Lesbos, où les baisers sont comme les cascades
Qui se jettent sans peur dans les gouffres sans fonds,
Et courent, sanglotant et gloussant par saccades,
Orageux et secret, fourmillants et profonds;
Lesbos, où les baisers sont comme les cascades!
(C. Baudelaire, "Lesbos")
Baudelaire siempre ha sido uno de mis autores favoritos. No tengo muy claro por qué, pero desde muy jovencito hay tres escritores que me han fascinado: Baudelaire, Poe y Kafka. Luego han ido apareciendo muchos más, pero mi amor originario por este vórtice trimegisto de oscuridad se ha mantenido desde entonces.
Uno de los motivos (hubo otros muchos) por los que decidí aprender francés hace años fue para así poder leer la poesía de Baudelaire en su versión original. Esta pasada noche anduve frecuentado por un extraño insomnio…, intenté meditar para calmar mi desasosiego, pero falló, procuré planificar un poco la semana que iba a entrar en breve, pero no me tranquilizó, acabé viendo un episodio de Hospital Central a eso de las 4 de la madrugada, pero nada, seguía demasiado despierto. Al final acepté que no iba a dormir ni una hora y me apeteció leer a Baudelaire de nuevo. Tengo varias ediciones de su maravilloso “Petits Poèmes en Prose” pero mi favorita es una de Classiques Garnier con una portada amarillo chillón (doy aquí las gracias a una de mis amarillas favoritas - sí, ya sabes que me refiero a ti - por enseñarme a ver nuevas tonalidades en ese maravilloso color), y es que además está dedicada por las personas que me la regalaron, Paz y Javi, así que le tengo al libro todavía más cariño si cabe.
Hay versos que se nos graban en el corazón desde antes de conocerlos, igual que las miradas de aquellos que amamos o habremos de amar. Hay sonidos que nos pertenecen antes siquiera de haberlos oído. Hay palabras que aunque estén en otro idioma sabemos lo que significan exactamente porque accedemos a su sentido primario. Hace ya muchos años que con un balbuciente francés leía por primera vez ese aliento feral y telúrico que dice:
“Laisse-moi respirer longtemps, longtemps, l’odeur de tes cheveux, y plonger mon visage, comme un homme alteré dans l’eau d’une source, et les agiter avec ma main comme un mouchoir odorant, por secouer des souvenirs dans l’air.”
(Déjame respirar por largo, largo tiempo, el olor de tus cabellos, hundir allí mi cara, como un hombre cambiado en el agua de una fuente, y agitarlos con mi mano como un pañuelo oloroso, para zarandear los recuerdos en el aire).
Mi manejo del francés es mucho mejor ahora de lo que fuera cuando me encontré con estas líneas por primera vez, pero mi comprensión de ellos sigue siendo la misma de entonces.
Siempre me he preguntado qué oscuridades de mi alma me hacían encontrarme como en casa al leer las obras de Baudelaire, Poe y Kafka. Sobre todo en esas noches de insomnio que, como una boa enloquecida, me amenazo con devorarme a mí mismo. En esos días de desierto en mi mente de insoportable sed y cansancio. Durante esas tardes en que me duelen hasta los pelillos de la nariz. En esas horas de oscuridad profunda, antes de que la luz vuelva a nacer y me llene de nuevo de amor. He aprendido a aceptar esa llamada de lo “salvaje”, hacerle un hueco cómodo en mi corazón. Sé que todo está bien, siempre lo estuvo.
Y hoy domingo, sigo con Baudelaire en mi cabeza…
Amados míos, siempre me he sentido extranjero y esa ha sido la manera de sentirme a gusto en cualquier lugar. Cuando vivía en Inglaterra sabía que no era de allí pero lo era, lo mismo cuando viví en Irlanda, y cada vez que he visitado un nuevo país he buscado mi rostro entre la multitud… Al fin y al cabo, creo que Baudelaire no podía estar más en lo cierto:
L’ÉTRANGER
"Qui aimes-tu le mieux, homme énigmatique, dis? Ton père, ta mère, ta soeur ou ton frère?
- Je n’ai ni père, ni mère, ni soeur, ni frère.
- Tes amis?
- Vous vous servez là d’une parole dont le sens m’est resté jusqu’à ce jour inconnu.
- Ta patrie?
- J’ignore sous quelle latitude elle est située.
- La beauté?
- Je l’aimerais volontiers, déesse et immortelle.
- L’or?
- Je le hais comme vous haïssez Dieu.
- Eh! Qu’aimes-tu donc, extraordinaire étranger?
- J’aime les nuages…, les nuages qui passent… là-bas… là bas… les merveilleux nuages!
(A quién amas por encima de todo, hombre enigmático, dime. ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?
- No tengo ni padre, ni madre, ni hermana ni hermano.
- ¿A tus amigos?
- Os servís de una palabra cuyo significado me es desconocido hasta el día de hoy.
- ¿A tu patria?
- Ignoro sobre qué latitud se encuentra.
- ¿A la belleza?
- La amaría con gusto, diosa e inmortal.
- ¿El oro?
- Lo desprecio como despreciaría a Dios.
- Y bien, ¿qué amas entonces, extraordinario extranjero?
- ¡Amo las nubes…, las nubes que pasan.. por allí… por allí… las maravillosas nubes!)
Ay, hermanos míos, las nubes, these mighty passing clouds over our heads, la maravillosas nubes, acaso nuestra verdadera patria…
Nos encontraremos al final del camino de baldosas amarillas, que el primero que llegue espere a los demás. Yo llevo las coca-colas. Un beso.