¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?

¿Qué es lo que has venido a hacer aquí?
He venido
a besar tus labios con mis ojos,
a dejar en tu cuerpo mis caricias,
a rezar a un dios estupendo y lleno de vida,
a respirar el aliento mismo de la creación,
pero sobre todo,
por siempre y para siempre,
a amarte, hermano mío,
amarte y no dejarte de amar,
nunca más dejarte de amar.
(Francisco J. Francisco Carrera, "Luna de Agosto")

domingo, 31 de octubre de 2010

LAS DERROTAS NECESARIAS



El pasado sábado 23 de octubre se falló en Soria el Premio de Poesía Gerardo Diego. Lo cierto es que a penas le he dedicado atención a dicho evento en los últimos años (mi vida universitaria, como sabéis, ha sido especialmente intensa y, pour ansi dire, compleja) y solamente he presentado dos trabajos a él. Para esta edición había preparado una obra muy especial para mí. Como ya os he contado, creo, en otra entrada del blog, el año pasado me pasé una mañana mirando fijamente el cuadro de Medusa que pintó Glen Vause y acabé entrando en un proceso meditativo muy profundo y rico. Después del largo tiempo dentro de los ojos de mi amada gorgona, volví a este supuesto mundo real pero algo había cambiado dentro de mí: la mirada de la Medusa me había devuelto un pedacito cierto de corazón y un sabor a infancia de galleta mojada en galletas un domingo por la mañana de Navidad. Desde entonces he estado trabajando en algo que me gusta llamar Ciclo Medusa o Mundo Medusa y que constará de varios poemarios acerca de figuras femeninas históricas o míticas (María Magdalena, la emperatriz Irene de Bizancio, Boadicea, Freya, Selene, Medusa, etc.) y mitos sobre lo masculino y lo femenino. De estas “visiones de la Medusa” nació el trabajo que, como decía, había presentado este año al concurso, trabajo que decidí denominar Los hombres que eran mujeres que eran serpientes. Pues bien, como da a entender el título de la entrada de hoy, no gané. Experimenté lo que desde hace ya algún tiempo considero como una “victoria necesaria”.

A ver si me explico un poco mejor. Todo lo que ocurre es “justo” en el sentido de que es “justo” lo que ocurre y no otra cosa, no lo que deseamos, lo que queremos, lo que consideramos mejor para nosotros, etc. Por ello, lo que ocurre tiene un algo de necesidad elemental, de cualidad primordial y esencial. Esto, por supuesto, no quiere decir que las cosas estén predeterminadas, nunca me lo pareció así, pero creo que lo que aparece en nuestras vidas está ahí para que nosotros podamos acercarnos un poco más a la plenitud, y este segundo paso es sólo cosa nuestra. Pero a lo que iba…, lo cierto es que este año tenía muchas esperanzas puestas en ganar el premio, consideraba el poemario con calidad y con un aire mítico que me parecía que podía aportar algo nuevo. Así, cuando el domingo por la mañana siguiente al fallo del premio (que fue un acierto, al menos para la ganadora, y cómo me alegro por ella) leía la nota de prensa y que me enteraba de que no había ganado me sentí en paz conmigo mismo y todavía con más ganas de seguir escribiendo poemas (como veréis más adelante).

Hace años recuerdo que dí una conferencia en un congreso de Lingüística Inglesa que versaba sobre el Ingles Agroforestal y la Poesía, recuerdo que asistió mucha gente ante lo bizarro de la temática (mis temáticas siempre fueron un tanto extrañas o, como decía mi amigo americano-irlandés David Carey, “very, very weird, just like you, mad Spaniard”, y es que el bendito de David alucinó un poco cuando se dio cuenta de a qué tío zumbado había invitado a dar una serie de 10 conferencias sobre Amor y Enseñanza en la universidad de Dublín en la que trabajaba). Bien, nunca olvidaré las primeras palabras que pronuncié, palabras que no tenía preparadas y que me vinieron del fondo del alma. Dije algo así como “quiero que sepáis que el que aquí veis antes de ser experto en inglés técnico o literatura fue, y sigue siendo, un artista del error, un verdadero connaisseur del fracaso, se me da de miedo errar y me he equivocado tantas veces en mi vida que celebro del mismo modo mis victorias y mis derrotas, todas ellas han sido necesarias para llegar al punto en el que estoy y desde el que voy a seguir adelante”. Pues eso, me reafirmo en lo que dije aquel día ya lejano.

Creo que esta sociedad nuestra ha desplazado de forma astuta lo verdaderamente importante, lo, digamos, esencial. El adagio ese de que lo que importa es participar es a su vez minado por la tele, los profesores, los padres y hasta el carnicero de la esquina. ¿Acaso no es cierto que lo que se nos da a entender las más de las veces con las acciones (que importan más que las palabras, of course) es que lo verdaderamente importante es “tener éxito”, sea como sea, pises a quien pises, aunque en el proceso te destroces a ti mismo y a tu entorno? Y ahí está el primer error de base, en la idea del “éxito” y su opuesto “fracaso”. Yo os preguntaría ¿puede tener éxito un fracaso? Para mí es claro que sí, y eso hace que cada una de mis “tortas en los piños” procure evaluarla pasado un tiempo y no con los morros doloridos y ensangrentados. Y pensad lo siguiente también, ¿acaso no os ha ocurrido que una supuesta victoria o éxito se ha convertido con el tiempo en una verdadera maldición zíngara de la que no había manera de escapar? Está claro que esto es así, pero no sé qué leches nos pasa y siempre nos olvidamos. Así, está de moda el quejarnos por todo: si tenemos trabajo, de lo mucho que trabajamos, si no tenemos, de lo terrible que es estar en paro, si no tenemos para comer lo que queremos, de cómo nos gusta el marisco y hoy tocan garbanzos, incluso nos quejamos de dolor de tripa cuando nos hemos puesto como chanchos en una boda sabiendo como sabemos que miles de personas se mueren de hambre en el mundo. Y nos quejamos y nos quejamos, nos quejamos porque todos queremos “ganar”, todos queremos tener nuestro minuto de gloria (y si son un par de horas, tanto mejor). Y luego, venga, repetid una y mil veces si queréis que “lo que importa es participar”, a ver quién narices se lo va a creer.

Pero de nuevo me voy un poco a temas más profundos y sociales que el que aquí me ocupa. Yo aquí venía a hablar de mi poemario, como decía Umbral de su libro. Bear with me, my pals. Pues eso, que no he ganado y que, por ahora, no tengo manera de publicarlo (al tiempo, todo lo que tiene que llegar, llega) pero me apetecía pensar en él, reelerlo y eso y dedicarle una entradilla victoriosamente derrotada.


Los hombres que eran mujeres que eran serpientes se estructura en tres partes y tiene como tema principal la superación de las diferencias genéricas. Ya sabéis los que me conocéis (y los que me habéis sufrido como profesor) que yo cuando veo a una persona no llegó a lo genérico-biológico hasta una segunda etapa, esto es, que alguien sea hombre o mujer por biología no me interesa demasiado, me interesa el ser en sí, nada más. Me interesa lo que le hace soñar, lo que le apasiona, sus miedos, su corazón de corazones. Luego la biología o la opción sexual aparecen, pero son marginales. Yo, por ahora, me defino por hombre biológico y heterosexual por opción, pero nada dicen estos términos de lo que en verdad soy, de las cosas que me gustan hasta que se me derrite el alma en almíbar de cereza o de mi pasión por beber tragos de horizonte violeta cada tarde desde la terraza de mi casa o de navegar oscuro y silencioso y pleno de luminosas sombras en los veleros estupendos que fleta mi mujer en cada una de sus miradas o con cada una de sus palabras. Pues eso, Los hombres que era mujeres que eran serpientes “narra” la transformación mítica de un hombre en serpiente pasando antes por ser mujer. Todo se inicia con el sueño de una voz masculina ante una roca y acaba como acaba, que no os lo voy a destripar. La parte central nos cuenta las historias de las hermanas que más me interesan en la mitología griega, las terribles, pero adorables para mí, Gorgonas: Medusa, Esteno y Euríale. Al final unifico todo en un poema que lleva el título del poemario.

Ya sé que no abundan los lectores de poesía (y mira que yo he intentado durante 11 años de docencia presencial en la UVA y otros muchos a distancia en la UNED hacer nuevos adeptos, bien sé, que algunos he conseguido, y me alegro) pero si a alguien le interesa todo esto, puede pedirme que le envíe el poemario este de Los hombres que era mujeres que eran serpientes (lo que me gusta el título, oye) a mi e-mail de siempre: franjosefran@hotmail.com y se lo envío en pdf y ya maquetado y todo oye, todo por el módico precio que ahora te cuento: cuando te llegue tienes que sonreír no menos de 5 veces cuando no tengas ganas de hacerlo y decirte “es maravilloso sentir esta respiración”. Ya, lo sé, yo y mis “chorradicas” pero es que soy yo y no puedo dejar de serme a mí mismo cuando estoy entre mis amigos, y vosotros lo sois, guapos. Bueno y si no queréis hacerlo, da lo mismo, ya sonrío yo por vosotros, os envío el poemario igual, hala. Morenos salados, cositas lindas, lucecitas preciosas que calientan mi corazón los días de frío con el sabor de la amistad y del amor.

En cualquier caso, esta entrada victoriosa en la derrota va a acabar como suele hacerlo este poético blog, con más poemas. De este supuesto “fracaso” (realmente no suelo utilizar estos términos, hoy lo hago por claridad semántica, yo suelo hablar de situaciones, y ya está, de cosas que, simplemente, ocurren) yo he sacado muchas ideas subjetivamente buenas (o así me lo parecen) y me voy a quedar con algunos de los poemas que he compuesto esta semana. Os dejo con ellos y os doy las gracias por acompañarme, soy un lobo solitario que sabe disfrutar de la compañía de los otros, este acaso es el don que más aprecio. En cualquier caso, como decían en aquella película maravillosa que es Into the Wild (traducida al español por Hacia rutas salvajes) y que me aconsejó mi querido amigo Sergio Benito, “happiness is only real when shared”, usease, “la felicidad sólo es real si es compartida”.

Besos muchos para todos.

LAS DERROTAS NECESARIAS
por Francisco José Francisco Carrera

Tras perder nuevamente un concurso de poesía

No hubo victoria en el mundo
que no necesitara a su vez
de su debida derrota. No hubo
ni puede haber pérdida sin
ganancia, avance sin parada,
amor sin su ansiado desamor
ni placer sin su justa medida
de desespero y de dolor.

Las derrotas, no te engañes,
son tan importantes en
tu vida como las ansiadas
victorias. Agradece así
cada uno de tus fracasos
pues de alguna manera cierta
una de las lecciones de la vida
que no deberíamos olvidar
es que necesitamos las derrotas
para aprender que tarde o
temprano siempre acabamos
por ganar, siempre por entender
lo que nos quisieron ocultar
justo después de nacer:

que lo más cierto era falso
y lo falso, a su vez,
lo único que era cierto.


Y este es uno de mis favoritos…


LA VERDADERA REALIDAD
Por Francisco José Francisco Carrera

Hay derrotas que nos saben a victoria
y victorias tan amargas que nos rompen
y derrotan.

Recuerda que ganar o perder es un
sueño que olvidarás ciertamente cuando
al final despiertes a lo que es en hora cierta
la Verdadera Realidad.

jueves, 21 de octubre de 2010

CHICOS, HE VUELTO HA ENCONTRARME. ¡QUÉ COSAS!

(En la foto mi querido Javi y yo pasando frío y cogiendo fuerzas en Oxford, 1998,
mi hermana estaba al otro lado de la cámara)
Durante los dos años que pasé viviendo entre el Reino Unido (sobre todo Inglaterra, pero con una escapada maravillosa de casi un mes a Escocia) e Irlanda, tuve la suerte de encontrar sendos “cineclubs” que me nutrirían extensamente de películas. En Dublín, gracias a mis amigos Holger Mosebach y François Mulot, pasé largas tardes en el Irish Film Centre, en Eustace Street (cerca del Liffey). Pero lo cierto es que el lugar que más me marcó fue un edificio peculiar y con carácter propio que frecuentaría muy a menudo durante mi año como profesor de español en Oxford. Y es que estas semanas ando especialmente británico y no he podido resistirme más a hablar de un pasado sentimental que me acompaña todos los días de mi vida.

El lugar al que me refiero responde al evocador nombre de THE ULTIMATE PICTURE PALACE y, en muchos sentidos, cambió mi vida aquel año en que mi piel se dio la vuelta sobre sí misma para dejar salir al British que llevo dentro. The Ultimate Picture Palace es, que todavía está en pie y funcionando, un cine de los de antes, de los de verdad, y es que sólo su presencia ya justifica una paseito hasta la entrada para verlo. Está en Jeune Street, al ladito mismo de Cowley Street (una de las arterias de entrada al centro de Oxford) y yo tenía la suerte de vivir bastante cerca (más concretamente en Eyot Place). De hecho, lo descubrí enseguida porque en la acera de enfrente yo cogía el autobús para ir a uno de los Institutos en los que trabajaba (Peers School, el otro era Wheatly Park School y estaba en medio de la campiña, yes, indeed, very picturesque, my dear). Lo cierto es que prácticamente todas las tardes, después de dar mis clases, solía perderme por la periferia de la ciudad y muy a menudo acaba por entrar en el susodicho cine. Recuerdo que tenía un olor raro, pero raro, raro, oye (“that little place with the funny smell” decía mi casera Vera Holmes, sí, como el detective) y que a mí, por cierto, me encantaba porque salía con la sensación de haber visto una peli guay y de haber cenado por el mismo precio. Just great!, don't you think?
Y resulta que un día vi que anunciaban una de las pelis del que es mi director británico favorito, Mike Leigh, una que no había visto y que era además su primera obra. Se titulaba Bleak Moments y no dudé ni un segundo en ir a verla. Aquí podéis ver la portada del video en vhs.



Y a ver cómo os cuento esto..., el jovenzuelo profesor que entró al cine se quedó allí para siempre, lo juro. Al salir yo no era yo, o era otro yo, o era un no-yo, yo qué sé. Me perdí para siempre en la película y acabo de volver a encontrarme hace unos días. Para que os hagáis una idea, yo viví en Oxford entre 1997 y 1998 y desde entonces he tenido un deseo brutal de volver a ver una peli que cambió mi vida completamente. La he buscado y buscado, de todas las maneras humanas, y no había manera, hasta que hace unos pocos días por fin he conseguido una copia. En otras palabras, he vuelto a ver la peli después de 12 años de búsqueda y así ando, tan feliz. Feliz porque me he vuelto a encontrar y esta vez ya no me suelto de la manita. A ver si me vuelvo a perder y pasan otra década sin volverme a ver.

Y de qué va Bleak Moments, me diréis, qué es lo que tiene que tanto me fascinó (y me ha vuelto a fascinar). Pues va de la vida misma y de la misma vida en Inglaterra. Mirad que os cuente, yo decidí ser inglés cuando tenía unos siete u ocho años y vi en la tele un muro de ladrillos rojizos en una serie o película que tenía lugar en Manchester. Llovía, en la tele, y era invierno, en el mundo real y la Valladolid de mi infancia. Pues bien, ese día yo decidí que pasase lo que pasase yo me haría inglés y me iría a vivir a Inglaterra durante un tiempo. Y ocurrió, como sabéis. Y me pasé mucho tiempo buscando esa pared de marras. La busqué en Londres, en Manchester, en Sheffield y en Oxford. Y no la encontré, claro. Pero supe que estaba justo dentro de mi alma y eso lo aprendí en un cine oxoniense, viendo Bleak Moments. No he visto película más triste, más demoledora, más depresiva, más espeluznante. Rezuma desolación en cada escena. Todo es, como dice el título, bleak, esto es, difícil. Si podéis, os animo a conseguir una copia para después contarme qué os parece, yo os invito al café o al té y así me decís con calma. Creo que no existe versión doblada al español así que este consejo va sobre todo para los anglohablantes o, al menos, anglooyentes. Si me invitáis vosotros al café yo os dejo la peli, ¿hace?
Yo es que es verla y hacerme pequeñito y llorar por dentro hasta que se me derraman todos los líquidos internos que destrozan los diques de contención de mi cuerpo entero.

Y aun así, yo, que soy el rostro más feliz del universo, siempre he celebrado que también soy un alma triste y melancólica de góticos suspiros. Aunque escriba en español, he llegado a considerarme más inglés que muchos de los ingleses que he conocido. También es cierto que en otra vida luché con los sajones para morir en la batalla de Hastings atravesado en un barrizal por una flecha normanda (I promise this is totally true, sueño con ello muchas noches). Y hoy tenía que hablar de Bleak Moments y del cine de Mike Leigh uno de los directores británicos que considero esenciales para entender el alma inglesa.

Nada más, que ya es bastante, creo, que os quiero mucho a todos y cada uno de vosotros y que os voy a seguir queriendo hoy, mañana y pasado mañana también. Que lo vayáis sabiendo
.

domingo, 17 de octubre de 2010

DOS POEMAS DE LA NUEVA COSECHA

Mis queridos lunaluneros de agosto en octubre…, hoy me apetece compartir dos poemas que he escrito hace poco y que van en un estilo distinto al que generalmente utilizo. Una de las cosas que más me fascina de la poesía es que es un vehículo para expresarme con distintas voces y es lo que he hecho con estos dos poemas. Espero que os gusten…

EL SUEÑO
por Francisco José Francisco Carrera

Hoy he soñado que era Superman.
Como te lo digo. Y que iba de azul
con capa roja y cuerpo escultural,
y era la hostia de fuerte o aún más.
Allí estaba yo, en Nueva York,
la puta ley era, el sheriff, el mismo rey
de la ciudad. Molaba, tío. Hasta que
de pronto apareció el de inglés vestido
de cowboy, con sombrero y todo,
yo alucinando. Y va y desenfunda
y me apunta y dice “Juan, menos
volar y más estudiar que esta evaluación
no la sacas ni aunque seas Superman”.
Ahí ya me desperté de mal rollo y con
una mala hostia que para qué. Pero
eran las 4 de la mañana y me volví a
sobar y ya no soñé más, menos mal.

PAJARILLOS
Por Francisco José Francisco Carrera

Tan bonitos ellos. Los pájaros.
Y felices. Sin facturas ni hipoteca.
Sin la jodida Navidad.
Ahí los tienes, todos esos pajarillos
pasando del mundo, volando, tan
ricamente, oye. Nada más.


Hoy cortito, ya veis, que estoy preparando algo con más miga para el próximo domingo. Un beso enorme para todos de este loco crepuscular que os quiere.

sábado, 9 de octubre de 2010

EL PODER DE UNOS VERSOS



Para alguien que ama la poesía y que desde hace ya muchos años tiene la feliz costumbre de leer poesía todos los días de su vida, el encontrar nuevas “píldoras de luz” es uno de los momentos más bellos de su discurrir cotidiano. De esto hablaba hace poco con mi amigo el Cocoroto mientras nos emborrachábamos muy canallamente a base de té de jazmín bien cargado y galletas escocesas de mantequilla. Y mira tú que hablando de versos que nos hubieran cambiado la vida, coincidíamos en unas líneas de un poeta muy caro para ambos, el americano E. E. Cummings. Un personaje maravilloso que nos ofreció varios poemas de esos que se quedan en tu corazón y parece que los has tenido allí desde siempre o desde antes de siempre. Yo recuerdo que el primer poema que leí/estudié suyo fue en la Facultad y se titulaba “Buffalo Bill ha muerto” (pedazo de título, ¿verdad?), pero no fue hasta más tarde que me enamoré de su obra. Y fue gracias a otra ola preciada y preciosa que viene de un mar dulce y salado a la vez, como la vida misma, la gema de lirismo inveterado que es la peli de Woody Allen “Hannah y sus hermanas” (acaso mi favorita de Allen, acaso no, Otra mujer o Delitos y faltas, también son deliciosas, pero me gustan tantas, ay, me gustan tantas y tantas…). En la peli se cita un verso de Cummings, un verso que forma parte de uno de los finales más prodigiosos de la historia de la poesía, un final de poema que quise decirle a la mujer que amo aquella noche en que sus ojos me enseñaron hasta qué punto el mundo puede doler y alegrar a la vez un mismo corazón, un verso que quise decirle a todos mis alumnos cuando les veía tan perdidos como yo lo estuve siempre y siempre lo voy a estar y así está bien y lo celebro, un verso que le he querido susurrar a todos mis amigos cuando tienen un día jodido y compartiendo una cerveza nos contamos nuestras penas…, ese trocito de poema que me gustaría decir a todos las personas en los días grises de tristeza y de dolor y de soledad…, en esos días me gustaría acercarme y sin cara, sin cuerpo y sin nombre, susurrar muy quedamente en su oído lo siguiente:

“(no sé qué hay en ti que se cierra
y se abre;pero algo en mí comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene unas manos tan pequeñas”

(E. E. CUMMINGS)

Y sin más, marcharme, y seguir viajando por el mundo de los vivos y de los muertos. Y seguir llorando cada día, y seguir riendo a cada instante.

Ay, queridos míos, cuán bello es caminar a vuestro lado, compartir los mismos amaneceres y cantar canciones de amor y de pena, sobre todo cantar hasta que la voz me falle y entonces incluso, cuando ya no pueda cantar, tararear, o dar palmas, lo que sea…

Y os dejo con un poemita mío recién compuesto para la ocasión:

LAS MANOS DE LA LLUVIA
Por Francisco José Francisco Carrera

Tus manos son más bellas
que la lluvia. Y la lluvia
siempre me ha parecido
preciosa y delicada, dulce
y especialmente increíble.
¿Que qué quiero decir con
todo esto? Poca cosa, querida,
como siempre nada importante,
es algo muy simple aunque
lo hagamos complicado,
quiero decirte que te quiero,
amor mío, luz de mi vida,
que te quiero
como sólo es capaz
de querer en silencio
el que ha perdido la razón
para ganar entre tus brazos
un verdadero corazón.

domingo, 3 de octubre de 2010

UNA MEDITACIÓN

Lo que ahora sigue es un extracto de uno de los proyectos en que estoy trabajando, el libro de espiritualidad que ya he mencionado en otras ocasiones y que lleva el título provisional de La luz de tu mirada, espero tener el borrador terminado para febrero o marzo del año que viene. Espero que os guste. Siempre es quedarse un poco en pelota picada enseñar un trabajo que todavía está en progreso..., pero ya sabéis que soy un poco exhibicionista y que no suelen preocurme las "críticas y opiniones" que el mundo o sus avatares puedan tener de mí, al fin y al cabo uno es lo que es, sin más milongas, y yo, para colmo, soy calvo y poco puedo ocultar en mi cocoroto sin un buen pelo que llevarme a la calva... Un beso para todos., mis lindos seres de luz.


"La clave está en escuchar el SILENCIO debajo del SILENCIO. Para ello has de aprender a cerrar los OJOS de tus OJOS.

Creas así un espacio a la vez infinito y delimitado y ahí puedes fundirte con lo que hay, pero sobre todo con lo que no hay.

Lo que no hay, lo que no ves, lo que no es estrictamente materia es, a pesar de lo que se nos ha enseñado erróneamente, lo ÚNICO y VERDADERAMENTE IMPORTANTE.

¿Quieres intentarlo hoy conmigo? Es más divertido cuando lo hacemos con otras personas, como todo en esta vida. Incluso la soledad, que es maravillosa y sanadora en su justa medida, es más rica cuando nos ayuda a “ser otras personas”, a fragmentarnos infinitamente para deshacernos en el flujo del momento presente.

Meditemos, pues, juntos.

Cierra tus ojos y respira.

Respira y siente como con cada respiración un nuevo mundo nace entre tus dedos, en tus labios, en tu corazón…

Sigue respirando con los ojos cerrados. El tiempo que necesites, tú eres la medida ahora del tiempo y hagas lo que hagas, pase lo que pase, está más allá del tiempo cronológico que estamos manejando los seres humanos como especie. Todo puede esperar menos tu propio despertar a la esencia profunda de lo que ES.

Ahora cierra los ojos de tus ojos, esto sólo lo sabes hacer tú y nadie puede enseñarte a hacerlo, es como respirar, algo innato. Vuélvelo a descubrirlo en este momento. Hazlo ya. Y sigue respirando.

Los sonidos que provienen del exterior (del mismo sonido del silencio hablo, no sólo de toda esa plétora de ruidos ambientales que nos rodean cada segundo) se van a ir fundiendo contigo. Lo notas, ¿verdad? Así está bien. Está bien que así sea. No te resistas. Tu voluntad nunca ha sido tu voluntad, al sentir esto comprenderás que por fin puedes manejar tu voluntad “a voluntad” y nadie ya te podrá volver a utilizar, tampoco volverás a utilizar a nadie. Felicidades, has vuelto a ser humano de verdad.

Ahora lo externo y lo interno ya no existen como tal. Ahora es lo que es y estás bien así, en este reducto de luz, tan sólo siendo, palpitando con la misma esencia de lo que Es.

Prepárate para el segundo silencio, este llega cuando has dejado de hacer fuerza alguna. Simplemente llega. Llega, se queda y se va…, cuando tú te has dejado ir. Y cuando se va, ya nunca te dejará. Cuando te has vaciado de ti para hacer espacio a todo lo demás es cuando has entendido en qué consiste la Felicidad.

Es tan fácil, ¿verdad?

Y con un ratito que hagamos esto, nuestra vida se transforma, poco a poco, sin casi notarlo. Y un día ves cómo no eres tú el que ve, el que habla… tú eres el que ve al que ve (los ojos de tus ojos), el que escucha al que habla (o acaso el que ve al que escucha al que habla…, ¡qué juego de espejos tan bello!), y así con todo lo que se manifiesta en nosotros o lo que nosotros creemos manifestar.
Y aquí está la belleza de este gesto. Todo lo que has creído hacer tú, en verdad se ha estado haciendo a través de ti. Todo. Y entonces las tinieblas se levantan, los velos caen y ves con esos preciosos ojos de tus ojos y oyes el silencio más allá del silencio. Eres libre por primera vez. Y sonríes. Y todo sigue igual aunque sea distinto. Y todo lo que se manifiesta está bien. Y sigues caminando y sigues respirando…

Tu cuerpo humano es tan sólo una careta necesaria en el divino juego de la vida, en el verdadero juego de lo que, en verdad, ES. "