Creo que mis alumnos saben que cada cierto tiempo soy intratable, incapaz, indecente, indetodo... Voy a intentar explicarlo claramente. Como sabéis, empecé a dar clase en la uni hace ya casi 20 años, en aquella época uno iba, daba la clase (la amarillez de los apuntes dependía de la edad y la buena voluntad del profe) y ya, sin power points, sin pizarras digitales, sin ipads ni demás tecnología puntera de estos días, uno tenía su tiza o rotulador velleda, algún libro de apoyo y ganas de comunicar cosas. Además, todo era clase "magistral", signifique esto lo que signifique. A mí me tocaba dar clase de literatura inglesa, fonética inglesa, inglés agroforestal y cosas parecidas... Luego llegó Bolonia y dividió la actividad docente en 1) Teoría y 2) Práctica (que a veces se subdividía en Seminarios,antes de los recortes, claro). También mi docencia cambió de área pues dejé la filología (con su énfasis en lo lingüístico-literario) para derivar hacia la didáctica de las lenguas. Pues bien, ahora, mis cursos tienen clases de 1) teoría, 2) práctica, 3) ni lo uno ni lo otro pero que guardan cierta similitud con una clase y 4) WTF que como bien sabéis significa pero qué coño es esto, o como diría Mauricio Colmenero
Hoy me ha tocado uno de esos días.
Hemos hecho un poco de todo. Por ejemplo esta actividad:
Hemos visto cómo se dice Urogallo en inglés, les he contado cómo me enamoré de Raquel, compartimos la graciosa idea alemana del Schadenfreude, leímos poemas "bilingües" con un verso en cada idioma, nos deleitamos con un lindo cienpies que estaba de visita por clase... Todo sin rumbo, sin objetivos, como muchas veces discurren mis clases. Soy un inútil dando clase, lo sabéis, y bueno, lo suplo con el porte majestuoso que produce mi larga melena al viento :)
Y diréis, ¿tus alumnos te tiran fruta podrida a la cabeza en esas sesiones, te insultan o te escupen? Pues por el momento no, así de encantadores son. La verdad es que generalmente la peor de las clases es una experiencia menos dolorosa que graparte una oreja a un folio así que el mundo sigue a lo suyo.
Pero y tú, os preguntaréis, ¿cómo te sientes tras esas clases? Y ahí entra mi otro yo, que es muy otro, para deciros que las cosas nunca son como son y que incluso cuando acaban siendo como eran (o son) viene a dar un poco lo mismo.
¿Qué recordáis de lo que habéis estudiado en la facultad? Yo poco. O nada. Y sobrevivo.
A veces mis alumn@s me dicen que recuerdan palabras como PLATYPUS o cómo se dice avutarda en inglés (si queréis saberlo mirad un envase del zumo de naranja Don Simón), y me siento feliz y eso da un poco de sentido a todo y lo celebro tomando un café. Cada vez me gusta más tomar café en clase, será que siento a mis chic@s muy cerca, para mí tomar café es algo muy íntimo que no hago con cualquiera, sólo con la gente que me gusta. Pero a saber...
Y esto, como todo en mi vida, no viene a cuento de nada...
Hay veces que el mundo nos besa. Otras somos nosotros los que besamos al mundo con la mirada. Es un juego dulce y cruel, una loca y salvaje mascarada...
Gracias, chic@s, gracias por ser y regalarme un poquito de esa dulce luz que recorre vuestros ojos y que a mí me sabe como sólo sabe la esperanza.
PD. Ah, también hablamos de las madejas..., que por si no sabéis lo que es, es esto: