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Esta será desde hoy nuestra bandera... |
Para
mí estos temas no son ni espinosos, ni controvertidos, ni problemáticos, vaya
esto por delante. Si me apuras, te diría
que para mí estos temas no son temas, son sólo variantes del único tema, el
amor (y su manifestación dualista, el desamor).
Y como diría Brian Weiss, entre tantos otros, el amor es lo único que
existe.
Pero
vamos al material discursivo, a ver qué tal sale. La verdad es que lo tengo claro, a ver si las
palabras sirven como puente o como muro.
Yo
nací en Valladolid, España, eso dice mi carné de identidad, pero desde niño
supe que eso fue “accidental”, que podía haber nacido en Kuala Lumpur y que eso
me iba a dar igual. Yo no me he sentido
especialmente español en mi vida, y puestos a rizar el rizo me he sentido más
inglés en Oxford el tiempo que viví allí que español en Soria durante estos
últimos 15 años. No quiere decir que me
moleste ser “español”, “vallisoletano”o, ya puestos, “calvo”. Todo lo contrario, es una pasada (o
dos). Es así y me parece guay.
Mi
primera lengua materna me ha abierto las puertas de Borges, Garcilaso, de
Cuenca, Rulfo y tantos otros. Cómo para
quejarme. Así que divinamente, oye. Ahora bien, ¿que esto me da algún sentido de
identidad? Pues mira, no, ni la más
mínima. Cuando hablo con mis amigos
alemanes, me siento alemán, cuando estoy con gallegos, soy un gallego más y si
estoy con mi perro Kibo, ladro feliz como si fuera yo mismo un bichón maltes. Me gusta jugar a ser un camaleón que ya no
recuerda su anterior forma (be water, my friend!). Y cuando me quedo sólo (lo que es imposible,
siempre estamos con nuestros otros yóes) juego a ser lo que me dé la real gana
o me dejo llevar por nuestra verdadera esencia vacía de toda forma. Mola mucho, la verdad.
Lo
siento, no entiendo esto de las nacionalidades y en otras vidas creo que habré
sido un soldado pésimo porque eso de “por la patria” me produce cierta risa...
(como todos vosotros habré muerto en muchas guerras, yo recuerdo dos, una
flecha normanda en la batalla de Hastings y una bayoneta atravesándome el pecho
en la Guerra de Secesión Americana, como ya he dicho, el inglés lo recordé
antes siquiera de aprenderlo).
Uso
los pocos idiomas que hablo para crear y compartir y no me identifico con
ninguno…, el inglés es mi idioma más cerebral, y por ello me gusta escribir
artículos y enseñar en él, también suelo pensar en él para estructurar mi vida;
el español es mi lengua más poética, y casi toda mi poesía la he escrito en ese
idioma; el francés regresa lentamente en según qué ocasiones y me saca de mi
cuerpo para volverme a llevar a una tarde en la que desangré mi corazón de
forma involuntaria en un parque de Tours un cálido agosto. Lo poquito que sé de alemán e italiano a
veces me juega extrañas pasadas en sueños, pero esa es una historia muy
personal que no creo que le interese a nadie.
Y
ahora mismo estamos con la cantinela esa de los nacionalismos catalanes o
españoles, y parece que quieren polarizarnos hacia uno de los dos lados del
espectro…, pero a mí, la verdad, me da lo mismo, los catalanes me caen de puta
madre, y los de Cuenca o los de Madrid, y los andaluces, y los vascos, y los
rusos, y los húngaros, y los fineses. Me
fascina el Oriente Medio tanto como me vuelven loco los Estados Unidos (¿mis
favoritos? Arizona, Texas y Oregón), la
cercana Zaragoza como el Lejano Oriente tan místico y tan zen él, el África
negra y la menos negra. ¿Cómo no voy a
querer a toda la gente de este maravilloso mundo si son mis herman@s aunque no
los conozca?
Y
así andamos, y a la pregunta ¿que qué me parecería la supuesta independencia de
Cataluña? Mi respuesta sería bien
simple: nada. La verdad, nada. Seguimos siendo hermanos. Coño, que somos seres humanos y lo de ser de
un sitio u otro es una “paja mental” que se nos va imbricando desde pequeñitos
para luego estar bien controlados por quienes ya sabéis pero habéis olvidado...
¿Os parezco un poco consparanóico? Pues
fale. Y a lo que iba…, que no me parece
ni bien ni mal. No tengo opinión, ya
está. Lo que es, ES, lo que haya de ser,
se manifestará a su debido tiempo (o no).
Pero
con todo…, sí que tengo opinión:
Mirad,
ti@s, hemos venido aquí para querernos, para querernos de verdad y dejar de una
vez de jodernos la vida los unos a los otros y los otros a los unos, y nosotros
mismos a nosotros mismos, que somos expertos en eso también, y ser español o
ser catalán es un juego, como ser del Madrid o del Barça, un simple juego en el
patio del Colegio de la Vida. Pero coño,
cuando jugábamos de niños en el patio no nos abríamos la cabeza a pedradas
(vale, había algunos niños mu brutos que sí, pero los menos) ni nos
insultábamos como si nos diera verdadero asco el otro.
Y
acabo con uno de mis poemas…, uno bastante viejo que escribí para un curso
sobre “multiculturalidad y poesía” que impartí en un postgrado de
Interculturalidad. Creo que es claro y
expone de forma diáfana mi opinión sobre las fronteras, las
nacionalidades. Si habéis llegado hasta
aquí (qué lind@s que sois, querdi@s mí@s), lo mismo ya estáis un poco cansados,
pero bueno si os animáis y os apetece leerlo pues un beso enorme porque sí, y
si no os apetece, pues otro beso enorme porque también.
¿Queréis
enarbolar conmigo una bandera blanca en el corazón?
Lind@s!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
CÓMO ENTIENDO LA MULTICULTURALIDAD
por Francisco José Francisco Carrera
No creo que la India como India importe demasiado. Lo que importa es el mundo. Ya sea
que vivamos en la China
o en Japón, en Inglaterra, en la
India o en América, todos decimos:
“Mi país importa muchísimo”, y nadie piensa en el mundo como una totalidad; los
libros de historia están llenos con la constante repetición de las
guerras. Si pudiéramos
empezar a comprendernos como seres humanos, tal vez dejaríamos de matarnos unos a otros y
pondríamos fin a las guerras; pero en tanto seamos nacionalistas y
pensemos tan sólo en nuestro propio país, seguiremos creando un mundo
terrible. Si alguna vez
vemos que ésta es nuestra Tierra
donde todos podemos vivir felizmente
y en paz,
entonces juntos construiremos de nuevo; pero seguimos pensando en nosotros mismos
como indios, alemanes o rusos, y consideramos a todos los demás como extranjeros, entonces no habrá
paz y no podrá crearse ningún mundo nuevo. (Krishnamurti,
El arte de vivir)
O cómo no la entiendo
porque lo que es
no puede nunca ser
entendido
desde nuestra máscara
creada y fabricada
en un mundo ficticio
que acepta a priori
la marca de lo
multicultural
como la verdadera
identidad.
Lo que es, es,
así de simple,
el hombre es,
nada más;
y al aceptarse
como sujeto
en límites
versado,
no puede dejar de ver
las fronteras de sus
semejantes.
Así, claro,
abundan los países, las
religiones,
las culturas y los
idiomas,
y esto, qué duda cabe,
nos hace ser diferentes.
Yo me comparo con lo de afuera,
soy más rico, y mucho más
guapo,
ciertamente un niño pera,
mi país es más fuerte que
el tuyo
y tus hermanos unos
negros de mierda;
los alemanes gordos y
rubios,
los ingleses pelín estúpidos,
los chinos bajitos y
muchos,
los africanos llenos de
granos,
los de Papúa son cacatúas
y los españoles
(al menos en los
mundiales)
nunca la meten
y además son muy pero que
muy vagos.
“Yo es que creo que todos
somos iguales”
es sentencia peligrosa
porque ya marcas tu
límite
al decir “yo”
(difícil no hacerlo, lo
sé)
pero sobre todo por
“creer” algo que es.
No se puede “creer” lo
que es,
yo no digo que creo que
está lloviendo
cuando llueve,
si está lloviendo,
llueve.
Así, la única verdad
es que todos somos
iguales
en nuestra diferencia;
huelga, pues, decirlo,
aunque el mundo
se nos ha ido de las
manos
y ahora, hermanos míos,
todo es un revoltijo
de daño, odio y usura,
de miedo, sangre y
violencia.
Aterrado y sin saber cual
es el camino
no me atrevo a reconocer
mi yo divino
(el no yo, barrer mi ego
con la dulzura de un
ángel,
con la decisión de una
pantera)
y alejarme de esta gran
demencia,
lleno el corazón
y la boca de basura
me levanto y arremeto
contra todo lo que pillo.
Sólo existo si me
delimito,
así que todo lo demás
me importa un pito;
si tengo dos casas
ya soy un poco más que
tú,
si tengo dos amantes
soy mucho más importante,
al tener estas dos mentes
he de volverme loco
pero tú y todos los que
son como tú
habrán de creer que soy
el modelo a seguir.
Bailad conmigo esta danza
de muerte,
danza oscura de locura,
invierno abismal en la
primavera del hombre,
no dejes de danzar,
maldita sombra sin alma,
mueve tus miembros al son
del dolor de tus
hermanos,
ríe cuando el fuego quema
cabañas
en África,
celebra una nueva guerra
civil
en Camboya,
alienta la injusticia social
en América del Sur,
bebe a su salud
y enciérrate en tu fortín
con las manos llenas de
humo,
con el corazón
anestesiado
al dolor humano.
Si hace falta,
arráncate los ojos
y ponte gafas de marca,
es lo que se lleva ahora,
gira la cabeza ante los
llantos,
aléjate de la pobreza,
total,
si eres multicultural,
políglota y viajero,
un hombre de mundo,
ya ves tú,
habitante del primer
mundo,
tan moderno y tan culto,
tú, sí, tú
que crees saber algo
y sólo sabes lo que
crees,
no lo que es,
lo que está siendo:
cómo si no soportar
el dolor de otros seres
y no sentirnos
desgarrados
al compartir la misma
alma,
el mismo frágil corazón.
Hemos aprendido a olvidar
lo que de verdad somos,
un hermano nunca daña a
su hermano,
el amor nos impide herir
y nunca nos hace crueles,
pero si olvidamos que la
luz
que compartimos dentro
es la misma luz que dio
la vida
en su primera forma,
las sombras nos devorarán
las entrañas
y el dolor que implica
negarnos
a nosotros mismos
hará que el vacío se
multiplique
por la barbarie.
Entonces, para encontrar
alivio
sólo nos quedará
embrutecernos,
entumecernos o iluminarnos
(“Out of the three
I keep on choosing misery”).
Y sólo quedará girar en
la rueda
del ciego magisterio de
la espada,
del fuego oscuro y de la
nada.
Hoy, al levantarme,
tenía la boca llena de
sangre,
las manos me olían a
muerte,
y todo estaba en
penumbra.
Yo no podía soportar ser
yo,
al menos no pude soportarlo
hasta que me tomé el
primer café,
después todo volvió a ser
maravilloso,
mi coche, mi casa, mis
hijos,
siempre me pregunto
cómo teniendo tantas
cosas
y siendo tan feliz
me pueden venir ganas
de coger una escopeta
y liarme a tiros con el
primero que pase,
romper las farolas,
machacar puertas y
ventanas;
cuando me siento así
sólo puedo rezar y desear
ser otro
y eso me pone más triste
y me da ganas de llorar.
Y cómo comparar lo
incomparable,
la puesta de sol o el
amanecer de la conciencia,
la risa del niño o el
estertor del que muere.
La belleza no tiene
contrario
y todo lo abarca,
el corazón no puede dejar
de entender
una mirada o una caricia.
Cómo, pues, voy a
utilizar una comparación,
cómo decir que tú eres
mejor,
que yo soy más
o soy menos,
si simplemente y
absolutamente soy,
y eso es lo que me hace
estar en ti
cada segundo y en cada
aliento,
me hace quererte con
locura,
con cada poro, con cada
sueño.
Y cómo pedirte algo,
amado mío,
como requerir de ti
sino lo que me quieras
dar;
yo, ya lo sabes,
te ofrezco lo único
que es mi posesión,
estas manos,
estos besos,
estos ojos
y este simple corazón.
La luna, el sol y las
estrellas
siempre han sido de los
dos,
la hierba, el aire y la
brisa,
esta divina respiración,
todo lo que de verdad
importa,
siempre ha sido tuyo y
mío
y de ninguno de los dos,
la risa, el cielo y su
caricia,
lo único que de verdad
importa,
el único y verdadero
amor.
El saber que todos somos
el agua, la luz y el
fuego
y que nuestro rostro
es tan sólo un pétalo más
de la flor que habla con
su silencio
y nos dice que lo somos
todo
cuando aprendemos a ser
nada,
que todo lo tenemos
cuando aprendemos dar.