¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Y LA MUERTE RONDARÁ TUS PASOS - POEMA

Acabo de ver una entrada en el facebook de mi amiga Lorena en la que nos recuerda que hoy es el día internacional contra la violencia de género. Bien, como muchos de los que habéis pasado por mis clases sabéis, mi docencia, a pesar de mi formación estrícticamente filológica y anglófona, cada vez giraba más sobre la necesidad de superar los conceptos de género. Creo que no estamos preparados pero que pronto lo estaremos y también creo que es mejor que deje para otro momento entrar en profundidad en un tema que me apasiona tanto (estoy convencido de que aquí está una de las claves para acercarnos al amor absoluto entre los seres humanos, otra de esas claves es superar los conceptos de nacionalidad y otra que engloba a las anteriores radica en disolver nuestro ego con todos sus conceptos aprendidos y aprehendidos, de ello también hablaré en otro momento). Sin embargo, al levantarme y ver en qué día estábamos, he decidido cambiar mi poema elegido para hoy (que iba sobre los cuentos de hadas, otra de mis fascinanciones) por uno que escribí durante un seminario sobre poesía y género que impartí en la E. U. de Educación. Un recuerdo para todas aquellas mujeres maravillosas que asistieron y para el único hombre maravilloso que también asistió (y que aunque no lo conocía, acabó siendo mi amigo, como más gente de entre los asistentes, ay, gracias de nuevo a todos por la amistad ofrecida tan generosamente). Fue muy enriquecedor y espero poder repetirlo alguna vez, de hecho algunas de las asistentes se animaron a compartir algunos de los poemas que habían creado con una máscara biológico/genérica ad hoc y eso es siempre un rasgo excepcional de valentía.
Ya os digo de qué base parto para que os hagáis un poco a mi rollito en cuanto al género: no somos ni hombres ni mujeres, simplemente tenemos una manifestación biológica determinada como hombres o mujeres, y eso, aunque importante, es lo menos importante. A partir de esa manifestación formal vamos desarrollándonos, con características femeninas, masculinas, no-genéricas, whatever. Desde hace años soy muy consciente de mi realidad, mi actualización formal biológica es masculina, mi mente tiende hacia lo femenino y mi "sexual drive" es hetero (me gusta mucho la expresión inglesa que en español es, por supuesto, impulso sexual). Estos son algunos de los parámetros de los que tengo consciencia en mi aquí y ahora (tan sólo unos pocos, esto es mucho más complejo, obviamente). Pero esto no quiere decir mucho, ha amado tanto a hombres como a mujeres, he querido con todo mi corazón a mujeres biológicas que parecía hombres y a hombres biológicos que tenían un monton de características femeninas. Digamos símplemente que he amado a seres, así, sin más, independientemente de cómo fueran o se manifestaran. Amo profundamente todo lo femenino y lo masculino, no puede ser de otro modo cuando has sentido que tú mismo no eres nada definido, que, a su manera, eres hombre y mujer a la vez y que, además, no eres ni una cosa ni otra sino algo que no se puede expresar verbalmente.
El poema que comparto con vosotros es tan sólo un juego de estilo en el que mi voz poética toma forma en una mujer, prefiero no deciros nada y que la lectura os dé todo lo que os tenga que dar, y que os quite todo lo que os tengo que quitar.
Los que me conocéis, sabéis lo poco que me gusta definirme con los parámetros habituales de nombre, nacionalidad, profesión, género..., en mi vida no me han servido para nada útil, bueno, sí, quizás para superarlos, para saber lo que no soy y para entender que al querer entender lo que soy me estoy definiendo de nuevo y acabando por caer en la misma trampa de lo que no soy.

Amigos, somos amor, eso es seguro, y a partir de ahí, de amarnos a nosotros mismos empezaremos a propagar amor, sólo eso merece la pena, el dinero, el placer, el poder, la comodidad son sólo reflejos en un espejo que deforma la realidad y que nos ha de romper el corazón tarde o temprano si no lo envolvemos con amor. Todo lo que damos nos ha de ser devuelto. Nada es nuestro. Todo fluye constantemente. Hoy, creo, me he muerto un poco después de mi sesión de meditación, o un mucho, todavía no lo sé. Pero sé que esa vida que he cedido al vacío me será devuelta más tarde. En el fondo no estamos ni vivos ni muertos, estamos, simplemente, somos. Ahora y siempre.

Os dejo con el poema y ya os adelanto que en una entrada propia (y larga, me temo) volveré a hablar de género...

Que la luz del entendimiento aleje por siempre la violencia del ser humano y el amor prevalezca con su cálida presencia que todo lo cura...



Y LA MUERTE RONDARÁ TUS PASOS

Por Francisco José Francisco Carrera

A Enrique, conocedor de versos y mundos


Después de una semana intentando entender tus palabras
sigo sin saber de qué puñetas me hablas, siempre de lo mismo
me imagino, de cómo no puedes contenerte cuando son ellas
(siempre parecen ser ellas, claro), las que se te ponen a tiro,
de que ni esta vez ni ninguna otra significó nada,
que era una guarra cualquiera y que tú ibas (qué raro) “cargadito”.
Una semana entera, de verdad, una semana con su lunes
marcado por el dolor y la vergüenza de enterarme por terceros
de tu nuevo engaño, un martes odioso y vacío pero lleno
de desaliento, cansancio e impotencia aunque con un atisbo
de furia, del arranque de ira que no llegó hasta el miércoles,
fuego desatado en mis entrañas que barrió la poca paz que me quedaba,
todavía permanecen estas horribles marcas en las muñecas, infligidas
por mi misma rabia, heridas que me no atreví a curar (no las del alma,
esas siguen abiertas, todavía sangran) hasta la tarde del jueves
ante un medico de guardia desconcertado, joven e inexperto,
pero comprensivo y protector. Su abrazo alivió, si bien
brevemente, la ruptura de mi razón. Y el viernes, maldito viernes,
en que quisiste hacerme el amor, “echar un polvete” como dices,
con tu sonrisa infecta de poder presintiendo el momento de placer
antes de dejar dentro de mí tu semen corrupto y los pedazos de cristal
de un corazón roto para siempre que nunca volverá a sanar,
joderme vilmente, una vez más y las que se tercien, claro,
y cómo, servil y débil y cobarde, yo no pude, no supe decirte que no
y, llorando, volví a caer entre tus brazos de fría roca y hierro oxidado,
hasta que en el reluciente y obsceno suelo de un recién fregado pasillo,
sin miramientos ni caricias redentoras, me “jodiste bien jodida”
una vez y otra hasta que, agotado y sudoroso, no pudiste “darme más”
y con las mismas te fuiste al bar de abajo para echarte un par de cañas.
El sábado no fui yo misma, yo no fui la que jugaba con el cuchillo
a escondidas mientras tú veías la tele y reías, no fui yo la que lloraba
en la habitación, a oscuras, no era yo, no era yo, no podía ser yo,
era otra, una pobre mujer que ha enloquecido y sólo quiere morir
cuanto antes para no tener que soportar el desierto ardiente de su mente.
El domingo volví a mí justo después de ir a misa y ver a mis padres,
antes de subir a prepararte la comida, y al volver a ser yo misma
no pude soportar más mi vida. ¿No dices nada? ¿No vas a decir nada?
Sonríes, ya, por qué no, sabes que siempre he sido tu “juguete favorito”,
desde que éramos novios, ¿por qué habrían de cambiar las cosas ahora?
El domingo volví a ser el fantasma que no habla ni mucho menos se queja
y que acepta su destino.
Por eso, querido mío, te he tenido que matar
esta tarde rasgando tu pecho de arriba abajo sin saber muy bien qué hacía
porque a pesar de ser tu buena, fiel y amante esposa e intentar entender
que me engañes, me destroces la vida, me “jodas y me vuelvas a joder”,
porque a pesar de lo mucho que te quiero, te comprendo y te respeto
hay límites, amado esposo, que no deberían cruzarse sin castigo doloroso,
por todo eso ahora espero sentada y fumando en el borde de la cama
a tener el ánimo suficiente para poder llamar a la policía y así contarles
nuestra “pequeña y cotidiana tragedia”, historia de prensa amarilla,
que mañana estará en boca de todos, (o acaso no, ya no es noticia
y hasta a esto nos acostumbramos). No quedan lágrimas en el mundo
que derramar esta noche. Mi Dios, no me arrepiento y he matado
aunque mi mano tiembla, pero más por cansancio que por tristeza.
No queda ni la pena ni el dolor, al fin y al cabo la esperanza
ha muerto y todos nosotros con ella. Pero mira, el hijo que no tuvimos
(y sé ahora que su don fue el no llegar a conocerte) te recibe entre sombras
con un abrazo y tú te acercas a él, feliz de encontrarte tal muestra de cariño
y lo acercas a tu siniestro corazón mientras él te besa la barba de tres días,
sólo que no te das cuenta de que para vengar a su madre de nuevo
saca de su pequeña manga un cuchillo ennegrecido de odio asesino,
y te lo clava una vez y otra hasta que, agotado y sudoroso, no puede darte más
y deja caer indolente tu cuerpo a las simas más profundas del olvido.

Aunque, después de todo y pensándolo mejor, no avisaré a nadie hasta mañana
así al menos podré dormir una noche sin sentir su presencia devoradora de luz
y de descanso, como una atroz bestia agazapada sedienta de sangre a mi lado,
y acaso soñar que nada de esto es cierto, que ha sido la historia de alguna otra
y que aquella inocente niña de ojos azules que a veces recuerdo haber sido
llegó por fin a ser una mujer feliz y amada y no una mala esposa cruel y asesina.

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