber qué cuerpo
es el suyo o acaso el nuestro,
nos dejamos caer
dulcemente
en el acto de amor profundo
que nos hace ser uno
para siempre,
en un vórtice de fuego blanco
y suave como la miel
que nos únifica firmemente
con todo aquello que ES.
Acepta, hermano,
este beso nocturno
para celebrar
que hoy,
como ayer,
morimos un poco,
o al menos
aprendemos a morir,
y que al saberlo
cada palabra nuestra
es un acto de amor,
y cada gesto,
por fin,
una flor.

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