¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 8 de noviembre de 2009

SOBRE LA REALIDAD DEL SER Y EL SER EN REALIDAD

La cotidianeidad de cada vida se va estructurando a partir de gestos nimios, de repeticiones y supuestas variaciones sobre un tema principal. Si miramos cada uno de nuestros días, nos daremos cuenta de que daría lo mismo prestar atención o no prestarla a la mayoría de las actividades que realizamos, son prácticamente automáticas. Desde conducir a cocinar pasando por ir a trabajar o tomarnos un pincho de tortilla, cosas que vamos haciendo sin apenas darnos cuenta, ¿verdad? Nos levantamos, desayunamos, nos lavamos los dientes y vamos dejando que la jornada pase sin darnos cuenta del milagro maravilloso que supone estar vivos UN DÍA MÁS, así, de gratis, sólo porque sí, sólo porque nos han tocado 24 horas más en la lotería de la vida, 24 horas más para poder amar. Pero, me temo, tendemos a la somnolencia vital y con alma de zombis malhumorados y rostros marcados por la abulia y la ansiedad nos ocupamos de nuestros quehaceres sin apenas ilusión o mínima alegría. Y esto está bien así o, mejor, no hay nada de malo en ello, en el fondo es lo que es y lo que es no puede ser otra cosa que lo que es (trust me, I’m telling you stories).

Lo triste, amados míos, es que hemos empezado a perder la consciencia del ser, el profundo sentimiento de vida y libertad que atesorábamos cuando éramos pequeños. Ahora hacemos las cosas, antes las cosas se hacían a través de nosotros, esto es, éramos uno con la actividad. Como decía un maestro Zen a sus alumnos: “vosotros cuando tenéis hambre, coméis, cuando tenéis sueño, dormís, cuando tenéis ganas de hacer el amor, folláis, yo, cuando como, como, cuando duermo, duermo, cuando follo, follo”. Pensemos todos en cuántas veces nos encontramos realizando alguna actividad mientras nuestra mente está viajando al pasado o al futuro; pensemos, pues, qué implica tal hecho, cómo es imposible “vivenciar” de forma real y presente nada cuando nuestra mente (el instrumento que codifica la realidad y nos la hace comprensible) está en otro sitio, en otro tiempo y, posiblemente, con otras personas. Puede incluso que estemos hasta huyendo de nosotros mismos y nuestra proyección implique tout à fait cambiar de personalidad, quién sabe.

Así, la plena consciencia ha desaparecido de todos nosotros, y actuamos bien por impulsos, bien por agentes externos; reaccionamos pero no “accionamos”. Si algo nos da placer o dolor, reaccionamos ante lo externo pero no accionamos lo interno. Si alguien me llama “imbécil” reacciono con odio, ahora bien, si alaban “mi peinado” (sobre todo si se es calvo, como es el caso del que aquí escribe) me siento maravillosamente y reacciono con amor y empatía. Reaccionamos, siempre reaccionamos. Y al reaccionar, amigos, huimos de la realidad, proyectamos hacia el futuro o regresamos al pasado. Nos negamos la posibilidad del ser y la posibilidad de ser…
Y a qué viene todo esto, diréis, bueno, si habéis aguantado la charleta hasta aquí creo que he de ser claro. Esto viene al frío que pasé ayer al sacar al perro para que hiciera sus pises y cacas nocturnos. Kibo es un perro maravilloso, es uno de mis mejores maestros en cuanto a esto de vivir el presente. Nada mejor que estudiar Zen con un animal, son la pera. Pues bueno, cuando Raquel y yo decidimos tener perro dividimos las “obligaciones caninas” de manera racional, ella se encargaría, por ejemplo, de peinar, adecentar, bañar, etc. al bichito y yo, por mi parte, lo sacaría a que se aliviara, sobre todo en los días de frío puñetero, y en Soria hay muchos de esos. La verdad es que fue una negociación fácil, tanto Raquel como yo aceptamos que lo que es, es, y si hay que hacerlo, pues venga, mejor de buena gana, pero además pudimos dividirnos las tareas de manera placentera. En general, tanto ella como yo disfrutamos con las obligaciones que nos han tocado. En general, claro, porque hay días en que uno no quiere estar donde está, y ahí vienen los problemas, al intentar huir de lo que es. Ayer, chicos, qué queréis que os diga, tenía frío hasta en el dobladillo de los pantalones, y claro, al llegar la hora del paseo, aunque fuera de 15 minutillos, pues como que me hice fuerte en el sofá, apretando el culo contra el cojín para ver si me hacía uno con la tela y así no me podían despegar del sitio ni con agua caliente. Pero claro, tras dos respiraciones abdominales y contemplar la cara de Kibo en actitud de “tío, que me meo, sácame yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa”, hice de tripas corazón y correa en mano y mp3 en orejas nos bajamos para la calle. Allí, muerto de frío, encorvado, hecho un guiñapo de hombre, empecé a andar pensando en lo bien que estaría al volver a casa…y ZAAAAAAAAAAAS el Satori del Zen mas abrupto se me clavó en el pecho al respirar fuertemente el aire helador. De repente entró en mí la belleza de la noche y el aire helado se convirtió en fresca caricia del universo, y levantando la cabeza sentí que estaba donde tenía que estar. Y es que al fin y al cabo todos estamos donde tenemos que estar, lo queramos o no, es lo que es y por lo tanto hemos de ser conscientes de ese momento y a partir de ahí, movernos paso a paso, quizás para cambiar una situación, quizás para aceptarla, quizás para nada más que sentirnos vivos. Respirar ese aire frío se convirtió, pues, en un regalo, y de repente ya no había necesidad de pensar en lo bien que estaría de vuelta en casa, con el calorcito, las comodidades, la cena, repito, nada de eso era necesario para estar bien, nada podía ser más completo que ese momento de frío y calidez a la vez. Todo estaba bien, siempre lo había estado. Hasta el frío que sentía en las manos (que me olvidé los guantes…) estaba bien, porque era lo que era, nada más.

Anthony de Mello en ese maravilloso libro titulado Awareness nos cuenta la historia de un vagabundo que, al caer la noche, se hace un huequito en la orilla del Támesis para pasar una fría noche de invierno. Al poco de aposentarse allí, llega una bella dama elegantemente vestida y le invita, como acto de buena voluntad, a dormir en su mansión. Allí, el vagabundo recibe una maravillosa cena y la mejor habitación de invitados, pero no acaba de conciliar el sueño. Su anfitriona pasa a darle las buenas noches y le ve en vela e inquieto y le pregunta “¿acaso no ha sido buena la cena o la habitación no es suficientemente cálida?”, a lo que el vagabundo responde “nunca he estado tan bien en mi vida, es sólo que…”, “ah, claro” replica ella “pobre hombre, lo que necesitas es un poco de compañía, ¿Por qué no me hace un poco de sitio?” Y entonces ZAS, repentinamente, el hombre cae al río y despierta del sueño…, ah, cuantas veces estamos dormidos aunque estemos despiertos y necesitamos un buen “chapuzón” de realidad para desperar a lo que es.

Bueno, compañeros de viaje, desde hace unos años yo decidí empezar a ser un “student in reality”, un estudiante de la realidad, para así intentar estar en el momento y vivir en lo único que es para poder morir corporalmente en lo único que es cuando llegara el momento, y el momento siempre llega, eso lo sabemos todo. Hoy, gracias a esa maravilla de perro que comparte sus ladridos conmigo, Raquel y nuestra bien amada Gandalfilla (sabia ella, como pocos, entendiendo que el universo entero y sus alegrías caben en una zanahoria), gracias, digo, a Kibo, me siento más conectado con la única realidad que es, será y siempre ha sido. Con el momento actual, con la belleza, con la verdad…

Que seáis felices esta semana, amados míos, y la luz recorra vuestras frentes cada amanecer. Mis labios han reconocido la fragancia de la noche y mi alma no puede dejar de florecer segundo a segundo, may your inner fire keep burning as high as the sky.
Namaste.


PD1. Sé que os había prometido un poema, pero me vais a perdonar que me retrase unos días, quiero postear mi primer poema premiado, El gato y las morcillas, pero antes tengo que revisarlo y es un poema bastante largo. A lo largo de la semana os agradeceré vuestra presencia por mi vida, aunque sea virtualmente, con uno de mis escritos más queridos.
PD2. Para que no tengáis que estar entrando y saliendo de mi blog, cada vez que haga una nueva publicación lo haré saber en Facebook. Gracias de nuevo por acompañarme, sois de lo más lindo y querible que me he encontrado.
PD3. No hay pd3.

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