¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 24 de marzo de 2013

LEONOR DE AQUITANIA Y EL CORAZÓN DE LO LÍRICO

Katharine Hepburn como Leonor de Aquitania en la peli
"El León en Invierno"

El texto que aquí sigue ha nacido a partir de mi proceso de documentación para presentar la Conferencia “Labios que iluminan, ojos que susurran: Leonor de Aquitania y el corazón de lo lírico”, esta tuvo lugar dentro del ciclo de actividades “Ella, Día Internacional de la Mujer”, auspiciado por la Universidad de Valladolid.
Lo cierto es que con estas palabras no quiero nada más que recoger algunas de las ideas de la presentación, en un contexto propiamente lírico.  Ahora bien, mi tesis principal consistió en señalar que es posible “leer” la vida de Leonor de forma “poética”, esto es, mostrar cómo en la vida de Leonor se repitieron algunos aspectos/patrones que le son asimismo propios a la poesía lírica.  Si lo conseguí, el lector (así como los asistentes) lo habrá de juzgar.  Es obvio, este blog así me lo pide, el texto es más poético que académico, pero al fin y al cabo, creo que la Academia ha de volver de nuevo a la poesía para que el aliento lírico y el impulso científico vuelvan a unirse de una vez por todas.


“Leonor de Aquitania, la dos veces reina, la mujer que fue más allá de todos los límites para darse cuenta de que todo viaje a casa es un viaje circular, un trayecto que empieza en la niñez y que desde allí se aleja poco a poco hasta que por fin reconoce que alejarse es a su vez otra manera de volver.

La figura de Leonor de Aquitania preside el siglo XII de la bella Europa Medieval.  Desde la atalaya insigne de sus ojos, Leonor contempla el mundo con una mirada cómplice y renovadora.  Todo lo que observa cobra vida: los elevados muros, las dulces praderas aquitana y provenzales, los mercados llenos de quieta agitación de cada lugar que visita.  También París, con su porte serio y distinguido, con su adusta franca austeridad ha de impregnarse del brío de la Reina.  Del mismo modo la joya blanca que es el Reino de los Anglos habrá de imitar los símbolos y las formas de la nueva Reina, pero esto será más tarde, cuando Enrique y ella miren a Europa desde un trono común, desde un Imperio enorme.

Leonor, ay, Leonor.  Tú, como un poema, iniciaste un viaje circular desde tu Aquitania originaria, y más allá de París, más allá de la verde Inglaterra, más allá incluso de tu viaje a Tierra Santa, más allá de esas tierras que fueron tus tierras, tus patrias, siempre volvías, como el estribillo de una grácil canción, a Aquitania.  Leonor, Reina de Francia, Leonor, Reina de Inglaterra.  Siempre duquesa de Aquitania.  Siempre, digo, volvías a Aquitania.  Y en tu vejez allí volviste una vez más.  Leonor.  Aquitania.  Leonor.  El corazón.

Pero todo era un truco, años más tarde lo descubriríamos, descubriríamos, pues, que más allá del viaje circular, Leonor creaba una nueva patria en cada lugar que visitaba, en cada persona que conocía, en cada poema que inspiraba.  Ella era Melusina, la transformadora, a modo de piedra alquímica, a modo de expresión poemática, Leonor actuaba como la piedra filosofal y transformaba los metales base en oro puro, lo indigno en celestial.  Y para que su esencia lírica tomara una forma adecuada, Leonor moldeó el amor y el poema para que bajo su manto de estrellas el fino amor, el amor cortes naciera y floreciera sin igual.

Y esa bella Francia se iluminó y se enamoró.  Francia, la gloriosa Francia, nuestra amada Francia.  Francia, los labios de Europa, Francia y su precioso y preciado corazón.  Francia que es el mundo, Francia que es canción y silencio.  Francia, dulce y en verdad amarga.  Nunca más Francia volvió a ser la misma, nunca más Inglaterra, joya oscura que resplandece más allá de su pasado sajón, nunca más Europa, nunca más ninguna de las tierras que visitó volvió a ser la misma, pues su paso transformaba, sus ojos iluminaban y sus labios no dejaban de proferir el misterio ignoto de  la rosa.

Leonor fue un poema que durante algunos años quiso encarnarse en mujer.  Ella quiso decírnoslo de manera lírica y sutil, nosotros, sus devotos amantes hemos querido descifrar las formas para llegar a la esencia y en el proceso nos perdimos para, en la luz, para la luz y desde la luz, volvernos a encontrar.”

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