¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

martes, 10 de noviembre de 2009

PRIMER POEMA DE REGALO, EL GATO Y LAS MORCILLAS

Lo dicho, colegas, que para daros las gracias por ir siguiendo mis desvaríos varios aquí os “posteo” mi primer poema premiado en el Certamen de Creación Joven de Soria, allá por el 2002 (y al tener menos de 30 era “joven” y podía participar…, ahora con 36, pues eso, que la sociedad ya te etiqueta como ¿mediana edad?, whatever).
Es uno de mis poemas más queridos y lo concebí como una especie de descensus ad inferos estético, así, en caída libre, en picado y pa dejarme to los morros en el asfalto. Os pido paciencia en la lectura, es poema de largo aliento y de mucho espacio entre la abigarrada estructura léxica, seguro que podréis encontar algo que os guste o que os desagrade sobremanera, para eso sirve la poesía, y para mucho más, claro.
Espero que os guste. El otro poema en cuestión es una primicia total y me ocupo de él en entrada aparte, como debe ser.
I hope you enjoy the ride…

El gato y las morcillas

Por FRANCISCO JOSÉ FRANCISCO CARRERA

Para todos los gatos que he conocido, en especial para uno
inglés y otro soriano que ya no están entre nosotros.

i Introducción

“Pero los hilos de la Virgen se llaman también babas del diablo”,
díjole el gato
a las morcillas,
pues era gato leído
de eruditas referencias
que sacaba a tutiplén
cuando bebido estaba
y bebido estaba bien.

Cortazar (y Borges también)
fue su lectura primera
y misterio su esquiva escritura
no tenía para él.
Entendía, sin inmutarse apenas,
escritos de los escitas
y estudiaba con gran empeño
el cine de los setenta.
“Antonioni”, decía el felino,
“fue buen amigo mío.
¡Qué juergas las de Ferrara,
qué gatas las del tejado.
qué patas las de las galgas!”
Yo no sé si me mentía
aquel gato tan pazguato
pero siempre me fascinaba
cuando de soledades y hastíos,
incomunicación y locura extrema
el singular personaje cantaba
minutos antes de la merienda:
Sabía de eso un rato este gato,
sabía de eso y de mucho más.

Pero aquel día,
cuando díjole a las morcillas el gato
lo del diablo y las babas,
éstas (no las babas por supuesto)
lentamente lo miraron
y de tan brutal y cruel forma
que el gato del que hablo
nada más dijo
a las morcillas
sino que con ávida fruición
cogiólas por el cogollo
y engulliólas de sopetón.


Qué feliz lo vi después a aquel gato
que de tonto no tenía un pelo,
cacique incluso entre los perros más fieros.
Era éste un gato muy listo
al que llamábamos Calixto
por lo del libro del Rojas
y por ser gato en letras curtido
y en Melibeas felinas versado.

ii
El gato, el mundo y su circunstancia

(la del gato, no la del mundo que, por supuesto, también la tiene)


Aquel gato del que canto,
bestia negra, bella fiera,
sigue aquí en mi regazo
y me aturde con sus dudas:

¿Dónde viven los que mueren,
por qué mueren los que viven?
¿Es que acaso el suicida
ama con fuerza la muerte
o busca salir fugazmente
de su triste realidad?
¿Son verdad tus atalayas,
son mentira tus encantos?
¿Somos elípticos sueños,
reflejos en un ojo dorado?
¿Puedes, acaso, rezar y dormir
cuando la noche es oscura,
y el viento te abisma?
¿No nos llaman desde las tumbas
voces nefastas, bocas que callan?
¿Es el consuelo nuestro único consuelo
o es quizá la esperanza de amar
lo que nos consuela más?
¿No es, por tanto, valle de lágrimas
esta ilusión que rasga soles y lunas,
amores primeros, estrellas de mar,
esta prisión que atenaza el corazón
sin ofrecer cambio de nada?
¿Y, dime, es el beso lo que mata
o es, por cierto, el labio el criminal?
¿Es la mano la que mece
o es la cuna un lodazal
si la guadaña sincroniza
y siega con saña al zagal?
¿Puedes acaso vagar para siempre
y escarmenar de la ganga el oro
sin desgarrarte el corazón,
ciegamente, entre las zarzas?
¿Quiénes somos, dónde vamos?
¿A qué cosas aspiramos?
¿Son embudos lo que veo
en mis sueños por las noches?
¿Quién maneja la manija
y abastece los embalses?
¿Quién conspira por las noche
y qué ubres son historia?
¿Dónde el ojo no alcanza,
alcanza acaso la bala?
¿Es “la leche merengada”
una alegre cantinela?
¿Son pimientos y tomates
masones asexuados?
¿Es el sexo una pavada,
son los pavos bichos raros?
¿Son las ratas mis hermanas
y los perros mis amigos?
¿Existió el hijo Dios?
¿Y las meriendas de negros?
¿Dónde comen los que comen?
¿Y qué comen, si es que comen?

Sí, aquel gato lisonjero
es un gato melindroso
y sus preguntas son profundas
por ser gato filosófico.

iii When gatos y morcillas collide in a cellar por la noche, the battle is near and the story undone

Gato que morcillas ama
no las puede comer
y aunque quiera
no las jama.


Y pasó que el gato del que escribo
decidió al cumplir los dieciocho
viajar, conocer otras gentes,
surcando mares, cruzando tierras,
y ponerse aquel mundo por montera
que había más allá de la gatera.
Pero el mundo, por aquel entonces,
era pequeño y de andar por casa,
así que la odisea sin igual
lugar tuvo en la despensa
donde mil y un manjar podrás aún encontrar
si aventurarte quisieras
más allá de la trastienda
donde las tinieblas te acechan.

Allí, entre orcila sí y orcila no,
había unto, tocino y triporras,
pingües colirios, alucinaciones varias,
hermosas grasazas, carnazas que espantan,
lechones enteros y quesos de cabra,
alados cabrones de gélidos huevos,
leones rabudos, mujeres barbudas,
colines caninos, cajones de pino,
tenaces asirios, estatuas fenicias,
lesiones de belfo, alfombras de China,
tilines de Soria, Delfines de Francia,
persianas bajadas, caballos de Persia,
sagaces peonzas, pinzones que gozan,
gacelas de Gaza, gafados zagales
con gafas falaces y brazos en jarra
en cebras montados con lazos del Celta.
Chorizos, bisagras, selones y ajibas,
doluscos, cenutrios y olinos celudos
en salsa picante con brotes de soja.
Pilones pelones, pisitos de alcurnia
con pinzas peludas y bellas libinas.
Pimientos morrones, cositas que gustan,
vejigas flotantes en lindos estantes,
pelusas en coche y un triquilitoche,
filones felones con pelos de paja
en cascantes colinas de sones y simas,
placeres inmensos, inmensas placentas,
pan con guacamole, suculentas estribas.
Rabitos de quina, quinientos rabinos
y trescientos ministros que gimen y rabian,
mientras doscientos peleles agitan con saña
calzones con dedos, billetes de metro y bragas usadas.
Ingleses que chillan y sandalias que cantan,
iglesias baptistas de ciertas ventanas,
toreros que lloran, taxistas sin fin
y alguna que otra Drag Queen en pijama.
Cínicos cilindros célibes de fálicas formas
que penan con pena en célibe sínodo su sádico sino.
Calientes infiernos que enfrían el alma,
diablos con cuernos, pastillas de menta,
viejitas que gimen, gimiendo gozosas.
Ganancias de bolsa, bolsitas de costo,
costillas de Adán, chuletas de vaca,
alubias, garbanzos, trocitos de cielo,
calvicie que mata, matanza dos porcos,
no tienen conciencia, no muestran amor,
no tienen, no tienen, no tienen vergüenza.


Todo eso y mucho más
en la despensa verás
si bajas sin miedo,
si bajas sin prisa
dejando a la entrada
dinero contante,
el móvil sonante
abrigos de pelo,
pelucas y guantes
y aun los temores
que más te atenacen.
Pidiendo al conserje
tu bata de raso
y sábana blanca
adéntrate dentro,
no mires afuera,
camina seguro
mostrando al pasar
tus dotes de mando
pues son necesarias
en empresa tamaña
y lucha sin igual
no olvides que
otros gatos famosos
y valientes 2 x 4
al estar así en tu puesto
encontraron su destino
y tal destino fue fatal
o eso dicen los ancianos
que conocen las leyendas
que forjaron nuestras tierras.
¡Corre en busca de la gloria!
¡Corre, el cielo está a tu alcance!
No te tiemble ya la garra,
no se aflojen tus tendones
y no olvides mis palabras:
¡La victoria está en tus patas!

Náyades, musas, divinas pelusas de bélidos ojos,
dadme el don de la magia,
poseedme a través del espacio
y dotad a mi lengua de alas.
Dioses del norte, héroes del sur,
ayudadme en trance de muerte,
facilitadme de fuego la espada
para sesgar el velo que espanta
y narrar la historia sagrada.
Dadme coraje y valentía,
no seáis rácanos y aun ratas,
tiraros un poco el pegote
y ponedme un pisito en la playa
pues os veo bien dispuestos
y atendiendo a mis palabras.
Viendo que estoy en lo cierto
y puedo expresar mi conciencia,
vislumbro las fauces del mundo
oyendo de nuevo un cantar...

Calixto era gato sin par
que surcaba el ancho mar
en sus sueños más valientes
y en vigilias de ultramar.
Calixto, coraje,
no temas, no tiembles,
empuña tus armas,
afila tus garras.
Acércate y mira,
no pienses y mata
que en mares de plata
está tu tesoro, está tu mañana.
Y, ahora, bardo beodo de sinescente estatura y atávicos sones,
te cedo la palabra y te doy mi bendición
para que tú nos alecciones en las cosas de la vida
con la historia de Calixto,
con matanzas y batallas
y picantes cuentecillos
que darán morbo a la cosa.


Escuchad la historia del altivo Calixto, minino justiciero,
mitad gato, mitad fiera y aun un cuarto de maza
héroe guerrero, azote de perras
nativo de Lugo, capricho das nenas,
que en noche de luna lunera
llegóse bien mohíno, bien labrado, de tres saltos,
y, acercándose, acercóse con sigilo sigiloso
y, como era su costumbre, más bien a cuatro patas.
Dice la leyenda, y no miente el que la cuenta,
que aquel minino feral y mezquino
de bigotes infinitos y pasiones sentenciosas,
Calixto el gato, fenómeno felino y funámbulo del lino,
con voz suave, titilante y pendenciera por momentos
pronunciaba lentamente, por la noche en la despensa,
estas osadas palabras sin esperar respuesta:
"bos días, morcillas, e boas noites tamén".
Y en el libro de los dioses se recoge tal escena
para oprobio de su raza y vergüenza de sus hijos
pues Calixto se acobarda cual gallina de noviembre
y a pesar de su gusa gatuna de siglos sin bufa,
pues era gato pobre, parado desde hace tiempo,
poco honrado también, borrachuzo y un vago de primera,
era tonto, más bien feo y cheposo para colmo
y por ello tristón, cobarde y laxo de espíritu en grado sumo...


Déjalo ya bardo sin corazón,
no me estropees la versión
de una historia tan sentida,
pues el tono tienes de sorna
luego eres un sarnoso.
En mi boca y con mis dientes
os ofrezco el desenlace
no temáis por nuestro héroe
de los dioses es pariente
o sino íntimo amigo
o quizá un conocido.
Yo supe, porque lo conocí bien,
de su gallardía y su valor sin igual,
de su corazón sincero y de su amor por la paz.
Y la historia acaba así, en un pis pas os la relato:
miraba Calixto las morcillas,
con deseo, con pasión, con respeto y bonhomía,
con amor profundo, y ardor primero de melancólicos suspiros,
las miraba, sí, y las hablaba,
las miraba, sí, y las quería,
y porque con respeto las amaba
este gato sin maldad
aunque atormentado por la gusa
no podía hacerles daño
pues su mente no era obtusa:
él quería de su amistad
y el diente no las hincaba.

Las miraba, las hablaba y las quería
e mais non as comía.

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