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Compartiendo corazones... |
Llevo
unos meses en que no ando muy “poético”, no me visita el verbo y la palabra, y
así está bien, hay cosas tan bellas que no deben nunca ser forzadas. La poesía
para mí es una de ellas, desde hace mucho llevo escribiendo y es cierto que a
temporadas me obsesiona tanto que puede escribir decenas de poemas en un día… Y bueno, ayer, algo se activó en mí y me
volví hacia esa poesía que a veces necesito escribir, una poesía urbana, de
desamor y dolor, muy narrativa, pero que tiene un deje de liberación y
felicidad. He sido un niño sombrío, un adolescente gótico (aunque en aquellos
años no se utilizaba ese término) y un joven adulto perdido en la corriente de
la vida de los libros… Ahora no sé muy bien lo que soy, y acaso eso es lo que
me alienta en cada paso, en cada nueva aventura. Sé que quiero mucho a Raquel,
a Kibo, a mi familia sanguínea y a mi familia no sanguínea (entre la que cuento
a mis amig@s, alumn@s y exalumn@s y mucha gente inclasificable), que me gusta
el té y el café, viajar mental y físicamente, hablar por hablar y callar por
callar… Eso sé y tampoco lo tengo claro… O sí. La poesía, sin embargo, me ha
acompañado siempre, en esta vida y en muchas otras. Espero que os guste lo que
ahora viene…, se titula:
UN POEMA DE LOS DE VERDAD
Por Francisco J. Francisco
Ayer,
colega,
te
bebiste todos los bares de la noche
y
visitaste los antros más infectos
de
esta infecta ciudad.
Pero
has sobrevivido,
con
resaca y lengua de estropajo,
con
unas ganas locas de vomitar,
sí,
con todo eso y mucho más,
y te has levantado una mañana
más
(aunque son ya las 3
y
es por la tarde)
de
entre los muertos
y
ante los muertos
y
es domingo,
menos
mal,
y
te cascas otro cubata
para
que la resaca
sea
un poco más brutal.
Y
miras su foto
y
te jodes la vida
porque
no la has olvidado,
porque
sabes que era ella,
siempre
ella,
luminosa,
resplandeciente y metamórfica,
la
que daba algo de sentido
a
tu patética existencia.
Cierras
los ojos
y
ves estallar el universo
en
tu mismo cerebro,
qué
digo el universo,
todos
los putos universos,
todos
ellos estallando
al
mismo tiempo.
Y
luego no te queda nada
a lo que aferrarte,
ni
dolor, ni deseo,
ni
siquiera ganas de follar.
Eres
un puto desierto
y
no puedes soportarlo
ni un minuto más.
ni un minuto más.
De
repente
la
luz se filtra
por
una rendija de la persiana,
se
filtra así,
dulcemente,
callada,
con
cierta clandestinidad
y
no puedes evitar sonreír,
levantarte,
recoger
un poco,
pillar el móvil
pillar el móvil
y enviar un wassup a Pepe,
a
María y a los gemelos
para tomar un par de cañas,
quién sabe, acaso incluso cenar…
quién sabe, acaso incluso cenar…
Y
piensas que,
después
de todo,
la
vida tiene su gracia,
su
tierna y patética
belleza,
y
das gracias a Dios
aunque
no creas mucho en estas cosas
por
haberla conocido,
por
haberla amado con la pasión
salvaje
de lo que es único y certero
y
enciendes otro cigarro
que
sabe tan bien como el primero,
que
sabe tan bien
como
le sabe el amor
a
un silencioso corazón
que se empieza a despertar.
que se empieza a despertar.
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