¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 31 de enero de 2010

NOCHE DE INSOMNIO CON BAUDELAIRE



Lesbos, où les baisers sont comme les cascades
Qui se jettent sans peur dans les gouffres sans fonds,
Et courent, sanglotant et gloussant par saccades,
Orageux et secret, fourmillants et profonds;
Lesbos, où les baisers sont comme les cascades!
(C. Baudelaire, "Lesbos")

Baudelaire siempre ha sido uno de mis autores favoritos. No tengo muy claro por qué, pero desde muy jovencito hay tres escritores que me han fascinado: Baudelaire, Poe y Kafka. Luego han ido apareciendo muchos más, pero mi amor originario por este vórtice trimegisto de oscuridad se ha mantenido desde entonces.

Uno de los motivos (hubo otros muchos) por los que decidí aprender francés hace años fue para así poder leer la poesía de Baudelaire en su versión original. Esta pasada noche anduve frecuentado por un extraño insomnio…, intenté meditar para calmar mi desasosiego, pero falló, procuré planificar un poco la semana que iba a entrar en breve, pero no me tranquilizó, acabé viendo un episodio de Hospital Central a eso de las 4 de la madrugada, pero nada, seguía demasiado despierto. Al final acepté que no iba a dormir ni una hora y me apeteció leer a Baudelaire de nuevo. Tengo varias ediciones de su maravilloso “Petits Poèmes en Prose” pero mi favorita es una de Classiques Garnier con una portada amarillo chillón (doy aquí las gracias a una de mis amarillas favoritas - sí, ya sabes que me refiero a ti - por enseñarme a ver nuevas tonalidades en ese maravilloso color), y es que además está dedicada por las personas que me la regalaron, Paz y Javi, así que le tengo al libro todavía más cariño si cabe.

Hay versos que se nos graban en el corazón desde antes de conocerlos, igual que las miradas de aquellos que amamos o habremos de amar. Hay sonidos que nos pertenecen antes siquiera de haberlos oído. Hay palabras que aunque estén en otro idioma sabemos lo que significan exactamente porque accedemos a su sentido primario. Hace ya muchos años que con un balbuciente francés leía por primera vez ese aliento feral y telúrico que dice:

“Laisse-moi respirer longtemps, longtemps, l’odeur de tes cheveux, y plonger mon visage, comme un homme alteré dans l’eau d’une source, et les agiter avec ma main comme un mouchoir odorant, por secouer des souvenirs dans l’air.”

(Déjame respirar por largo, largo tiempo, el olor de tus cabellos, hundir allí mi cara, como un hombre cambiado en el agua de una fuente, y agitarlos con mi mano como un pañuelo oloroso, para zarandear los recuerdos en el aire).

Mi manejo del francés es mucho mejor ahora de lo que fuera cuando me encontré con estas líneas por primera vez, pero mi comprensión de ellos sigue siendo la misma de entonces.

Siempre me he preguntado qué oscuridades de mi alma me hacían encontrarme como en casa al leer las obras de Baudelaire, Poe y Kafka. Sobre todo en esas noches de insomnio que, como una boa enloquecida, me amenazo con devorarme a mí mismo. En esos días de desierto en mi mente de insoportable sed y cansancio. Durante esas tardes en que me duelen hasta los pelillos de la nariz. En esas horas de oscuridad profunda, antes de que la luz vuelva a nacer y me llene de nuevo de amor. He aprendido a aceptar esa llamada de lo “salvaje”, hacerle un hueco cómodo en mi corazón. Sé que todo está bien, siempre lo estuvo.

Y hoy domingo, sigo con Baudelaire en mi cabeza…

Amados míos, siempre me he sentido extranjero y esa ha sido la manera de sentirme a gusto en cualquier lugar. Cuando vivía en Inglaterra sabía que no era de allí pero lo era, lo mismo cuando viví en Irlanda, y cada vez que he visitado un nuevo país he buscado mi rostro entre la multitud… Al fin y al cabo, creo que Baudelaire no podía estar más en lo cierto:

L’ÉTRANGER

"Qui aimes-tu le mieux, homme énigmatique, dis? Ton père, ta mère, ta soeur ou ton frère?
- Je n’ai ni père, ni mère, ni soeur, ni frère.
- Tes amis?
- Vous vous servez là d’une parole dont le sens m’est resté jusqu’à ce jour inconnu.
- Ta patrie?
- J’ignore sous quelle latitude elle est située.
- La beauté?
- Je l’aimerais volontiers, déesse et immortelle.
- L’or?
- Je le hais comme vous haïssez Dieu.
- Eh! Qu’aimes-tu donc, extraordinaire étranger?
- J’aime les nuages…, les nuages qui passent… là-bas… là bas… les merveilleux nuages!

(A quién amas por encima de todo, hombre enigmático, dime. ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?
- No tengo ni padre, ni madre, ni hermana ni hermano.
- ¿A tus amigos?
- Os servís de una palabra cuyo significado me es desconocido hasta el día de hoy.
- ¿A tu patria?
- Ignoro sobre qué latitud se encuentra.
- ¿A la belleza?
- La amaría con gusto, diosa e inmortal.
- ¿El oro?
- Lo desprecio como despreciaría a Dios.
- Y bien, ¿qué amas entonces, extraordinario extranjero?
- ¡Amo las nubes…, las nubes que pasan.. por allí… por allí… las maravillosas nubes!)

Ay, hermanos míos, las nubes, these mighty passing clouds over our heads, la maravillosas nubes, acaso nuestra verdadera patria…
Nos encontraremos al final del camino de baldosas amarillas, que el primero que llegue espere a los demás. Yo llevo las coca-colas. Un beso.

domingo, 24 de enero de 2010

EL DOLOR DE SER LOS OTROS

De Haití, hasta hace poco más de una semana, yo sabía un par de cosas: vágamente su situación geográfica (al lado de República Dominicana) y su capital, Puerto Príncipe. Poco más. Es lógico, nuestra capacidad para acumular conocimientos es limitada y además desde que “todo está en Internet” (lejos está aquella tonadilla de “todo está en los libros”), tenemos cualquier dato al alcance de una tecla (sí, el “intro”). Pero, claro, como a todos, la realidad nos sorprendió en forma de violenta bofetada para saber que ese país pobre y exótico, Haití, había sido prácticamente borrado del mapa. Y empezamos a ver que esta afirmación no es apocalíptica. No es tanto la devastación que ha creado el terremoto, no, es, sobre todo, que el país ha perdido su “estructura social” y su capacidad para sacar adelante lo que queda de la tragedia.
Como todos, Raquel y yo hemos sentido que desde nuestra confortable realidad se nos devolvía a un estado inerme y doloroso. Hemos sentido, como todos, que uno nace en un sitio pero podía haber nacido en otro, y que hoy tenemos una buena mano en la baraja pero que quizás en la próxima partida no demos pie con bola. Como todos y cada uno, nos hemos sentido “at a loss for words” para explicar lo que veíamos o lo que oíamos sobre el terremoto.

Y en esos momentos de extrema fragilidad todo cobra sentido y volvemos a ser uno con nuestros hermanos, con el universo, y reímos juntos, y lloramos juntos...

Hace ya unas cuantas semanas, cada noche antes de dormir práctico un nuevo tipo de meditación, me “siento” otra persona y procuro residir un buen rato en su cuerpo. Así, intento hacerme más y más consciente de lo poco que importa ser uno mismo y, acaso, de lo importante que es ser los demás. Y hace una par de noches quise que mi alma se fundiera con el de una mujer haitiana que antes del terremoto ya era muy pobre, pero a la que tras la catástrofe sólo le quedaba la ropa que llevaba puesta y dos de sus cinco hijos pequeños. La experiencia fue a la vez sobrecogedora e íntima. Cómo podemos sentirnos cuando creíamos que teníamos poco y después lo perdemos todo, cómo cuando el dolor es tan insoportable como para llegar a una nueva fase de desesperación… cómo. Si al menos supiéramos que lo que les ha pasado a ELLOS nos está pasando a NOSOTROS, si al menos supieran que estamos a su lado, si al menos pudiéramos volver a ser humanos.

Y hoy no puedo decir mucho, la verdad, no puedo decir nada. A su manera, hoy es un momento de silencio y no os voy a bombardear con palabras. Tan sólo os pido que por unos segundos cerréis los ojos y viajéis hasta el centro mismo del dolor, sin huir hacia esas zonas comfortables que nos hemos inventado para que nos duela menos el corazón, y así, desnudos al fin, permanecer un rato en perfecta comunión con el alma del mundo…, y que desde allí seáis todo amor y todo comprensión, todo luz.

Nada más, hermanos, tan sólo estas palabras de silencio, este gesto de esperanza y este “ser los demás”.

miércoles, 20 de enero de 2010

LA LISTA DE MIS ERRORES


La vida nos tiene esperando momentos de belleza en todas las esquinas, sólo tenemos que estar en el momento adecuado en el lugar oportuno y, LO MÁS IMPORTANTE, encontrarnos en total apertura hacia lo que se nos va a otorgar. Uno nunca sabe de dónde va a salir esa caricia de belleza que ha de robarnos el corazón, ¿verdad? Uno de mis últimos pequeños grandes descubrimientos se lo debo a un videojuego para la Ps3. Hace poco le regalaba a Raquel el Little Big Planet. He de decir aquí que Raquel es una de las 3 jugadoras más habilidosas en lo que respecta a videojuegos de plataformas que han pisado el planeta (las otras dos son Julie Nomematannipatrás y Catherine Saltoynomescurropapasarmelapantalla); esperaba que el juego en cuestión le gustara a mi mujer, sabiendo que yo le sacaría poco partido (yo soy poco de plataformas, mis géneros son los shooters en tercera persona y el rol japonés y occidental, también los hack n’ slash y beat’em up), pero mira tú por dónde (por ahí, mira por ahí) que iba a encontrar material para un poema que quiero compartir con vosotros hoy. La banda sonora para una de las pantallas (la de la boda de Frida) era una increíble canción que desconocía, me refiero a “Volver a comenzar” de Café Tacvba (en una de mis últimas entradas en Facebook tengo una entrada hacia el video del tema en cuestión, aquí lo reproduzco por si os interesa echarle una oreja http://www.youtube.com/watch?v=R7IPxngsAPY). En cuanto a la música en sí, es una genialidad, el bajo y los teclados son los que dirigen el cotarro en todo momento y los siete minutos que dura se hacen segundos gracias a la proteica esencia que se nos presenta. Las cualidades de este pedazo de obra son casi hipnóticas, por lo que estos últimos días no he dejado de escucharla. Pero es que la letra…, ay qué pedazo de letra, vamos que es un poema en toda la regla y aquí os la reproduzco para vuestro solaz:


Si hiciera una lista de mis errores
de los menores hasta los peores
que expusiera todas las heridas,
los fracasos, desamores y las mentiras

ofreceré el aroma del ámbar
ofreceré el cedro y mis lágrimas
con la paciencia del mar esperaré toda una vida
a que sane la confianza
si volviera a comenzar
no tendría tiempo de reparar

si hiciera un viaje a mis adentros
y sobreviviera a los lamentos
pediría fuerzas para decir cuánto lo siento
si volviera de un viaje a mis adentros

si volviera a comenzar
no tendría tiempo de reparar
el agua derramada está
la sed que siento no saciará

¿cuántas cosas más puedo guardar?
¿cuántas cosas puedo atesorar?
dulce tentación de dejarlo todo
¿cuánto espacio más quiero ocupar?
(hasta los recuerdos ya no caben en este lugar)
¿cuántas cosas más me puedo llevar?
(la ultima mudanza debe ser la mas ligera)
dulce tencación de dejarlo todo
dulce tentación regalarlo todo

si volviera a comenzar
no tendría tiempo de reparar
el agua derramada está
la sed que siento me sanará
el agua derramada está
la sed que siento me sanará

¿Qué os parece? El primer verso es genial, bueno, la primera estrofa es inmejorable. Lo que plantea yo creo que nos toca un poco a todos, ¿no? ¿Queréis que hagamos juntos una lista con todos nuestros errores? Yo tengo unos cuantos, soy un especialista en errar, lo bueno de haberte caído muchas veces es que aprendes a levantarte otras tantas. Soy muy bueno equivocándome porque he practicado casi a diario el siguiente patrón: intento-error-nuevo intento-mismo error-otro nuevo intento-error diferente-intento ya por pura desesperación-hala, esta vez ha fucionado.
Esto no me ha hecho mejor ni peor, me ha hecho ser persistente y, sobre todo, me ha enseñado a aceptar los resultados con la mejor cara posible. De todo lo que ocurre, siempre hemos de quedarnos con lo mejor, está claro.

Me encanta el despliegue lírico del “ámbar” y el “cedro” que, además, me retrotrae a mi pasaje bíblico favorito, el Cantar de los Cantares, de donde Raquel y yo extrajimos una lectura para nuestra boda (que leyó mi queridísima hermana, un beso, Paz por tantas y tantas cosas buenas que has traído a mi vida). La confianza, como dice la canción, ha de sanar siempre a pesar de que a veces salga muy malherida de según qué batallas de la vida, ¿verdad? A todos nos ha dolido un poco (o un mucho) el corazón al sentirnos engañados, abandonados, decepcionados…, pero la confianza es necesaria, como lo es el amor.
Y no puedo dejar pasar por alto esa zona crepuscular de la canción en la que el ritmo se hace onírico para hablar de…, ah, de eso que estáis pensando, cómo glosar estas palabras:

¿cuántas cosas más puedo guardar?

¿cuántas cosas puedo atesorar?
dulce tentación de dejarlo todo
¿cuánto espacio más quiero ocupar?
(hasta los recuerdos ya no caben en este lugar)
¿cuántas cosas más me puedo llevar?
(la ultima mudanza debe ser la mas ligera)
dulce tencación de dejarlo todo
dulce tentación regalarlo todo"

Es el regreso al vacío infinito de nuestra esencia primera, el darlo todo ya para no carecer nunca más de nada. Ay, dulce es la tentación, ¿verdad? Pero todo llega a su tiempo y cuando haya que dejarlo todo, todo, al haber practicado durante tantos años, estaremos más que preparados. Lo sé. Pero hay que empezar ya, amigos míos, a aceptar los errores como parte de nuestro corazón y a ir soltando ataduras ficticias, dejar siempre algo de espacio para lo que ha de llegar, mantenernos con la mirada pura y amorosa.

Hoy os siento como mis hijos, como mis hermanos, como mis padres y los padres del universo entero, os siento así al mismo tiempo y me siento vosotros mismos. No puedo dejar de verme en todos vosotros, de recordar vuestros recuerdos, llorar con vuestra desolación, reír inmerso en vuestra locura de vivir, soy cada uno de vosotros y vosotros sois la esencia misma de la tierra. Gracias por estar ahí, por respirar, por ser como sois, simplemente por ser capaces de levantaros cada día y sonreír. Os amo, a cada uno de vosotros, os amo con la profundidad del océano y la entereza de la montaña.
Gracias.
Aquí os dejo un poema que escribí la semana pasada tras conocer la canción de Café Tacvba, espero que os guste.


LA LISTA DE MIS ERRORES

por FRANCISCO JOSÉ FRANCISCO CARRERA

Si hiciera una lista de mis errores
de los menores hasta los peores
que expusiera todas las heridas
los fracasos, desamores y las mentiras.
(Café Tacvba,“Si volviera a comenzar”)


Si hiciera una lista de mis errores,
tú qué crees,
no habría papel en el mundo
para escribirlos todos y cada uno.
Yo mismo soy un error,
un paréntesis sin cerrar,
un fuego que no calienta,
un sueño que siempre despierta,
un pez sediento en la mar.
Yo mismo soy un vacío.
No soy nada concreto,
nada,
ni polvo enamorado,
ni nada que se le parezca,
la sombra ciega del olvido atroz
tan sólo
y a veces ni siquiera eso.

Y con todo,
si hiciera esa lista con mis errores,
tú serías el primero de ellos,
y el segundo,
y el tercero.
Me equivoqué al conocerte,
me equivoqué de nuevo al buscarte
y lo rematé todo con mi gran error:
volverme a enamorar
y llegar a enamorarte.

Pero para qué
voy a hacer esa lista
inútil
que cifre mi vida,
para qué.
La lista de mis errores,
de mis fracasos,
es la lista de mis éxitos,
la diferencia es muy sutil,
la clave está en intentarlo,
independientemente del resultado.

Y haberte amado,
corazón de corazones,
ha sido lo más grande
que me ha pasado,
haberte querido,
cariño mío,
un golpe de suerte
que me hizo estar vivo.

Y si volviera a comenzar,
no lo dudes,
volvería a darme de morros
con tu cuerpo de estrella,
volvería a hacerme jirones
con tus garras de fiera,
aunque supiera
que al poco
me romperían en tantos pedazos
que nunca podría recomponer
el puzzle de mi alma de nuevo
y quedaría eternamente condenado
a vagar por los pasillos del dolor
y de la fría tierra yerma del desamor.

Si hiciera una lista de mis errores
agradecería haberlos cometido,
sin duda,
agradecería haberlos cometido todos,
todos y cada uno.



Gracias, amigos míos, por estar ahí, tan cerca, y darme vuestras sonrisas y vuestras lágrimas. Gracias de nuevo. Os quiero.

sábado, 16 de enero de 2010

INGLATERRA (VISIONS FROM THE NORTH, part one)


(Foto de Raquel García Sanz)



Aunque suene raro, yo, desde niño, he querido vivir en Inglaterra. Y de alguna manera, no paré hasta conseguirlo. Esta es la historia de un amor que siempre ha estado en mi corazón.

Una tarde fría y lluviosa en Valladolid andaba yo viendo la tele con mis siete u ocho añitos y de repente experimenté uno de mis primeros “momentos de realidad” (durante muchos años los denominé erróneamente “momentos de irrealidad” hasta que la práctica del zen y el tao me hicieron ver lo que eran en esencia). Estaban echando una serie o película (que no recuerdo con claridad) ambientada en una ciudad del norte de Inglaterra (me suena que era Manchester, pero también podía ser Liverpool o Newcastle; Manchester, por cierto, fue la primera ciudad inglesa que pisé, de camino a mi primer destino allí, Sheffield) y de repente apareció un primer plano de un muro, de un simple muro de ladrillos de un rojo oscuro y fascinante, llovía y aunque era por la tarde parecía de noche, entonces tuve la sensación de que ya había vivido ese momento, pero “desde dentro”; put other words, en otra vida o whatever, había estado allí y reconocía ese lugar como mi casa, mi ciudad. Esa sensación es difícil de gestionar para un niño y durante muchos años iba a recordarla con una presencia profunda y viva y apasionada. Ya de adulto me di cuenta de que tenía que volver a Inglaterra y vivir una temporada allí, debía seguir la pista que había visto en mi niñez si quería ir formando el puzzle de mi alma.

Ese fue el motivo principal por el que me especialicé en inglés. Lo cierto es que nunca me he sentido muy español, pero tampoco muy de ninguna parte. Lo más cercano a la “pertenencia” hacia una nación que he experimentado han sido sendos momentos intensos y fugaces hacia Inglaterra y, extrañamente, hacia Letonia (el viaje que me llevó a Riga ha sido uno de los más life-changing que he tenido y una de mis primera experiencias de meditación profunda). Esto no quiere decir nada…, no creo en nacionalidades como no creo en diferencias radicales genéricas, somos seres vivos, campos energéticos, you name it, y todas las características formales son…, eso, forma que ha de morir, rien de plus. Así, amigos, jugué a hacerme inglés, y a su manera, creo, lo conseguí. El año que pasé enseñando español en Oxford me hizo encontrar pedacitos de mi corazón en calles, comercios, miradas, baldosas, parques, amaneceres, cines, canciones. De alguna manera mi “inmersión” anglófona fue tal que llegué a difuminar mi procedencia española in such a way que mentía en según que ocasiones sobre mi origen, unas veces era armenio, otras griego…, creaba máscaras de un solo uso que pulverizaba al llegar a casa. También recuerdo con cariño cómo muchas noches caminaba y caminaba para encontrarme a mí mismo desdoblado (vaya susto si así hubiese sido) y de hecho escribí un buen poema sobre el tema del doble gracias a esas experiencias, mis alumnos de literatura recordarán cuánto me interesaba el tema del doppelgänger y el texto de Poe que trabajábamos (do you remember, mes vieux, my soulmates and friends in memory, I hope you all shine high and bright wherever you are, whatever you do).

Sé, estoy convencido, que en una de mis vidas pasadas fui inglés y viví en el norte de Inglaterra (también sé que fui persa y morí en el campo de batalla contra los griegos atravesado por una flecha), y de ahí se me han quedado un número de pasiones: el té, la lluvia, las alubias con tomate en el desayuno, la mermelada de naranja amarga, el inglés antiguo, la poesía inglesa, los huevos fritos en mantequilla, el understatement, los Beatles, los Pubs (pero no la cerveza), el no preocuparme de si los colores de mi ropa van bien o no van (qué más da, otra convención sin sentido, ya ves tú), los calcetines con sandalias, las patatas fritas con sal y vinagre, etc.

Con todo, lo mejor de haber podido cumplir el sueño de vivir en Inglaterra fue darme cuenta de que mi verdadera casa era mi sentido corazón, que no importaba el lugar sino cuánto estamos dispuestos a amar. Londres, Soria, Nueva York…, no importan los sitios sino nuestra capacidad de residir en el ahora, de ver con ojos nuevos lo que ha sido siempre. Esa es la clave que sabíamos de pequeños pero tendemos a olvidar de adultos.

Nada más por hoy, tan sólo quería hacerme a mí mismo una confesión en alto, siempre ayuda intentar entender por qué hacemos lo que hacemos y aceptar con amor aquello que somos y siempre hemos sido. Yo, al menos en otra vida, fui inglés. En esta…, lo único que sé con seguridad es que soy calvo, y a veces ni eso. Quizás en otras vidas recordaré el momento en que escribí estas palabras o acaso algún paseo hacia San Saturio de la mano de mi amada Raquel y eso me llevará a ser profesor de español para poder vivir en Soria y volver a conocerla y volver a casarme con ella y volver a crear un blog y volver a...
Quién sabe.
Ah, gracias, Raquel, por prestarme tu foto para encabezar el post, y es que esta mujer es una fotógrafa maravillosa.

Hasta la semana que viene, amados míos, simples aletazos de mariposa en mi corazón de cielo, luces y también sombras, hasta la próxima semana, amigos y hermanos.