“Somos puzzles incompletos,
esqueletos vagando histéricos,
mientras nuestro silencio se expande y hiere,
así el afecto muere triste y famélico”
(Nach, Verbo)
Hace ya algunos siglos que mis células, en su continuo baile
apoptósico (doy las gracias aquí al Dr. Chopra por sus iluminaciones sobre el
término “apoptosis”), decidieron retomar la palabra que fue el verbo que fue
al fin y al cabo el absoluto grito de agonía del Ser que se rompe en los mil sin
dejar de ser el Uno.
Esa palabra, en esta encarnación, decidió abrirse camino a
través de la poesía.
Y cuando cierro y abro los espejos de mi alma, a veces se
cuela un dardo envenenado de belleza que se dirige directo al corazón.
La Reina Negra se acerca y me ofrece su copa. Bebo y rozo su cuerpo con mis ojos.
Dejo vagar mi silencio por su pelo.
Me pierdo en su vientre y entre el cautiverio de su sangre navego con la
certeza del que ha perdido su voz para ganar a cambio la voz del mundo.
![]() |
"Darkness be my guide..." |
Y Verbo, la peli de Chapero-Jackson, llega y se planta con
su propuesta lírico-narrativa en nuestra detrito cultural del momento. Y yo, ante tal muestra de “mira, esto es lo
que quiero hacer, tú mismo si lo ves o qué te parece” me siento “epatado” y un poquito enamorado.
La coctelera se llena de ingredientes, esto está claro:
rollito emo y neogótico, sensación adolescente de “nohaysitiopamí” (que tanto
visité en mi pasado), clasicismo quijotesco modernizado a golpe de rap,
estructura de videojuego, con sus jefes finales y todo, rimas romas y
rapturizadas hasta el extremo, you name it.
Son muchas, pero muchas cosas las que me han fascinado de
esta peli, la verdad. Os cuento algunas:
1) El terror absoluto
de las “ciudades dormitorios”. Esta
historia de mi vida no la conoce nadie, creo.
Al volver de mi primera estancia larga en Inglaterra (larga…, bueno, un
mes, que me pareció una vida) en Sheffield, la hermana de una amiga nos llevó
de vuelta a Valladolid parando un rato en una “barriada” fantasmagórica del
extrarradio madrileño. Era de
noche. Yo tendría unos 20 años, o algo,
menos que ahora (o acaso más, esto es complejo) y recuerdo que al bajar del
coche y observar la desolación de aquellas calles, de aquellos monstruosos
edificios, de los rostros macilentos de los vecinos, tuve la sensación clara de
haber entrado en “the twilight zone”.
Tomé algunas decisiones esenciales sobre cómo quería vivir, decisiones
que olvidé durante muchos años para luego recordar de forma súbita cuando mi
mundo laboral se “derrumbó” estrepitosamente hace tres años, cuando tuve que
perder tantas cosas en las que creía para empezar a construirme de nuevo mientras un mundo nuevo me susurraba palabras olvidadas y poema tras poema yo iba curando mis heridas cada mañana. Pero esa es otra historia.
Pues eso, ese terror primigenio casi lovecraftiano está en
la peli, de forma sutil, casi poética.
2) El regreso al Quijote.
Obra bella y poética donde las haya y que solemos acabar odiando porque
nos “obligan a leerla” cuando lo que nos apetece es ligar, beber, vivir fuera
de “algunos” libros, descubrir por qué nos sentimos como nos sentimos, etc.
Y es una pena. Decía
Borges que era una aberración eso tan de los colegios, institutos y
universidades de las “lecturas obligatorias”.
Obligarnos a leer un libro tiene cierto tufillo a mal rollo, es como si
nos obligaran a amar a alguien, hay algo que falla. Pero el Quijote que nos propone Verbo es algo
distinto y esto para mí es otra virtud de esta película, que actúa como
intertexto entre la idea del Quijote como Alta Cultura y otras manifestaciones
como el hip-hop, los grafitis o los videojuegos. Esta mezcla me parece muy bien llevada. Para mí ha funcionado, sin duda. Soy fronterizo por naturaleza y decisión, me
encanta sentirme tan híbrido, oye.
3) El sustrato poético de la obra. El aliento lírico que despide toda la peli,
con ciertos momentos obvios de “extrema afectación”, es impresionante. Poema visual que juega con las luces y las
sombras, con lo barroco y lo minimalista por igual, Verbo se configura como una
propuesta “lírica” formalizada en una macroestructura narrativa fílmica. Los grafitis que aparece en los muros actúan como elementos de
repetición rítmica, pero son tan sólo uno de tantos (sonidos, canciones,
situaciones, etc.)
4) Alicia invertida más allá de los espejos. Desde niño me he quedado mirando los espejos
como convencido de que están ahí para algo más que para peinarnos (ya ves tú
para qué me sirven ahora que soy más calvo que una bola de billar calva), como
si nos indicaran que esta realidad es sólo un juego visual que tenemos que
entender para así trascender. Y no me
refiero a “realidades” fantásticas (en las que también creo, es obvio), me
refiero a cosas más simples y terrenales.
Me gusta jugar con las máscaras de la vida, también con las de la
muerte. Y así paso el tiempo, con
vosotr@s, herman@s mí@s. Llorando,
riendo, creando, creyendo, volviendo a vivir en la muerte para aprender a morir
en la vida. O al contrario. Es tan difícil buscar la sombra de tu propio
corazón cuando eres a la vez el sol y el objeto iluminado. Pero divago (vale, lo digo, “vago” y ahora qué)…
5) La música de Nach.
No es que Nach me guste mucho, pero es que se ha cascado un temazo de
10, el que cierra la película. Una
canción de esas necesarias para el alma.
Un cruce entre el heavy gótico y el más puro hip-hop. Y una letra hipnótica y directa al mundo de
detrás del mundo, al rostro de detrás del rostro. Y un piano que gotea luz y lenta sombra
dentro del alma sin parar. Inagotable tema.
Indivisible voz. Verbo.
Podría seguir citando más aspectos, pero casi lo dejo aquí, y
me marcho con un poema de los míos, como es habitual. Y os animo a ver la peli, claro, os guste o
no os guste, posiblemente no os dejará indiferentes. A mí me ha gustado, es obvio. Pero qué poco importa eso. O qué mucho.
Y este es mi homenaje al Verbo que nos hace dioses jugando a
ser humanos.
Gracias por estar ahí.
VERBO
Por Francisco José Francisco Carrera.
En aquella adolescencia perdida
no sabía dónde mirar
y cuando al final lo hacía
no importaba lo que viese
ya que nunca lo entendía.
Estaba oscuro incluso en la mañana
pero la luz ardía
y la boca sangraba saliva
sin parar.
De repente llegó un silencio
que resquebrajó el muro
y un mundo roto se abrió
ante mis ojos, cegado
por las palabras vacías
de los muertos que vivían.
Y yo alargué mi lengua
y probé el frío tacto de la roca,
el dulce tacto del musgo primordial.
Era tu cuerpo infinito florecido
en los besos que no te llegué a dar.
Y supe ya para siempre
que había una Palabra,
que era un Verbo,
que unía Luz y Oscuridad,
y que morir es vivir
y que vivir es amar.
Y que todo era un juego
y que sus armas podrían herirte
pero jamás te podrían matar.
Porque Tú eres el verbo
que se pronuncia a sí mismo
desde el principio de los tiempos
sin parar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario