¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

sábado, 5 de octubre de 2013

UN POEMA DE LOS DE VERDAD

Compartiendo corazones...
Llevo unos meses en que no ando muy “poético”, no me visita el verbo y la palabra, y así está bien, hay cosas tan bellas que no deben nunca ser forzadas. La poesía para mí es una de ellas, desde hace mucho llevo escribiendo y es cierto que a temporadas me obsesiona tanto que puede escribir decenas de poemas en un día…  Y bueno, ayer, algo se activó en mí y me volví hacia esa poesía que a veces necesito escribir, una poesía urbana, de desamor y dolor, muy narrativa, pero que tiene un deje de liberación y felicidad. He sido un niño sombrío, un adolescente gótico (aunque en aquellos años no se utilizaba ese término) y un joven adulto perdido en la corriente de la vida de los libros… Ahora no sé muy bien lo que soy, y acaso eso es lo que me alienta en cada paso, en cada nueva aventura. Sé que quiero mucho a Raquel, a Kibo, a mi familia sanguínea y a mi familia no sanguínea (entre la que cuento a mis amig@s, alumn@s y exalumn@s y mucha gente inclasificable), que me gusta el té y el café, viajar mental y físicamente, hablar por hablar y callar por callar… Eso sé y tampoco lo tengo claro… O sí. La poesía, sin embargo, me ha acompañado siempre, en esta vida y en muchas otras. Espero que os guste lo que ahora viene…, se titula:

UN POEMA DE LOS DE VERDAD

Por Francisco J. Francisco

Ayer, colega,
te bebiste todos los bares de la noche
y visitaste los antros más infectos
de esta infecta ciudad.

Pero has sobrevivido,
con resaca y lengua de estropajo,
con unas ganas locas de vomitar,
sí, con todo eso y mucho más,
y te has levantado una mañana
más (aunque son ya las 3
y es por la tarde)
de entre los muertos
y ante los muertos
y es domingo,
menos mal,
y te cascas otro cubata
para que la resaca
sea un poco más brutal.

Y miras su foto
y te jodes la vida
porque no la has olvidado,
porque sabes que era ella,
siempre ella,
luminosa, resplandeciente y metamórfica,
la que daba algo de sentido
a tu patética existencia.

Cierras los ojos
y ves estallar el universo
en tu mismo cerebro,
qué digo el universo,
todos los putos universos,
todos ellos estallando
al mismo tiempo.
Y luego no te queda nada
a lo que aferrarte,
ni dolor, ni deseo,
ni siquiera ganas de follar.
Eres un puto desierto
y no puedes soportarlo 
ni un minuto más.

De repente
la luz se filtra
por una rendija de la persiana,
se filtra así,
dulcemente,
callada,
con cierta clandestinidad
y no puedes evitar sonreír,
levantarte,
recoger un poco,
pillar el móvil
y enviar un wassup a Pepe,
a María y a los gemelos
para tomar un par de cañas,
quién sabe, acaso incluso cenar…

Y piensas que,
después de todo,
la vida tiene su gracia,
su tierna y patética
belleza,
y das gracias a Dios
aunque no creas mucho en estas cosas
por haberla conocido,
por haberla amado con la pasión
salvaje de lo que es único y certero
y enciendes otro cigarro
que sabe tan bien como el primero,
que sabe tan bien
como le sabe el amor
a un silencioso corazón 
que se empieza a despertar.


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