¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")
domingo, 29 de noviembre de 2009
PASIÓN DE POESÍA - Un primer acercamiento a mi mundo de versos
Dedicado a todos mis amigos y excompañeros de la Universidad de Valladolid del Campus de Soria, en especial a todos los que me ofrecieron su compañía el jueves en tan maravillosa comida y los que, por diversos motivos, quisieron pero no pudieron estar: vuestra luz, lindísimos míos, sigue presente en mi regazo y me llena de sueños salinos y fragancias casi olvidadas. Chicos, va por vosotros, por todo lo que hemos vivido juntos y por todo lo que nos queda por vivir.
El invitado está dentro de ti, y también dentro de mí;
sabes que el germen está oculto en la semilla.
Todos luchamos; ninguno ha llegado lejos.
Abandona tu arrogancia y observa tu interior.
El cielo azul se extiende cada vez más lejos.
Desaparece la sensación cotidiana de fracaso,
el daño que me he hecho se desvanece
un millón de soles se presentan con su luz
cuando me asiento con entereza en este mundo.
(Kabir, El libro de Kabir)
Hoy voy a hablar sobre Poesía. Sí, por fin. Y es que ya sabéis que no podía alejar en el tiempo este momento. Respiro poesía, como poesía, vivo en poesía (o lo intento), procuro que sea mi lengua nativa cada vez que puedo superar la prosa de cada día… Por fin, sí, amigos míos, voy a contaros un poquito sobre mi relación con el verso porque la mayoría de vosotros me habéis conocido ya como un hombre herido de amor por cualquier poema que cayera en mis manos. Hablar de poesía, ah, qué maravilla, pero me temo que esto, aunque en todo grado placentero, se me antoja muy pero que muy complicado. Principalmente por un motivo. En mí se juntan el lector de poesía, el crítico literario y el poeta, así que tengo un cacao que pa qué. Creo que, por tanto, al menos este domingo, habré de eliminar a algunas de mis personas (en su sentido etimológico de máscaras, de ahí, obviamente el dramatis personae del teatro). Primero me deshago del lector. Y esto es harto difícil para mí, porque escinde mi alma de forma brusca y dolorosa. Creo que he leído mucha más poesía que prosa (y, believe me, he leído mucha, muchísima prosa, es uno de mis tres grandes vicios reconocidos, los otros dos los he de mantener callados por el momento para no alejar a seres tan bellos como vosotros, tan llenos de luz, tan plenos de amor...), principalmente en inglés, español y francés.
He procurado acercarme a diversas literaturas cada vez que he tenido la oportunidad y bien sabéis muchos de mi amor por la poesía persa, china y japonesa, por ejemplo (sobre todo aquellos que han estudiado conmigo literatura inglesa y norteamericana, benditos todos y cada uno por aguantar la cascada de mis “rollitos orientalista” acerca de Haikai, Senryus, Tankas o más orientados hacia la filosofía como mis últimas disertaciones “off-topic” sobre el Zen, el Tao o el Advaita Vedanta).
Digamos que leer poesía mientras me tomo una taza de té un día de lluvia es uno de los placeres más profundos que he experimentado en esta vida. Es algo que me ha fascinado tanto como contemplar largamente y sin prisa alguna la profundidad oceánica que se manifiesta en los ojos de mi mujer en las tardes de estío o abrazar a mi perro en invierno y sentir su cálido corazón palpitando y diciendo que me quiere porque sí, simplemente, por estar ahí. Son todas estas experiencias muestras claras de totalidad, sin matices, que se convierten en un acercamiento a la divinidad sin filtro alguno; un dejar de ser para, en el vacío, abarcarlo todo al ceder cualquier muestra de personalidad concreta; un celebrar el empezar a ser al dejar de serlo. Es aprehender el nombre de la rosa. Es volver a fluir en y con el amor que nos rodea en todo momento.
Prosigo, pues, con mi striptease (o mejor aún, en castizo, despelote padre) particular (a ver, todos los menores de 18 tacos a la cama pero ya, que luego, si no, tendréis pesadillas). Ha llegado la hora de quitarme la máscara del crítico. Sabéis de todo el tiempo que le he dedicado a la crítica literaria como profesor universitario, pero mucho más le he dedicado como simple estudioso del tema. Mi tesina versaba sobre poesía inglesa y todo el trabajo que le eché a mi inconclusa tesis era más de lo mismo (hasta que el tema se agotó y me agotó y por eso tuve que dejarla antes de acabar con ella o de que ella acabara conmigo). He escrito y publicado sobre poesía, de lo cual me alegro, obviamente, pero tampoco creo que sea muy necesario para mí en este momento seguir trabajando esta “veta crítica”. Lo fue pero dejó de serlo. Fue lo que fue, ahora es lo que es. Lo que tenga que ser, acabará siendo.
Bien, y qué nos queda, amor mío, cuando vamos soltando lastre, cuando nos quedamos así, en pelotica picada, saltarina, sandunguera y alocada... Pues por ahora, al menos, nos queda el poeta.
Y por qué la poesía, por qué decido, pues, en un momento dado de mi vida empezar a escribir poemas. Por puro dolor, amigos míos, por pura desesperación de vivir o de morir, tanto da, por no caer en una profunda depresión o acaso en la locura ocre de la soledad en tierra extraña, quién sabe. O quizás por lo contrario. Por pura felicidad inconmensurable. Por querer apurar cada sorbo de la vida en cada respiración, en cada grito de alegría producido por celebrar la libertad prístina y primordial del que deja su patria para reconocer en cada calle de este mundo su casa. Quién sabe. Algo loco, lo sabéis también, lo estoy, siempre lo he estado, de hecho es esa locura la que me hace caminar entre los cuerdos sin volverme loco del todo.
Tendríamos que remontarnos a mi año como profesor de español en Oxford, una año tan maravilloso como triste. De hecho, puedo contaros cómo se pergeñó el primer poema que conservo y que tiene un algo que lo aleja de todo las cosas que había escrito hasta entonces y que, ciertamente, no valían para mucho. Como algunos sabéis, durante mis largas estancias en Inglaterra e Irlanda yo me aislaba completamente del español, evitaba a todo hispanohablante, hablaba poco con mis relaciones en España, y toda mi vida giraba en hacerme “más inglés” de una manera totalmente programática. Creo haberlo conseguido de modo tal que todavía siento esa presencia anglófona al levantarme, y no quiero que se marche, por supuesto. Agradezco al universo el que mi mujer sea también experta en inglés, porque hay días en que necesito comunicarme en ese idioma, necesito que rodee mi realidad física…, este es uno de los motivos por los que en breve crearé mi nuevo blog en inglés, para dar salida a ese torrente anglófilo que llevo dentro. Es a su manera un bilingüismo artificial, lo sé, pero que con el tiempo, y sobre todo con el amor, se ha convertido en natural en muchos sentidos y, sin duda, ha funcionado para mí. Tengo mi nombre inglés, mi pasado inglés, mi personalidad inglesa. Y claro, los primeros versos que se formaron en mi cabeza fueron, como no podía ser de otra manera, en inglés y, asimismo, mis primeros poemas fueron escritos en ese idioma. El próximo miércoles os pondré alguno, más por curiosidad que por otro motivo. Son ejercicios de estilo que muestran mi amor por la lengua inglesa. Pero a lo que iba, en el trayecto que hacía en autobús a uno de los institutos en que trabajaba, unos versos cadenciosos e hipnóticos se fueron formando, y yo no podía dejar de pensar en ellos, tenía que escribirlos para poder librarme de ellos. Tenía que cazar el poema. Ya. En ese mismo momento. Y así empezó todo…
Desde entonces he escrito 8 poemarios, todos ellos sin publicar. He ganado algún concurso local de poesía y poco más. Pero nada de eso es verdaderamente necesario. No escribo para que me lean los demás (aunque me encanta que me lean, es obvio), escribo por dos motivos: 1) no puedo dejar de hacerlo y 2) para poder leer ciertas cosas que necesito saber, aunque me las tenga que decir a mí mismo. Mi primer post del blog inglés hablará sobre el desdoblamiento de la personalidad, del uso de máscaras, de hablar con nosotros mismos sin ser nosotros mismos, espero que entonces mi “máscara” sepa aclararos este punto mejor que yo ahora.
Y es que no puede ser de otro modo en mí. Es cuestión de mi visión del Ars Poetica que me lleva y también me trae. Todo arte, creo, es hasta cierto punto un modo de expresión hedonística, el problema se nos presenta cuando es totalmente una expresión hedonística, entonces, de hecho, no es arte, no es nada que merezca la pena ser contado a otros. Puede ser valioso para uno mismo... y a veces ni siquiera eso. No sé. Sé que no soy exclusivamente poeta y sin embargo escribo poesía y hablo poesía como primera lengua. Mal que bien, escribo poesía desde hace algunos años y empiezo a entender cómo funciona..., no cómo funciona la poesía, eso nunca se consigue, pero he comenzado a entender cómo funciona mi poesía, cómo llega y cómo soy capaz de sujetarla al papel o a la pantalla del portátil, a veces tan sólo al corazón.
He escrito poemas en trenes, autobuses, aeropuertos, bares, durante clases en la universidad, en el baño, en la cocina, esperando a un amigo en la calle, en grandes almacenes, mientras cuidaba un examen o escuchaba una conferencia, en soledad y acompañado, hablando, riendo e incluso caminando, al caer la noche y empezar el día, en papel higiénico y billetes de metro, hasta escribí uno en una camiseta vieja. He funcionado por instinto e impulso durante muchos años, allí donde ella venía, allí le dedicaba toda mi atención. Al final, decidí “profesionalizar” un poco el asunto, y durante un año me puse como meta escribir un poema nuevo cada día, y lo cumplí. Ahora que estoy dedicando un poco más de tiempo a mi expresión en prosa, me doy cuenta de que no puedo dejar de escribir poesía, del mismo modo en que no puedo dejar de enamorarme cada día de vosotros, amigos míos, de la luz y de las sombras, de esos árboles maravillosos que veo desde mi estudio, de esta ciudad fría y sobria que me ha acogido con tanto cariño y tanta calidez, del mero hecho de estar vivo y ser capaz de respirar un días más.
Y hoy, ¿me preguntaréis? ¿Qué quiere hoy este Cocoroto contarnos con su entrada en el blog? (GRACIAS POR SEGUIRME, no me imaginaba yo que tanta gente iba a estar interesada en mis “historias y zumbaderas varias", lindos todos, preciosos, hermanos míos, amados de mi corazón).
Pues simplemente quiero compartir un par de "poemas dominicales" así como animaros a leer poesía. Es una fuente inagotable de paz y solaz, de verdad, la poesía, entendida como acto primero de vida, nos llena de humanidad, nos hace intuir lo que somos en realidad (sí, todo este blog es para repetir mil y una vez que somos amor, que no podemos dejar de serlo) dejándonos claro lo que no somos, lo que falsamente creemos que somos. No somos nuestro nombre, no somos nuestra casa, ni nuestro trabajo, ni nuestra familia, ni nuestros amigos, ni nuestro corte de pelo, ni siquiera somos nosotros mismos, somos aquello que siempre fuimos, antes de nacer, y que seguiremos siendo cuando la noche última de silencio liberador nos acontezca y nos bese en los párpados con intimidad de amante y calidez de madre. Eso da la poesía, eso. Al menos es lo que yo siento. Ya sabéis que uno de mis principales objetivos para mí en este momento es dar a conocer mis poemas, con la esperanza de que aporten algo de amor y entendimiento al mundo que me rodea…, así que voy acabando con dos de mis escritos. Tienen ya bastante tiempo (casi 10 años) y son, que también los tengo así, muy cortitos. El primero inicia una serie de momentos (de imágenes más bien, el Imagismo es un movimiento que me interesó mucho cuando estudié la Poesía Japonesa) poéticos sobre la Felicidad y el segundo nació a partir de mi primer encuentro con la poesía de Luis Alberto de Cuenta, mi poeta favorito en lengua española, junto a Jorge Luis Borges, mi primera influencia.
Espero que os gusten.
Y gracias por dejarme pasar un ratito cerquita de vuestro corazón. Sabéis cuánto aprecio el estar a vuestro lado.
FELICIDAD I
Por Francisco José Francisco Carrera
La luz y la alianza de la luz con la mañana
y la promesa de la luz ante el olvido:
todo eso eres tú cuando te marchas
y tu fragancia permanece entre las sábanas.
LA DECISIÓN
Por Francisco José Francisco Carrera
A mis cómplices bienhechores, Paz y Javi: que el amor que os profesáis sea por siempre el faro que guíe vuestras vidas a puertos ricos en sedas, especias y lentos atardeceres estivales.
De tanto amarte y tanto no quererte
te has cansado de mí y de mis locuras
y le has prendido fuego a nuestra historia.
(Luis Alberto de Cuenca)
Cuando llega la hora
y he de elegir entre amarte y no quererte,
no tengas duda mi amor,
siempre elijo la mejor parte:
el amarte locamente y el quererte con locura.
No te canses de mí, amor,
no me abandones,
que tus ansias de piromanía
no alcancen nunca los bastiones de amor que nos protegen,
que las únicas llamas que nos devoren
en la alevosa nocturnidad de nuestra historia
sean las de la pasión
y las del fuego blanco
de tus rojos labios.
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