Mi imagen favorita de buda |
Raquel y yo nos casamos por el rito católico hace casi 5
años…, yo, como sabéis, no soy católico practicante, soy, por así decirlo,
calvo practicante y poco más. Medito, me
encanta el té con bergamota, me apasiona los sufíes y muchas partes del Corán,
el cristianismo gnóstico me llena de luz y alegría, el budismo, el zen y el tao
también, y el café solo o con leche (que lo estoy intentando dejar) me gusta a rabiar…, tanto como me gustan Queen, Nirvana, los Beatles, Iron Maiden, Coldplay y los Muse, salir a correr o hacer abdominales, dar clase, estudiar, mirar a los ojos a mis alumn@s y a mis compañer@s y darles
las gracias por el mero hecho de existir…, bueno, que son muchas cosas las que
me gustan. Pero no, no soy practicante
de ninguna religión. Ahora bien, sí soy,
desde chiquitín, muy consciente de la espiritualidad y desde hace algunos años,
la espiritualidad más manifiesta dirige todos los aspectos de mi vida. Y esa espiritualidad es el Amor y ya está.
Hace poco recordaba con mis querid@s amig@s/alumn@s (enseñar
es aprender a querer) cómo tras nuestra boda católica, por tener cierto sentido
de equilibrio, le propuse a Raquel que nos casásemos en la más profunda
intimidad por un rito budista. Le pareció
bien, le encantó, de hecho, Raquel es así de fascinante y maravillosa.
Y así, una noche clara de verano, nos sentamos en el suelo,
encendimos velas y, mirándonos a los ojos, nos ofrecimos desde el corazón las
siguientes palabras supuestamente proferidas por buda (la que sigue fue mi
versión de la declaración, lo que no está “entrecomillado” son mis palabras
añadidas para el “evento”). Es un texto
largo pero que leo cada poquito tiempo y siempre se me ilumina la mirada:
Yo, desde mi más
profundo foco de ser, me comprometo contigo, Raquel, a respetar y cumplir los
siguientes principios en los que creo con todo mi corazón:
“En el terreno intelectual, vamos a dejarnos el uno a otro
ser lo que somos. ME CASO CONTIGO
prometiendo que de ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo
exactamente como yo lo veo. No cambiaré
de humor, reclamando sin cesar un “quiero que pienses esto o lo otro”. Respetaremos siempre lo que somos sin
sentirnos culpables, sin permitir que nadie intente imponernos conductas o
ideas que no sean los nuestros.
Tendremos derecho a expresar nuestra propia visión del mundo, aunque
difiera de la del otro. No nos impediremos
ver ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida.
Tenemos derecho a desarrollar nuestros sentidos en la dirección que nos
convenga.
En el terreno emocional, reconoceremos que no todos nos
amamos de la misma manera. No nos
someteremos a la tortura de querernos unir de un modo que no sea el
nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos,
sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo
todo el uno para el otro. No nos
encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos agregando a nuestro
cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestro parientes, por nuestros
amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos
los seres inanimados o vivientes, por ese impensable que llamamos “Dios”. Reconoceremos que el amor no es la búsqueda
de la igualdad sino de la diferencia complementaria. No seremos dueños ni propiedad el uno del
otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a
conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos
mutuamente pero sin privarnos nunca de nuestra libertad. Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de
nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo
mejor para el otro en su nueva vida.
En el terreno sexual, comprenderemos que el encuentro de
nuestros cuerpos es un placer que debe ser explorado y desarrollado. La verdadera clave de una descendencia feliz
es el goce con el que la engendramos.
Tendremos hijos del placer, no del deber. El placer será mutuo y sin límites. Nos permitiremos expresar nuestros deseos,
solicitando esta o aquella caricia, aceptando satisfacer las fantasía sexuales
del otro pero teniendo también el derecho a negarnos. La sublimación y la abstinencia deber ser
sinceras y no disfraces de la frustración.
Compartiremos un espacio pero nos permitiremos también tener
un territorio personal, con la promesa de no invadir nunca el del otro,
respetando nuestra necesidad de soledad.
En ninguna parte soy algo de alguien, y en ninguna parte hay
algo que sea mío”
Y con Dios en mi corazón, fluyendo en cada una de mis
palabras, de mis actos, de mis pensamientos y de todo lo que verdaderamente
soy, Raquel, te digo que quiero crear una vida contigo, ser tu compañero y con
la Conciencia del mundo presente en este acto firmo con el nombre que se me ha
dado este contrato de efímera eternidad.
Y así ha sido hasta hoy, no todo el mundo conoce de esta
otra parte de “nuestro matrimonio”, y lo más bello es que para ambos las dos
ceremonias tuvieron el mismo peso, la misma importancia.
Nada hay más grande que el amor, el amor es absolutamente
todo, a veces lo olvidamos y llega el miedo y el sufrimiento. Pero estamos aquí, amig@s mí@s para
ofrecernos ese amor incondicional en todo momento. Gracias a tod@s por ayudarme a no olvidarlo,
por ayudarme a ser consciente de qué es lo importante y qué no lo es.
Hoy, domingo, os quiero enviar un enorme abrazo a tod@s.
Que disfrutéis.
Yo lo haré pensando en cuánta suerte tengo de haberos conocidos a
tod@s y cada un@ de vosotr@s, recordando dulcemente que el sol brilla más cuando se refleja en los ojos de un grupo de niñ@s que juegan en el parque sin pensar en el mañana.
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